DANDYS Y CÍNICOS

Sin pies y con i griega

En medio de la pandemia por la Covid 19, me llegó la invitación desde Canadá, vía videollamada, del escritor peruano Julio Meza Diaz para escribir sobre su cuento del polémico Vargas Llosa sin manos. Aquí van mis impresiones.

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

Portada del cuento Vargas Yosa de Julio Meza fuente: aquí.

“Y solo de la caca germina lo bueno”, le dice una mosca a la otra para luego aderezar: “Porque caca hemos sido y seremos. ¡Somos cacasenos! ¡¡Esa es mi jauría!!”. Estas líneas parecieran una procacidad inútil del escritor Julio Meza (Lima, 1981), pero cuando las leemos dentro de un cuento que lleva por título el nombre del reconocido escritor peruano Mario Vagas Llosa con i griega, que no tiene además ni manos ni pies, toman un sentido de irreverencia trascendental, pues Julio germina algo bueno en esa mierda literaria, con el nombre de su compatriota Premio Nobel 2010. Julio, claro, no tiene nada contra de su Darth Vader novelístico llamado Mario Vargas Llosa —ni yo tampoco—, de quien le gusta incluso los libros Elogio de la Madrastra y Los Cuadernos de Don Rigoberto, sencillamente quiere hacer un retrato dadaísta de ese gigante que representa este literato global, creador de frases francas como “México es la dictadura perfecta”, para volverlo un excremento de verbos hilarantes y chiquitos. 

Para los que ya conocemos a Julio, esa pulga que pica el culo de los erectos, sabemos que el absurdo es el animal predilecto que gusta destazar en sus narraciones locuaces, basta con leer otros de sus cuentos como “El amo de la fornicación cósmica”, que es la historia del primer hombre en regar su esperma en la luna en 1969 o “Los servicios sexuales de los cráneos”, en el que pululan en una reunión de amigas duendes insurrectos o el relato “Obrar Milagros”, que es sobre un cura que trazó con los desperdicios de su vientre, que salían de su trasero de un modo industrial, varias palabras de dimensiones gigantescas que se miran en el cielo de una ciudad. Vargas Yosa es la cúspide tal vez del absurdo en Julio Meza, que por cierto, forma parte del libro que en breve y en medio de la pandemia nacerá por parte de la editorial mexicana Ediciones Periféricas, con el sensacional nombre abortivo de Plutón en el microondas.

El cuento de marras comienza además con un homenaje evidente a Franz Kafka y la Metamorfosis de Gregorio Samsa: “Cuando Vargas Yosa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un hombre con dos brazos y dos piernas”. Un cierto Kafka se hace presente en este cuento fantástico que forma parte de “un libro que está escrito por un loco”, así me lo expresó el mismo Julio Meza, hace unos días cuando en videollamada platicábamos de su literatura que quiere “expandir el espacio de lo posible…”. “Aquí huele Kafka, por que a Kafka huele”, sumaría el antropólogo Jorge Barrera Olaguez, después de que le leyera en voz alta esta narración pastrula, dadaísta y por momentos un tanto bostezante como un hoyo negro, la tarde del tercer sábado del mes de julio, mientras un escarabajo detenía las hojas de mi libreta en donde se alcanza a leer una frase de Henry Miller, que dice que en el oficio de escribir, para atraer al lector, hay que tirar a matar, Julio tal vez diría que además de que hay tirar a matar, también hay que tirar mierda de colores, ponerle a Mario Vargas Llosa una i griega en su apellido y metamorfosearlo en un motivador sin manos ni pies y que podría decir frases como: “esta es la fe que necesitas para tener una vida ridículamente positiva” a la Nick Vujicic. Por cierto, de Mario Vargas Llosa es esa frase de “sólo los cretinos pueden ser felices en este mundo”, vaya que Julio Meza es un cretino feliz, pues cada palabra en este cuento es una paja de un cosmonauta con cara de simio.

