DANDYS Y CÍNICOS
La cronista que atravesó la pandemia sin redes sociales
Leila Guerriero, la reconocida cronista argentina, estuvo los últimos días del mes de agosto e inicios del mes de septiembre por Guadalajara. La psicoanalista y escritora Johanna Aguilar y José Antonio Monterrosas, el periodista y editor de esta revista, tuvieron la oportunidad de conversar con la autora de diversos libros y crónicas en revistas como Gatopardo y el diario El País. La charla va del atentado a la vicepresidenta argentina, de su sana distancia con las redes sociales y la crónica en tiempos pandémicos.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

Luego de la conferencia magistral de la cronista argentina Leila Guerriero, sucedida el jueves 1 de diciembre, en el Laboratorio de Artes Variedades de Guadalajara, la psicoanalista Johanna Aguilar y yo, tuvimos la oportunidad de conversar al día siguiente, con la escritora argentina, un par de minutos. Esto fue en el Hotel Doble Tree del centro de Guadalajara, que curiosidades a parte tenía en la recepción y algunos de sus pasillos una exposición de paletas Tupsi Pop gigantes, realizadas por una artista llamada Elena Bulatova.
Fue en el séptimo piso de ese hotel, en una estancia con ventanales enormes que nos permitió tomar algunas fotos a la escritora acompañada de un paisaje abierto a sus espaldas. Guerriero parece una mujer retadora, con carácter, mirada fulminante, es el personaje tal vez que se ha creado, parece exigente con sus palabras, medidas, escrupulosas, con cautela responde casi sin titubear.
Ponemos frente a nosotros un celular sobre una silla, para grabar en video la conversación, intentamos tal vez tener un registro audiovisual para el streaming que realizo cada miércoles, llamado Cinismo en vivo, desde esta misma revista. Ahí compartimos un fragmento de ello hace una semana. En otro más grabamos en audio. Johanna y yo nos sentamos uno a cada lado de la cronista. No es un día fácil para Leila, viene de estar con un grupo de mujeres que tienen familiares desaparecidos, mujeres buscadoras, les llaman. Se nota un tanto el esfuerzo por mantenerse intacta para las entrevistas, lleva cuatro o cinco, la nuestra es de la últimas, le espera luego una más.
No puedo evitar iniciar con un tema de coyuntura política, que recorrió tal vez los noticiarios del mundo, es sobre lo sucedido a la vicepresidenta de su país, el atentado frustrado de un hombre que le apuntó con una pistola a Cristina Kirchner, una noche anterior, cuando precisamente Leila Guerriero se encontraba en la charla «En torno a la escritura de la no ficción», en la que decía que a los periodistas nos tocaba entender a la violencia más que enjuiciarla. Entonces le pregunto a Leila sobre esto:

–Ayer alguien te preguntaba sobre el tema de violencia y qué hacer como periodista y tú comentabas que no nos toca emitir un juicio sino más bien tratar de entender la violencia y precisamente ayer que estaba tu conferencia magistral allá en el LARVA (Laboratorio de Arte Variedades), en Argentina sucedió un acto de violencia simbólica que podría haber pasado a la violencia real, con la vicepresidenta Cristina Kirchner, y que bueno es un tema que tú has tratado el tema de Cristina Kirchner y la parte política. Y ha habido opiniones de algunos escritores, como Caparrós y Gastón García, que hablaban también sobre el tema en particular de lo que sucedió con la vicepresidenta y de esta violencia simbólica, que al final yo sí pienso que atravesó algo, que rompió con algo esa imagen en redes y en Internet, en la imagen. Me gustaría saber qué piensas tú, cómo te llega a ti esta noticia…
-Yo me enteré saliendo justamente del LARVA, por un mensaje que me dejó mi pareja y bueno de inmediato abrí el diario y la verdad es que me pareció espeluznante. Creo que es eso lo que más me impresionó, que se pasó una especie límite que todos dábamos por sentado, o sea, dábamos por sentado que nada de eso era posible que pasara, había como mucha crispación en la sociedad, como tantas otras, enfrentamientos, chicanas entre los políticos en la televisión, en la radio, pero esto de ponerle un arma en la cabeza a una persona, es algo que a mí me parece como si simbólicamente, de pronto, se empezara a rebasar un poco el agua, por un dique que estaba complicado, digamos.
