DANDYS Y CÍNICOS
La Navidad de Messi
Recordaremos este fin de año 2022, por un Mundial de Futbol que terminó casi llegando los renos de Santa a casa, es que los de mi generación, de cuarenta años ahora, nunca habíamos vivido una Copa del Mundo navideña, no habíamos vivido una pandemia que nos tuvo en el encierro dos años, tampoco que Maradona estuviera muerto y que Messi fuera campeón del mundo.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras
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Mis muertos me llevaron de vuelta a la Ciudad de México a inicios del mes de noviembre. Fueron tantas actividades, coberturas periodísticas, visitas a amigos y dormir en otro sillón hundido varias semanas, que ver la inauguración del Mundial el 20 de noviembre, parecía ya un exceso de buena suerte desbordándose.
La verdad es que apenas tenía cabeza para pensar sobre el presente, el Día de Muertos, el acompañar a mi amigo Ricardo en la convalecencia de su madre de 90 años, el defender el centenario de Blue Demon contra las momias de Cineteca, Alejandro Pelayo y Nelson Carro, el conocer por esos días a Blue Demon Jr, en su tienda de la Ciudadela, el conversar a fondo con el músico Juan Cristóbal Grobet, quien perdiera a su madre este 2022, sí la destacada fotógrafa Lourdes Grobet, quien además inmortalizaría a Blue Demon en varias fotos que pude ver en el Museo del Estanquillo, ir con Maicol a la marcha más concurrida en este sexenio contra las malas decisiones políticas del presidente Andrés Manuel López Obrador -y en el día del cumpleaños del tabasqueño, el 13 de noviembre-, ir a ver las películas de la Muestra Internacional de Cine número 72, conversar con el cineasta canadiense Bruce La Bruce, que estuvo de visita en la Ciudad de México por los diez años del Cine Tonalá, estar en las presentaciones de libros como en el de Brenda Ríos o el de JM Servín, ir al Festival de Cine de Barrio en Xochimilco, y mucho más, para luego viajar a Guanajuato por el Festival Internacional de Cine del Bajío.
Ahí convivir por varios días con entrañables amigos: mi maestra de cine y de la vida, Teresa Carvajal, el Discoloco Mayor David Dávila y el Crítico Enmascarado, The Killer Film, y con ellos poder ver esa película que me remonta a mi niñez, Las momias de Guanajuato, 50 años después de su primera exhibición en 1972, en la Alhóndiga de Granaditas, con el gigante sabio Tinieblas presente, (aquel que vimos en nuestra infancia a lado de Capulina, quien fue el creador de Alushe y que también nos tocó conocerlo como la momia Satán en esta legendaria película, que ya dijo el luchador octagenario, que cuando muera quiere que lo entierren en Guanajuato para volverse momia y estar en un museo).
Al final, brincar desde la tercera cuerda a la Feria Internacional de Libro de Guadalajara, para así volver a mi nuevo cotidiano tapatío con tortas ahogadas en melancolía. Ojo, antes de llegar ese noviembre a la Ciudad de México, había pasado por Morelia, para celebrar su festival de cine número 20, donde entre otras cosas, pude ver la película Pinocho, de Guillermo del Toro, en un teatro que parecía hecho para esa proyección, cortado de la misma madera de mentiras, un cuento de hadas en Morelia hecho realidad en el Teatro Matamoros. A partir de ahora será la mejor película para ver en el recalentado navideño, con un Pinocho desobediente que entre más miente más ramitas y flores le crecen en su nariz torcida.
Tantas y tantas cosas, que cada uno de estos temas da para una crónica larga cada uno, larga, larga, larga, como mi nariz de Pinocchio, que claro mucho de esto se narró y mostró en las emisiones de los miércoles del Cinismo en vivo, a lado de mi estimado amigo Sergio Hidalgo, ese Demonio Azul del periodismo enmascarado.
¿Y el Mundial? Qué más da. ¿Qué más da?
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Dos días después de la inauguración del Mundial fue el primer partido de la Selección Mexicana. Cabe aclarar que México se encontraba en el mismo grupo que Arabia Saudita, Polonia y, ahora sabemos, el campeón del mundo, Argentina. El primer partido fue contra Polonia y prácticamente se me puso en frente, cuando cruzaba la plaza Hidalgo de Coyoacán para llegar a la Cineteca Nacional. Esto porque diario, durante varios días de noviembre, estuve yendo a ver por las mañanas, las películas de la Muestra Internacional de Cine, a las funciones para la prensa especializada, y como en los viejos tiempos prepandémicos me metí a la sala de cine con expertos como Carlos Bonfil, Sonia Riquer e incluso un Jorge Ayala Blanco con cubrebocas.
Aunque ya venía curtido del Festival de Cine de Morelia, ahí vi casi 14 películas, una por día, tales como la del final feliz Todo saldrá bien, del francés Francois Ozon; la turbulenta Corsage, de la austriaca Marie Kreutzer; la salvaje Lo que arde, del francés Oliver Laxe; la ridícula Sexo desafortunado o porno loco, del rumano Radu Jude; la traicionera Tar, del estadounidense Todd Field; la restaurada Los Caifanes, de Juan Ibáñez, ¡qué me perdí Rímini, del austriaco Ulrich Seild!, ¡no se puede todo, carajo! Pero sí, me la perdí por ir a ver a Tinieblas a la conferencia de prensa del Bajío International Film Festival, en la Universidad de la Comunicación de la colonia Roma.

