DANDYS Y CÍNICOS
Gruñir con la mirada
La pandemia en fin, nos dejó más malitos de lo que ya estábamos, y no nos terminó de apachurrar la sonrisa en la mirada y como me dijo mi acompañante a esa película gore maternal: «esta historia trató de decir que… ‘estoy harta de todo, pero me aguanto'» . Algo así, le digo a ella, que es como gruñir con la mirada, en tiempos de este engendro de nueva realidad, podrida de pandemia -y broma- infinita.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras
No todos los días suceden estos encuentros, menos en tiempos de pandemia, cuando salir de casa tiene todavía su riesgo de contagio y ya todos, con o sin vacuna, estamos afuera. Seguro es de buena suerte encontrarse con el legendario crítico de cine Jorge Ayala Blanco, que está por los ochenta años, andando solo rumbo a la sala de cine.
El hombre que camina hacia mí sin planearlo, traía hace un año tremendo mostacho en el rostro, ahora lo ha cambiado por un cubrebocas blanco KN-95, el cual es suficiente para decidir que hoy es buen día para ir de cacería fílmica. «Ahora nos toca reír con la mirada», me expresa al pedirle una selfie, luego de conversar algunos minutos sobre cine, Covid y la nueva «anormalidad» que nos rodea.
Esto fue antes de que arrancara la película Otro Tom, de Rodrigo Plá y Laura Santullo, a unos pasos de la sala 8, en la Cineteca Nacional, el martes (16 de noviembre) donde se exhibió el filme, a las once de la mañana. El filme mexicano de la Muestra Internacional de Cine 70 que comenzó el pasado viernes (12 de noviembre), movió a Jorge Ayala Blanco a llegar hasta ahí. Parece que no será la excepción, pues faltan todavía cuatro películas de la Muestra que se proyectarán para la prensa, en los siguientes días de la semana. Entre ellas está la más reciente del tailandés Apichatpong Weerasethakul, Memoria.

Por cierto, me cuenta que el libro dedicado a la letra Q del cine mexicano será de puras películas que se vieron en el 2020, «el año de la fatalidad», abunda Ayala, quien, el 7 de octubre presentó en línea, por primera vez, dos de sus libros del abecedario del cine mexicano que inició en 1968, con «La aventura del cine mexicano». Estos fueron los dedicados a la O y a la P, es decir, «La orgánica del cine mexicano» y «La potencia del cine mexicano», respectivamente, se hubieran mejor llamado, como me advierte la historiadora de cine y amiga, Teresa Carvajal: «La porquería del cine mexicano» y «La ojetés del cine mexicano». Yo estoy de acuerdo con la también documentalista.
Durante estos meses de cierre de salas de cine y sana distancia, Ayala Blanco se la ha pasado viendo películas en su casa y escribiendo sin muchas distracciones, recuerdo sin embargo que el también profesor de cine en la ENAC (antes CUEC), solía decir que hay que salir de cacería fílmica. Hoy la situación es un tanto diferente, aunque parece que la pandemia se ha domado, al menos un par de semanas.
Si bien en este oficio de mirar películas en la pantalla grande, cada vez es menos por aquello de la sana distancia por Covid-19, ya veníamos viviendo esa costumbre de mirar filmes en línea para eficientar el escribir o hablar sobre aquellas, sin moverse de la silla, ahora a la mínima provocación uno quiere meterse a la sala de cine, no sólo para volver a experimentar el espectáculo cinematográfico en su máximo esplendor, sino también por el placer de tener estos accidentes felices —y a veces no tanto—, de ver a los ojos a los otros y sonreírles —o gruñirles— con la mirada, afuera de la sala de cine. Ya luego ir por un par de vasos de cerveza.
Al mediodía, a unas cuadras de Cineteca, en Cinépolis Universidad, se proyectaría Titane, el hermoso engendro pandemial que parió en desgracia la cineasta francesa Julia Ducournau, su segundo largometraje, con la que ganó la Palma de Oro en Cannes este año, edición 74.
José Antonio Monterrosas Figueiras

Esa mañana me despedí de Jorge y entré al cine, para ver los primeros treinta minutos de la última película de Plá-Santullo, en la que un pequeño llamado Tommy le saca las canas verdes a su joven madre, por el Transtorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, que lo hace insoportable para sus compañeros de la escuela. En algún momento una doctora le pregunta a Tom, si sabe por qué está con ella, el niño de cabellos largos le responde sin recato: «porque soy un grano en el culo».
Al mediodía, a unas cuadras de Cineteca, en Cinépolis Universidad, se proyectará Titane, el hermoso engendro pandemial que parió en desgracia este 2021, la cineasta francesa Julia Ducournau, su segundo largometraje, con el que ganó la Palma de Oro en Cannes este año, en su edición 74.

Así que vemos la vida de una mujer que de tanto amor a los autos, termina follando con uno que le sale más cabrón que bonito, y la deja preñada. Película que recuerda a la noventera Crash del canadiense Cronenberg; en la que una pareja coge dentro de un auto, después de chocar deliberadamente, eso y otras perversiones con heridas son reinventadas veinte años después, en el cine de la joven francesa Ducournau, que inició su carrera fílmica con el apetito feroz de una chica vegana en Voraz, en 2016, y ahora, en Titane, en 2021, con una mujer Serial Killer y apunto de ser madre, con una placa de titanio en la cabeza, producto de un accidente automovilístico cuando era una niña punk de corazón.
La pandemia en fin, nos dejó más malitos de lo que ya estábamos, y no nos terminó de apachurrar la sonrisa en la mirada y como me dijo mi acompañante a esa película gore maternal: «esta historia trató de decir que… ‘estoy harta de todo, pero me aguanto'» . Algo así, le digo a ella, como gruñir con la mirada, en tiempos de este engendro de nueva realidad, podrida de pandemia -y broma- infinita.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.