«Me espeluzna la posibilidad de esta especie de mojón de hito simbólico, por suerte en el sentido de que no pasó nada, de que la vicepresidenta no salió lastimada, que no le pasó nada físico, pero además me imagino que se ha de haber llevado un susto espantoso. Nadie habla de eso, de lo que le pasó a ella, la situación, pero si te ponen un arma en la cabeza y te disparan, no creo que sea tan sencillo irte a dormir y decir: “bueno, que horror», ¡yo estaría en realidad en shock! Me parece que lo grave es eso, que ahora pareció este tipo, no sé, parece que es una especie de lobo solitario enloquecido y una especie de odiador serial, estuve leyendo algo sobre él y era una especie opinador, al que cada tanto encontraban los periodistas en la calle y preguntaba cosas. Lo grave de esto es el peso simbólico que tiene una cosas así. Esa foto fija de lo que pasó, ver que no abra la puerta a fotos fijas cada vez peores».

Johanna interviene y continúa con el tema. Le pregunta a Leila:
-Uno de los comentarios que estuve leyendo, sobre todo en el Instagram, donde había opiniones que decían que de alguna forma se justificaba este acto de violencia simbólica, al decir que era una persona antisocial, desajustada, un poco como también entrando en este análisis de la psique del sujeto, entonces decían que muchos de los medios de comunicación estaban justificando ese ataque, al hablar de que se tratada de una persona que podía tener ciertas características antisociales, pero también ahí se hace la precisión de que muchos medios que de alguna forma han colaborado a estas características, de cuestiones y opiniones odiadoras hacia la vicepresidenta, de cuestiones que han fomentado también opiniones, incluso señalaban un programa de la mañana en televisión abierta directamente, como promotor de estas opiniones odiadoras, tú qué nos puedes decir, qué piensas…
-Yo la verdad es que me la pasé de las 9 de la mañana a las 12:30 de la tarde, con un grupo de mujeres que me contaron una serie de historias de mujeres que buscan a sus familiares desaparecidos aquí, llegué al hotel, tomé un vaso de agua y desde las tres y media de la tarde estoy aquí en entrevista tras entrevistas. Entonces, en este momento pude dedicarle al tema unas cuatro horas en la noche y media hora cuando regresé al cuarto, no me gusta opinar sobre algo de lo que están diciendo de esto, lo que sí puedo decir es que hay un discurso desde los medios de comunicación oficialistas y desde los medios de comunicación no oficialistas, que promueve de alguna forma esto que decís y yo creo que es de los dos lados.
«Pienso que los medios más grandes, con más llegada, etcétera, son en este momento antioficialistas, digamos que, no sé si promueven este discurso, pero sí tienen un poco el discurso éste que es el de sí enfrentar, pero desde los medios oficialistas también se promueve un discurso que burla, que ningunea , que hace bullying, que irrita, no me parece que haya santos en este caso, sí creo que es un discurso que impregnó a la sociedad y que bajó desde el poder, eso lo tengo claro, no es algo que haya surgido de abajo, para nada, empezó en el poder, desde hace muchos años, y empezó a bajar y del poder mediático también, no es algo que haya, creo yo, no soy socióloga, pero que haya surgido como espontáneamente.