 

Vargas Yosa es la cúspide tal vez del absurdo en Julio Meza, que por cierto, forma parte del libro que en breve y en medio de la pandemia nacerá por parte de la editorial mexicana Ediciones Periféricas, con el sensacional nombre abortivo de Plutón en el microondas.

Julio Meza con Oscar Wilde en Irlanda. Foto: Vargas Yosa.

Escritor escatológico, absurdo y astronáutico es Julio, que escribe cuentos largos o novelas cortas, poeta de matemática sentimental en donde ha visto a Causa y Efecto ir de la mano por las veredas de abril y “Besarse en el bosque de la tarde / Asomarse por la ventana de luz [y ver a Causa y Efecto] evitar los murmullos de las fórmulas / Escapar de la presión de los números / Luchar contra su propia causa y efecto” (https://poetassigloveintiuno.blogspot.com/2015/01/julio-meza-diaz-14441-poeta-de-peru.html). Abogado él además, defensor de los derechos de las personas con discapacidad, menos del discapacitado Vargas Llosa con i griega que le crecen pies y manos en un retrofuturo desconcertante y millonario, con un matrimonio de capital afectivo con la señora Montealegre, con una silla de ruedas voladora, Blinky, que está enamorada de él, entre una vida de hologramas, escapando de un grupo de empresarios que lo quieren asesinar por su nueva condición. 

Homenaje a Kafka es y recordatorio de su corazón de plástico mitad peruano y mitad canadiense, pues seguro lo escribió en su exilio universitario en Toronto, mientras veía a la señorita Laura en youtube y le escribía cartas a su vecino Guillermo del Toro para poder hacerle un retrato dadaísta. Entre la vida civilizada de Canadá y la vida pastrula del Perú vive este escritor. Todo es una brillante torpeza en él y toda victoria es un fracaso rotundo, nada es lo que parece porque nada parece ser del todo claro, es confuso deliberadamente, todo se pudre mientras ríe Julio hasta llegar al dolor testicular, es el escritor obsesivo con cara entre Woody Allen y Quentin Tarantino (seguro uno de sus libros preferidos es Cómo acabar de una vez por todas con la cultura del cineasta neoyorkino). 

Un día escribió Kafka: “normalmente resuelvo problemas dejándolos devorarme”, así en este cuento de relaciones crudas y venganzas terribles, así androides que sueñan con ovejas negras —y sin patas— y hombres que al tener manos cumplen sus deseos más antiguos como masturbarse. Todos devorándose en esta verdad de las mentiras de este cuento que se desdobla en una novela corta. Un hombre que se mira la espalda y luego gira un poco más, esa es la sensación en este cuento en el que nadie es bueno al cien por ciento, porque todo mundo tiene un precio, todos los altruistas bailan en la mierda, una mierda llamada Vargas Yosa, a quién más le habría valido no tener manos ni pies, esas pequeñas imperfecciones que su familia valoraba tanto como un cacumen emocional inmerso en un futuro sin Internet ni redes sociales, pero sí con robots enamorados y hologramas de seres semisalvajes que defecan en Vargas Yosa. 

Meme publicitario del cuento Vargas Yosa.

Julio es la peor pesadilla para sus personajes, pero Julio en el fondo es como un poeta romántico, sobre todo cuando Vargas Yosa sonríe y sin darse cuenta se tira un pedo, lo que lo hace sentirse tranquilo, porque era gozoso el momento “parecido al suave aleteo de un ave en el cielo”. Vargas Yosa es un dulce desatino, arriésguense a leerlo y compártanlo sobre todo con sus enemigos, yo porque lo estimo, pero aquí no hay ni pureza ni la va a haber, ni consejos de superación personal, a bailar en la mierda, alrededor de ese macho cabrío peruano… ¡Qué pase el desgraciado!

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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural.

@jamonterrosas