DILEMMAS DOMINICALES

¿Decoración, performance o silencio infantil «embolsado» ante el horror que cancela la esperanza?

No hay otra forma de hablar del horror que no sea de frente. Es la medida para saber si se está o no a la altura de las circunstancias. El pensamiento infantil nunca se ha distinguido por lo sofisticado. Como adultos hemos tenido la osadía de banalizar el dolor, con tal de seguir preservando el silencio. 

Por Emma González

En días pasados, miré la nota sobre la “peculiar” decoración del cablebús, al norte de la Ciudad de México. Esto fue por motivos de Halloween, que consistía en colgar unas bolsas negras simulando restos humanos, haciendo referencia a las miles de escenas que hemos visto hasta la náusea. La diferencia es que ahora estaban en tercera dimensión como “adorno” y esto impactó. 

Entre la indignación llegaron a señalar, con el dedo indicativo -cuál debe ser, porque si no, no tiene chiste-, que cómo era posible tal espectáculo, cuando por ahí pasaban niños. Hay quien se atrevió a asegurar que había que alejarlos del horror. ¡Vaya proeza! Quiero conocer a quien lo consiga. 

La inocencia me hizo pensar que quizá la decoración no era tal y se trataba de un performance o un scratch, que por ahí, en un golpe de suerte, habría una elaboración presencial de las escenas que de tan repetitivas, ya nos parecen familiares. 

Pero vi que no, que efectivamente era una “decoración”. Me dispuse a pensar en la niñez, como sugería la otra señora indignada de facebook. Pensé en esos niños aterrados por sus propios padres, por su madre en específico. Niños que a la vez aterran a otros que están igual de aterrados. También me pregunté por el adulto confiable que estará cerca para hablarles del horror, del miedo y de los embolsados. Pero también del consuelo, de la esperanza y de la promesa del futuro. ¿Quién es ese adulto que no sólo no los alejará del horror, (porque es algo imposible), sino que mejor aún, se los explicará?

Romantizar a la niñez como el lugar ideal, donde exclusivamente habitan personajes edulcorados resulta hasta grotesco, sobre todo para quienes no se la han pasado bien en esa etapa. Hay que hablar del horror y hablar del horror entre nosotros, como los adultos que se supone somos y, además, hablar del horror con ellos también.

No estoy diciendo que hay que seguirlos exponiendo a escenas cotidianas de personas desmembradas, sin una sola explicación de por medio. Estoy diciendo que hablar del horror y del miedo hace que no se le tome por obvio y se explicite. Evadir el horror nunca ha funcionado, es un placebo. Los niños tremendamente atemorizados y en soledad, saben que el terror no desaparece y menos si no hay nadie a su lado explicando que el miedo pasa, pero que hay que actuar para que la raíz del miedo se detenga. La calidad de la explicación dependerá, de las herramientas desarrolladas o en construcción de las que cada quien se provea.  

Hasta que no seamos capaces de asumir nuestra cobardía para enunciar lo impronunciable, tendremos cancelados los antídotos del consuelo y de la esperanza. Hay que hablar del horror con la debida seriedad que se merece.

EMMA GONZÁLEZ

No hay otra forma de hablar del horror que no sea de frente. Es la medida para saber si se está o no a la altura de las circunstancias. El pensamiento infantil nunca se ha distinguido por lo sofisticado. Como adultos hemos tenido la osadía de banalizar el dolor, con tal de seguir preservando el silencio. 

Hablemos de la esperanza y también del horror de estos tiempos, que nos tienen tan lastimados. Por suerte, para algunos niños aterrorizados, la infancia se vuelve lejana y con un golpe de suerte, puede que hasta se sienta ajena. La mala noticia es que para atravesar el horror, se hace necesario vivir por algún tiempo bajo el yugo del cuestionamiento, mismo con el que hay que tener cuidado, porque tanta racionalidad termina por igualarse al delirio.

Sin embargo, los tiempos aciagos son los que nos han hecho hablar del horror antes y hemos sobrevivido, se ha hecho hasta poesía después de lo indecible, aunque Theodor opine lo contrario. Sin poesía no hay forma de soportarlo.

Hasta que no seamos capaces de asumir nuestra cobardía para enunciar lo impronunciable, tendremos cancelados los antídotos del consuelo y de la esperanza. Hay que hablar del horror con la debida seriedad que se merece.

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Notas de referencia

“Embolsados” colocados en el Cablebús como adornos de Halloween causaron indignación; ya fueron retirados.

Emma González es «una mujer de buenas intenciones que ha pavimentado un camino directo y fácil al infierno».