En ese momento le digo a Leila que si bien no es una socióloga, «sí es una observadora de la realidad», a lo que responde:
-Sí pero una observadora a la que le gusta tener conocimiento de determinadas cosas. Yo no soy especialista de la violencia, no soy especialista en análisis político y para opinar de esas cosas necesito investigar, estudiar ciertas cosas, y tengo un criterio propio como ciudadana sobre varias cosas, pero justamente el hablar con conocimiento es algo que falta bastante, no me gusta dar opiniones sobre lo que pasó con un sujeto que ayer a la noche le puso una pistola a la vicepresidenta y yo pude leer acerca de lo que pasó, apenas tres horas y media, porque estoy metida en otras cosas todo el tiempo.
Días después, el 6 de septiembre, Leila Guerriero publicó en El País un artículo sobre este tema titulado «Un disparo». Aquí va íntegro:
«Fue una sincronía cruel: el jueves de la semana pasada un sujeto apuntó un arma y disparó a la cabeza de Cristina Fernández de Kirchner, la vicepresidenta de la Argentina, y afortunadamente la bala no salió; dos días después se estrenó, en el festival de Venecia, Argentina, 1985, un filme dirigido por Santiago Mitre cuyo tema es el juicio a las Juntas que se llevó a cabo ese año en mi país, y sometió a la justicia civil a integrantes de las Juntas Militares de la dictadura que comenzó en 1976 y terminó en 1983. La película hace eje en el juicio y en la vida del fiscal a cargo, Julio César Strassera, interpretado por Ricardo Darín en una actuación más grande que la vida. Cuando termina de leer la acusación a los militares, dice: “Señores jueces, quiero utilizar una frase que pertenece ya a todo el pueblo argentino: ‘Nunca más”. Ese “Nunca más”, pronunciado por Strassera, viajó a lo largo de todos estos años, atravesando gobiernos más y menos catastróficos, todos democráticos. Era un patrimonio intangible en el que la mayor parte parecía estar de acuerdo: nunca más a la violencia. Me enteré del atentado horas después de que sucediera, cuando salí de dar una conferencia en Guadalajara, México, y quedé sumida en un horror confuso. Al parecer, el hecho es obra de un solitario, un alterado, pero el oficialismo y la oposición leen lo sucedido según su conveniencia. El oficialismo culpa a los medios y a la oposición por sembrar el odio; la oposición culpa a quienes gobiernan de lo mismo. Mi pesadilla personal es otra. Un hombre solo perforó, con su acto, una idea que parecía sólida, atravesó un umbral que parecía inexpugnable. La única pregunta posible no es quién tiene la culpa, sino qué produjo que ese sujeto lacerara, con una acción, 36 años de nunca más. La bala no salió, pero esa imagen ―la mano, la pistola en la cabeza― también es un disparo».
Fran Lebowitz decía que: «no es que no tenga redes sociales porque no sepa lo que son, sino es porque sé lo que son». Siempre preguntan por qué no tienes redes sociales, yo no tengo tantas cosas por las que nadie pregunta y me parece un poco absurdo como enfocar en eso, si yo les creyera que necesito para leer tener una red social, seguramente lo haría. Miro las redes sociales de las personas que me parecen interesantes.
LEILA GUERRIERO
La siguiente pregunta es sobre Instagram, un día antes, en la conferencia magistral, del 1 de septiembre, Johanna Aguilar le hizo una pregunta basada en un texto publicado en una cuenta de Instagram con el nombre de Leila Guerriero, en ese mismo momento la periodista detuvo a Johanna para decirle que ella no tiene cuenta de Instagram, en esta misma conrversación, cuando Johanna mencionó la palabra Instagram para referirse a la gente joven que participa en esta red social, Leila de nuevo le hizo énfasis en que ella «no tiene cuenta de Instagram», parece ser un tema sensible en la periodista, por lo que no pude dejar de hacerle una pregunta al respecto:
-Cómo vives tú con esto de no tener una red social, cómo convives tú con esta parte del cotidiano de la gente que sí está más metida en esto y tú que eres una cronista que se dedica a observar la realidad, las vidas de la gente, ¿cómo entiendes tú esa parte, estando con cierta distancia, no participando de manera directa?
