DANDYS Y CÍNICOS

En el año en que la pandemia hundió al titánico festival de cine de Guadalajara

Este año la pandemia hundió a inicios de marzo, la edición 35 del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, y el domingo, 7 de junio, falleció su programador, Gerardo Salcedo, a causa de un cáncer. Aquí estas palabras de agradecimiento por permitirnos coincidir durante varios años en Guadalajara con Gerardo y algunos recuerdos llenos de cine e ironía. ¿Hacía donde irá ahora el FICG?

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

¡Gerardo Salcedo, buen viaje al más allá! Foto: José Antonio Monterrosas Figueiras.

Este primer domingo de junio de 2020, entre el confinamiento voluntariamente a fuerzas y la supuesta nueva normalidad mexicana mancillada por un agresivo virus global, despertamos con la triste noticia de la muerte de Gerardo Salcedo, quien sufrió un cáncer de vejiga y próstata por años, pero ya no pudo más. Salcedo fue el programador del desbordante —y muchas veces desordenado— festival de cine de Guadalajara (FICG) y a últimas fechas también era programador de la nueva Cineteca Jalisco.

No tuve una relación muy estrecha con ese hombre de un bigote que me hacía recordar a Groucho Marx, pero creo que nos caíamos bien, además de coincidir en temas de política, como pensar que esta ridícula 4T de Andrés Manuel López Obrador es una farsa y también, empatar en ideas libertarias y de cultura popular en el cine. No diré que la programación del festival de cine de Guadalajara era perfecta, pero podía uno encontrar una diversidad de historias sucedidas en Latinoamérica y España, que fuera de lo más comercial a lo más autoral y en eso tenía que ver Salcedo. (Ver nota: La infección que invadió al FICG 34).

Santo llamando a Gerardo Salcedo

A Salcedo le gustaban las películas del Santo, me sorprendió por ello, que el primer largometraje del enmascarado de plata restaurado, que se presentó en la edición 33 del FICG, en marzo de 2018, fuera relegada al Cineforo de Guadalajara, con una sola función en «dormingo», mientras en el Centro de Artes Escénicas se llevaba acabo diversas actividades importantes en las que los funcionarios y prensa en general tenía que estar para salir en la foto e informar al unísono que el cine mexicano va muy bien, aunque no se vea. Es así que cuando la primera película del Santo se exhibía al margen del festival, se anunciaba prácticamente el Anuario Estadístico de Cine Mexicano y a la par Guillermo del Toro daba una charla más sobre su cine.

No intento decir aquí que pararan todo en el festival por homenajear al luchador, pero lo único cierto es que la exhibición de Santo contra el cerebro del mal, con la que el FICG celebraría los 100 años de Rodolfo Guzmán Huerta, que sucedió en septiembre de 2017, estuvo desangelada; ni el director del FICG, todavía Iván Trujillo, ni el mismo Gerardo Salcedo, tampoco la nieta de los productores del Santo, Viviana García Besné estuvieron en esa «función especial», quien sí estuvo en su representación de Besné fue el director de cine Roberto Fiesco, fuimos cerca de quince personas, entre ellos el crítico de cine y cineasta Robert Daudelin, quien fuera director del Archivo Cinematográfico de Quebec de 1972 al 2002 y Presidente de la Federación Internacional de Archivos Cinematográficos de 1989 a 1995, además de delegado del Festival de Cine de San Sebastián de 1998 al 2003, quienes estuvimos ahí para tomar registro de lo sucedido.

Todo parecía indicar que había que celebrarlo pero sin hacer mucha bulla, tal vez por no mover emociones en el Hijo del Santo que por todo quiere demandar, o tal vez porque el eterno programador de Cineteca Nacional Nelson Carro —quien está en ese cargo desde el sexenio de Felipe Calderón, por allá del año 2007— y el director de esa misma institución, Alejandro Pelayo, que como pocos funcionarios dentro de la Cuarta Transformación, brincaron del viejo régimen priista de finales de siglo, se fueron en tiempos del panismo changarrizador y volvieron a ocupar el mismo asiento en tiempos de neopriismo, para continuar en el mismo cargo en tiempos de la nueva normalidad lopezobradorista.

