DANDYS Y CÍNICOS
Ya casi lo olvidaba
De Dylan, de Cohen, de mi abuelo paterno, es eso de que me ponga sombrero, tampoco es a diario. Bueno, ya tampoco pongo a diario a Dylan, pero tal vez ahora, 24 de mayo, que sé que cumple ochenta años vuelva a ese vicio un par de días. Luego seguro o se me quita o se me pasa o se me olvida.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras
Ahora que cumplió ochenta aňos Bob Dylan, tal vez muchos tengamos recuerdos con este hombre que lleva un circo de colores ocres a cuestas.

En mi caso llegó a mi vida de forma difusa y desordenada. No hubo un maestro que me dijera tienes que conocerlo, tienes que escucharlo. Tal vez un vago silvido en fiestas de familias cristianas está en mi memoria primitiva.
Un recuerdo crucial fue haber visto un disco puesto en las novedades la tienda Mix up, con la cara de un gato viejo en su portada, era Bob Dylan, con quien, ahora pienso, a veces se baila y otras se llora.
Una noche fui con una novia a verlo tocar al Auditorio Nacional, allá en la Ciudad de México, en el año 2008. Creo que Carmen no se divirtió mucho, yo sí. Dylan tocaba la guitarra -o los teclados- de espaldas al público que le rugiamos como fieras, bueno, a lo mejor exagero un poco todo, el caso es que el rockero nunca dijo algo más de lo que carraspeó por una o dos horas de espalda a nosotros – más que suficiente, ¿no?-.
Dylan era un palo de piñata a lado del escenario. Carmen, que me adoraba soportó las horas, estoy seguro que hubiera preferido el musical del Rey León. Perdóname, Carmen, por mi humor crepuscular.
Vaya, no fue ese Lou Reed del Teatro Metropolitan que además de que nos bajaron a las primeras filas, porque no llenó el teatro, se nalgueba mientras cantaba sus canciones de su disco Extacy.
Dylan era un palo de piñata a lado del escenario. Carmen, que me adoraba soportó las horas, estoy seguro que hubiera preferido el musical del Rey León. Perdóname, Carmen, por mi humor crepuscular.
Hay canciones de Dylan que he escuchado una y otra vez, esos discos de: Moder times y Love and thief, los cantaban en casa hasta la sopa de letras que me esperaba alegre y danzante en la cocina para comerla.
Tengo incluso una imagen en la mente de mi madre bailando conmigo, cuando empezó a sonar en su casa «Thunder on the Mountain», pues llevé un CD de Dylan, ¡bailaba de verdad muy bien mi madre, carajo!
De Dylan, de Cohen, de mi abuelo paterno, es eso de que me ponga sombrero, tampoco es a diario. Bueno, ya tampoco pongo a diario a Dylan, pero tal vez ahora -24 de mayo- que sé que cumple ochenta años vuelva a ese vicio un par de días. Luego seguro o se me quita o se me pasa o se me olvida.
«Es curioso», a cantado Dylan, pero «las cosas de las que más te cuesta separarte son las que menos necesitas».
Felices ochenta años Bob Dylan, ya casi lo olvidaba.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.