-Fran Lebowitz decía que: «no es que no tenga redes sociales porque no sepa lo que son, sino es porque sé lo que son». Siempre preguntan por qué no tienes redes sociales, yo no tengo tantas cosas por las que nadie pregunta y me parece un poco absurdo como enfocar en eso, si yo les creyera que necesito para leer tener una red social, seguramente lo haría. Miro las redes sociales de las personas que me parecen interesantes.
-¿Qué piensas tú de eso en ese sentido, al mirarlos con cierta distancia?, le vuelvo a preguntar:
-A ver, lo que la gente aprovecha de las redes sociales, cierta inmediatez supongo, como estar al tanto todo el tiempo, de todo lo que la gente está conversando, yo siento que las cosas que terminan siendo importantes para mí, me entero casi con la misma rapidez con que se entera la gente.
«Mis amigos tienen redes sociales casi todos, digamos, entonces, yo lucho con mis amigos y de últimas si estuviera muy desconectada de la realidad, no tendría una conversación posible con ellos, estaría hablando de otra época, qué se yo. No siento que las redes sociales podrían agregarle nada a mi trabajo, creo que desconcentran muchísimo, no te dejan pensar, que en algunas ocasiones se ciñen a la reacción inmediata, rápida y es todo lo contrario a lo que yo hago.
«Yo no necesito que la gente me responda rápido, de inmediato, no hago esa lectura de la realidad, con las generaciones más jóvenes, yo tengo contacto, yo doy talleres con sesenta periodistas jóvenes y son todas personas que en su mayoría tienen entre 25 y 35 años. Todos tienen redes sociales, no he sentido que mi relación con ellos se vea vulnerada porque yo no tengo redes sociales o que vivamos en mundos distintos.

A Leila Guerriero no le gusta lo inmediato de las redes sociales, a Johanna y a mí nos hubiera gustado tener una entrevista mucho más extensa, pero la escritora ya la espera otro medio de comunicación, así que mientras Johanna subraya en esto, en que respeta las reglas de los tiempos acordados y que le hubiera gustado que nos comentara más sobre su trabajo de crónica, muy cercano a la etnografía, la verdad es que yo sí rompí un poco con esto de los tiempos y antes de despedirme le hice saber a la cronista y a Johanna que tengo otra pregunta más, pues no me quiero quedar con la duda, ya que en realidad no sé cuándo vuelva a tener la oportunidad de entrevistarla, porque luego de estar en Guadalajara, la autora de libros como Los suicidas del fin del mundo o Frutos extraños viajará a la Ciudad de México para pasar un mes ahí por motivos laborales, así que lanzo mi última pregunta, agradecido, es sobre el tema del Covid y la pandemia:
–En tu caso como cronista, ¿cómo lo has vivido? Porque el cronista sale, observa, convive con la gente…
-Mira yo tuve claro que durante el momento del confinamiento, en el cual no se puede hacer nada, no iba a poder hacer un perfil. O sea, no era el momento para poder hacer la gran crónica, el gran perfil, el método etnográfico, el estudio etnológico que yo lo estudie en la facultad de hecho, sé bastante de etnología y de antropología, era totalmente incompatible la situación con mi método de trabajo, entonces hasta que esto termine, yo sabía que iba a durar mucho tiempo, no pocos meses, no me planteo hacer el gran perfil, la gran crónica de viaje, porque era el camino más directo a la frustración, pero sí hice muchas cosas, trabajé muchísimo, escribí muchísimas columnas, al principio me preguntaba: «cómo voy a hacer para tener tema para escribir y cómo voy a hacer para no tener que escribir sobre la pandemia todo el tiempo».