Así que no hacer ruido ni desmadre con esta lata, la cual casi le costaba la chamba a Pelayo en Cineteca, un año antes, por despreciar al Santo, en octubre de 2017, en el último día del Festival Internacional de Cine de Morelia cuando dijo que el cine del Santo no se podía tomar en serio (corre la leyenda de que su media hermana, la política Beatriz Paredes Rangel, lo defendió —con huipil de por medio— del Hijo del Santo y el hijo de Blue Demon, que estaban muy encabronados por las burlas a las películas del Santo las cuales se le «veían los alambritos» y le querían aplicar una llave que lo sacara de Cineteca al doctor Pelayo).

Entonces había que hacer una proyección de mero trámite para ese FICG. Gerardo Salcedo estaba muy ocupado en la nueva sede del festival, el CAE, el cual se encuentra hasta el otro lado de la ciudad, cerca del centro de Zapopan, y él muy bien sabía que esta película se hubiera podido exhibir en la nueva sala Guillermo del Toro que se encuentra en el mismo Conjunto de Artes Escénicas, donde también vimos esa misma tarde otro largometraje restaurado,  El Vampiro, de 1957, de Fernando Méndez, en la que también estuvo entre el público el canadiense Daudelin. Da la impresión que hubo instrucción de alguien para tener lejos al gladiador y actor de cine, que ni los llamados de Santo a Gerardo Salcedo le llegaran a sus oídos.

La pandemia que hundió al FICG y algunos recuerdos con Salcedo

Aunque ya dije que Salcedo y yo no éramos los súper amigos, él conocía bien mi trabajo en revistas culturales, le gustaba lo que escribía aquí en Los Cínicos, sabía bien de este proyecto, me presentaba incluso con agrado a sus amigos cineastas que deambulaban en alguna función del festival, como aquella ocasión en que un documental sobre Rita Guerrero se proyectaba en la rambla cataluña, advirtiendo a su director que esta pequeña revista que sigo editando, tenía contenidos críticos e hilarantes muy en la tradición de algunas revistas francesas, en las que se puede mofar de todo y de todos (yo se lo agradecía cada vez que lo decía para luego reír, es hermoso provocar desde este rincón).

La última vez que nos vimos fue en Guadalajara en el mes de marzo del año pasado. Entre películas del festival nos saludábamos y tal vez podíamos lanzar algún comentario ácido de la realidad fílmica mexicana que poco a poco generó una amistad.

Este año la pandemia hundió la edición 35 del FICG, como si el Titanic frente a un iceberg, por lo que ya no pude volver a Guadalajara, como cada año por este festival, donde saludaba al buen Gerardo, quien adoptó esa ciudad del bajío mexicano hace tiempo, después de vivir en la Ciudad de México donde nació el 28 de febrero de 1959, y entre otras cosas fue programador de Cineteca Nacional.

Pare de sufrir, tómese un mezcal y una foto

Al saber de la muerte de Salcedo, busqué entre mis archivos fotos de él, encontré una que le hice en marzo de 2016, dentro de las instalaciones del Cineforo de Guadalajara, después de haberlo entrevistado, su rostro mostraba algo de cansancio. Esto me hizo recordar una imagen del 2015, donde aparece crucificado en esa legendaria pared de la mezcalería de Argentina 66, en la colonia Americana de Guadalajara, llamada Pare de sufrir.

El origen de esa imagen se remonta a un año antes, cuando en esa misma mezcalería, un importante periodista apareció delante de esa pared, con el cuerpo derrotado y la mirada perdida, realizando su mejor actuación como un ebrio estando sobrio. La fotografía se hizo viral en Facebook, lo que indignó mucho a su protagonista que obvio le encanta el mezcal, es el editor de una revista de cine que se llamaba Toma (toma de cine y no de toma mezcal, ¡qué nadie se confunda! Por cierto, creo que ahora la revista se llama Retoma).

Los compañeros no podían creer que apareciera el reportero cultural en esa posición de franca caída humana y mirada vencida. Fue así que un año después, Gerardo Salcedo revivió ese momento dejándose fotografiar en posición de crucificado, en esa misma pared de color azul con letras blancas que dicen «Pare de sufrir». Luego compartió en su muro de Facebook tal sacrificio capturado además por varios celulares y recordamos aquel momento que se ha vuelto todo un clásico —o un meme— desde entonces en cada edición del FICG. Es que Gerardo, por lo menos el que yo conocía, no se daba esos aires de grandeza y por el contrario, disfrutaba más bien de aparecer en fotos ridiculizándose a sí mismo, como si todo fuera una gran comedia.

