CINISMO BIENPEINADO
Fifílmo, luego existo
«El hoyo en la cerca» es interesante y fuera de lo común, logrando incomodar al espectador -seguramente más al que pertenezca a los estratos sociales que cuestiona– con la variedad de tópicos que retrata. Su desacierto sin embargo, radica precisamente en su ambición de presentar ese abanico de asuntos en una misma película, ya que muchos de ellos terminan por no cuajar narrativamente ni llevar a ningún lado, por lo que resultan en meras escenas anecdóticas que le restan fuerza la trama.
Por Roberto Estrada

¿Qué podría salir mal si en un campamento se reúne a un grupo de adolescentes masculinos pertenecientes a un colegio fresón de México? La respuesta la vemos en el segundo largometraje del director Joaquín del Paso, «El hoyo en la cerca» (2021), y que fue estrenada en las salas nacionales esta semana.
Ya con su ópera prima «Maquinaria Panamericana» (2016), Del Paso nos mostró con tintes de comedia, una cotidianidad oscura y siniestra de la sociedad mexicana, en ese caso desde las tripas de una empresa de maquinaria medianamente grande, que se ve trastocada por la muerte inesperada del dueño, y que deviene en involución y degenere de los empleados por defenderse a toda costa de la pérdida de su territorio laboral.
Con «El hoyo en la cerca» se muestra una mayor madurez cinematográfica del director, a la vez que recurre nuevamente a explorar y evidenciar la maldad humana desde circunstancias que a primera instancia parecieran inocuas, normales y felices. Es así que un puñado de muchachitos acompañados de algunos profesores, asisten a una suerte de retiro espiritual, alejados de la citadina modernidad, entre el bosque, y a las orillas de una comunidad pobre y rural a la que deben ofrecer condescendientes regalos en nombre del Señor.
Lo que plantea en la pantalla Del Paso, es una crítica a la doble moral e hipocresía rampante que medra en los colegios privados y religiosos de élite. Un mundillo del que se tiene conocimiento, pero del que públicamente no se habla y que al haberlo conocido por dentro, el director expone como deleznable y perverso.
Lo que plantea en la pantalla Del Paso, es una crítica a la doble moral e hipocresía rampante que medra en los colegios privados y religiosos de élite. Un mundillo del que se tiene conocimiento, pero del que públicamente no se habla y que al haberlo conocido por dentro, el director expone como deleznable y perverso.
ROBERTO ESTRADA
Ahora bien, la película es de momentos y temas. De entrada, las primeras breves tensiones se enfocan en el bullying y lo que pareciera un guiño al primitivismo tribal que desarrollaban los niños al estar alejados de la civilización, como en «El señor de las moscas», de William Golding. Pero luego, esto se diluye para dirigirse hacia la manipulación de los directivos y profesores del colegio que pretenden preparar o iniciar a los muchachos para que su carácter y visión del mundo sea la adecuada. Es decir, son hijos de una élite adinerada, poderosa e influyente en el país y eso debe preservarse, no importa que sea mediante la corrupción o de pasar por encima de los demás, que generalmente son los jodidos, la masa.

En medio de este viaje veraniego conocido en la jerga de tales colegios como “misiones”, en las que a los chicos se les dan baños de pueblo para justificar su supuesta religiosidad y benevolencia con los pobres a los que se ve no como iguales, sino como a perritos callejeros, desfilan instantes de racismo, homofobia, abuso sexual a menores, discriminación, linchamiento, e incluso el sacrificio de un miembro de la tribu, para así mantener el statu quo y el prestigio de superioridad moral institucional. Eso sí, sin abandonar en ese transcurso los rezos y las loas a Dios.
Sin duda, «El hoyo en la cerca» es interesante y fuera de lo común, logrando incomodar al espectador -seguramente más al que pertenezca a los estratos sociales que cuestiona– con la variedad de tópicos que retrata. Su desacierto sin embargo, radica precisamente en su ambición de presentar ese abanico de asuntos en una misma película, ya que muchos de ellos terminan por no cuajar narrativamente ni llevar a ningún lado, por lo que resultan en meras escenas anecdóticas que le restan fuerza la trama.
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Roberto Estrada es licenciado en Letras y diplomado en Historia del Cine por la Universidad de Guadalajara, además de diplomado en Historia del Arte por la Universidad Anáhuac. Ha sido periodista cultural en diversos medios locales de Guadalajara. Es miembro del Taller de teatro de Eduardo Villalpando, y se desempeña como bibliotecario de la Orquesta de Cámara de Zapopan.