«De alguna forma lo logré, tuve siempre una visión muy crítica acerca de lo que pasaba con el cuerpo en el espacio público, con el poner el cuerpo en el espacio público, con el transformar el cuerpo del otro en una especie de bomba viral, con la culpabilización y la estigmatización de los adolescentes, con el completo ninguneo de todo lo que tenía que ver con salud mental, tuve una visión muy crítica sobre todas esas cosas, escribí mucho sobre todas esas cosas, di una enorme cantidad de talleres, fueron como muy nutritivos, escribí conferencias, di clases y conferencias por Zoom, viaje a ferias de libros por Zoom, etcétera, lo hablé una vez con mi amigo escritor Martín Kohan, a quien le hice una nota durante la pandemia sobre su última novela para Babelia.
«Y entonces le pregunte: «¿Cómo nos llamamos Martín?» Porque él además no sólo no tiene redes sociales, si no que ni siquiera tiene un celular inteligente, tiene uno de esos teléfonos Nokia cuadrados y «cómo le hago para el Zoom«, «es que yo no comparto al Zoom con la presencialidad, yo comparo al Zoom con la nada», me dijo Martín y entonces está bien, es la nada o no conectarte con nadie, no dar clases en Zoom, y entonces «está bien, está bien porque es una situación de emergencia» y cuando Martín me dijo eso: «es verdad, es eso». «O sea ya, ya dejemos de quejarnos de que «¡ay la pantalla!». Tenemos esto o no tenemos nada, entonces tenemos esto, es mucho, pero bueno, sí qué se yo, no era el momento para salir a hacer la gran crónica de viaje por todo el país, pero bueno de a poco después pude salir y entonces ya, completamente incorporada a la cadena de producción».

Con esto terminamos la conversación con Leila Guerriero y esta crónica del momento que Johanna y yo tuvimos con la cronista durante su visita por Guadalajara, ambos, estoy seguro, nos llevamos preguntas, reflexiones y lecciones de periodismo, de hecho las comentamos in extenso en el Cinismo en vivo de hace una semana, espero que Leila Guerriero también se haya llevado algo de nosotros. Ahí por cierto, leí un fragmento del texto que el editor y periodista Rogelio Villarreal escribió sobre Leila Guerriero, quien la acompañó en varios momentos durante la visita de la cronista por la capital tapatía. Creo vale la pena compartirlo aquí para finalizar. El artículo lo que pueden leer íntegro en la revista literaria El Camealeón, publicación que da seguimiento a las actividades de Guadalajara Capital Mundial del Libro en este 2022.
Escribe Rogelio en «Elogio de un oficio»:
«En este sentido Zona de obras [uno de los libros de Leila Guerriero] es una lección magistral de periodismo, un curso completo, diría. “Conviene recordar”, sigue Leila, “que el periodismo no es una herramienta de evangelización ni un órgano de propaganda y que, en todo caso, cuando pierde su mirada crítica deja de ser periodismo. Y esa es la parte difícil, porque implica abandonar una orilla muy confortable y segura que se llama corrección política y con la que este oficio debería de llevarse a patadas”.
Apostar por el placer del texto, evadir el idioma aséptico de la burocracia, de los gobiernos y de las ONGs, de la prosa embalsamada, de los informes que dicen pero que no nos tocan. ¿Qué hay detrás de la palabra feminicidio? “Una mujer violada hasta la tumefacción y descuartizada por su marido”. ¿Y detrás de la expresión violencia de género? “Mujeres a las que les arrancan los ojos y a quienes queman con ácido”. “Envuelta en el hojaldre bonachón de palabras que no dicen nada”, nos recuerda Leila, “la realidad llega al lector desactivada, sumergida en hectolitros de líquido anestésico”.
Escribir: “tener la ambición, desmesurada y mesiánica, de contar lo que sea —Chernóbil, la tuberculosis, el hambre— como si nunca nadie lo hubiera contado antes. Sin esa ambición, desmesurada y mesiánica”, dice Leila, “la escritura no existe”. Una escritura que, insiste nuestra cronista, se alimenta del vasto universo de la literatura. “Un texto que deje, en quien lo lea, el rastro que dejan, también, el miedo o el amor, una enfermedad o una catástrofe”.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.