El maestro de la ironía, bueno casi

De su Instagram un día retomé una imagen con varias latas de refresco dibujadas en un muro; una dice: “no te odio”, mientras que en otra atrás, se alcanza a leer, como si fuera una respuesta de la primera frase: “pero casi”. Y en esta leyenda capturada por Salcedo y compartida en su Instagram se podía definir bien el humor de Gerardo Salcedo salpicado de ironía.

La última vez que nos vimos fue en Guadalajara en el mes de marzo del año pasado. Entre películas del festival nos saludábamos y tal vez podíamos lanzar algún comentario ácido de la realidad fílmica mexicana que poco a poco generó una amistad.

Imagen retomada del Instagram de Gerardo Salcedo.

Además de haber sido un maestro de la ironía, fue un maestro de cine, compartía algunas anécdotas bien documentadas sobre temas del séptimo arte que luego pasaban a ser parte de sus columnas publicadas en un periódico de Guadalajara, o podían ser invitaciones para asistir a la Cineteca Jalisco a ver alguna película.

«En su momento la viuda de Bram Stoker gana, en la corte, la batalla por los derechos de Drácula, es una batalla emprendida contra el Nosferatu de Murnau (1922). La sentencia es implacable y se ordena la destrucción de todas las copias de la película. Puede decirse que presenciar esta obra maestra del expresionismo es un milagro», contó Salcedo alguna vez en Facebook para anunciar una función de esa monumental película que se exhibiría en la Cineteca tapatía.

Y llegando a esta altura del texto, no deja de ser irónico, por cierto, como ya señalé un párrafo anterior, que Gerardo Salcedo, programador del FICG, se fuera de este mundo meses después que se hundiera ese mismo festival que él se encargaba de programar. El naufragio fue por el anuncio de la pandemia del Covid 19 a principios del mes de marzo. El FICG fue de uno de los primeros eventos culturales de alto impacto en México, que se pospusieron, la fecha de inicio estaba programada para el 20 de marzo en la capital tapatía. Difícil decisión pues estaban a escasos días del arranque.

Gerardo Salcedo escribió por esos días de mediados de marzo, en Al filo de la butaca, su espacio en diario El Informador, que quienes participan en la organización del festival atravesaron todos los estados de ánimo posibles: «habíamos estado resistiendo la decisión de varios de nuestros invitados internacionales de cancelar su estancia en Guadalajara, ante las dimensiones de la emergencia sanitaria cuyo epicentro se había trasladado a Italia». La edición 35 de este certamen fílmico se fue al fondo del mar y él capitán de ese barco se fue lamentablemente meses después, apenas este 7 de junio.

La pandemia y el deceso de Salcedo

Todo esto hace que me plantee, antes de terminar, un par de preguntas: ¿saldrá a flote en este segundo semestre la edición 35 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara, en versión sanitizada, con su sana distancia y como un homenaje a su recién fallecido programador, Gerardo Salcedo? ¿Su deceso lo impulsará o será el fin de un festival de cine tal como lo conocimos antes del coronavirus? ¿La lamentable muerte de Gerardo Salcedo acabó por enterrar esta edición 35, siendo una que pasará a la historia como una que nunca sucedió, pero que marcará sin duda a este festival? La pandemia y la huída de este mundo de un colaborador fundamental para realizar un festival de cine de este tamaño y trascendencia seguro ya está siendo un movimiento telúrico fuerte.

Lo único que nos queda por el momento, es desearle un buen viaje al más allá al alma cinéfila del profesor Gerardo Salcedo, y un proceso de recuperación positivo de sus familiares por esta pérdida, sobre todo en medio de un momento de cambios inesperados en la vida cotidiana del mundo entero. Dejar por aquí estas palabras de agradecimiento a la vida —y al cine— por permitirnos coincidir durante varios años en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara con Gerardo Salcedo.

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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural.

@jamonterrosas