La verdad es que ya para ese martes, las funciones tempraneras en Cineteca ya habían terminado, pero había que encontrar un lugar donde sentarse para escribir. Esto me llevó a la carpa que estaba puesta ahí en el mero Coyoacán, frente a mí. Al fondo una pantalla tenía a muchas personas de playera verde y otras como con una especie de pijama púrpura con blanco, el nuevo uniforme de la Selección Mexicana, me cuentan. Algún video saqué para mi Tik Tok, de los espectadores no tan animados, pues hacía frío y eran 9 de la mañana.
Me metí a un café de chinos, estaba vacío y había pantallas pasando el partido, el paraíso con pan y café. Minutos antes de que terminara el juego, salí de nuevo para ver cómo iba la dinámica en la carpa y grabar otro video para subirlo a mis redes sociales. Un chingo de gente eufórica, 0-0 el marcador final. Grabé otro video tiktokero y me acerqué a platicar con dos chicas que parecían polacas pero no, me dijeron que venían de Estados Unidos a pasar un par de días en la Ciudad de México y se les atravesó el futbol en el camino.
Así fue la vida durante las casi tres semanas en la gran Tenochtitlán, entre películas, conferencias de prensa, presentaciones de libros, entrevistas, varias borracheras y dormir en un sillón hundido, hasta que llegó el momento de viajar a Guanajuato por la segunda edición del Bajío International Film Festival. ¡Qué emoción!
¿Y el Mundial? Tendrá que esperar.
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El segundo partido de México contra Argentina, sucedido el 26 de noviembre, lo vi en Guanajuato, inmerso en el festival de cine del Bajío, que se realizó en Guanajuato capital del 23 al 27 de noviembre. Fue en un bar que se llama Once y que en sus paredes tiene a muchos personajes de la vida popular mexicana como el mismísimo Santo, el Enmascarado de Plata. Medio vi el partido a lado del Discoloco Mayor, El Crítico Enmascarado, el Sanctorum Joshua Gill y otros colegas relacionados con el Séptimo Arte.
Fue tan insignificante lo que hizo México en ese partido, que escribí en el Instagram, bajo una foto donde se ven un chingo de mesas y al fondo a Messi en la pantalla, celebrando un gol de los dos que le metieron a México: “Dejemos el cine un momento para vivir el sabor de la derrota mexicana”. Las cervezas y la botana hicieron lo suyo, nos la seguimos un par de horas con Discoloco Mayor, El Crítico Enmascardo, el Sanctorum, Tere Carvajal que se integró más tarde, ya que ella sí venía del cine, y nuevos amigos de Guanajuato.
Hice una transmisión desde ahí para hablar del festival de cine, creo que nunca mencioné el partido de fut, ni que había sido dedicado a Diego Armando Maradona, por la conmemoración de su fallecimiento, apenas sucedido hace dos años, el 25 de noviembre de 2020, en pleno encierro pandémico.
Al día siguiente el festival de cine terminó, no sin antes ver la película de Discolocos, de David Dávila, quien bailó High Energy en el cine. Pero como traía un poco de prisa por estar en la FIL de Guadalajara me quedé hasta la mañana del 29 de noviembre, junto con el Crítico Enmascarado, en casa de mi amigo Bosco, un cineasta turco que tiene tiempo viviendo en Guanajuato.
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El tercer partido de México lo vi recién llegado a Guadalajara, en la Feria Internacional del Libro. Fue curioso porque no habíamos vivido una FIL con Mundial. Esa mañana de 30 de noviembre, Argentina jugaba contra Polonia y México contra Arabia Saudita, a la misma hora.
En el stand de Argentina, ubicado en el área internacional de la FIL, éste se encontraba lleno de escritores, editores y periodistas argentinos. A unos pasos, en el stand del periódico Milenio, estaba repleto de periodistas, editores y escritores mexicanos. Así se multiplicaba esto último en otros stands donde había paisanos reunidos, se oía la emoción de la gente en diversos lugares de la Expo Guadalajara, aproveché para hacer otro Tik Tok. México, no pasó al quinto partido, como dicta la tradición.

En la FIL me reencontré con mi amiga periodista Mónica Maristain, quien ya había visto semanas antes en la Ciudad de México, en la inauguración de un festival de cine y migración en la lejana Plaza Carso. Mónica es una argentina que vive desde el año 2000 en México, por lo que sabe bien lo que es ser extranjera y migrante.
Durante la FIL, ella estuvo sentada frente a su computadora, en la sala de prensa, desde las 9 de la mañana, de pronto iba a realizar entrevistas o presentar algún libro, ¿o a ver partidos del Mundial? Ahí me dijo que no quería saber nada del Mundial, que le ponía muy nerviosa, que prefería no saber nada.
“Miré el partido al lado de muchos mexicanos. Digo miré, pero la verdad es que trataba de esconderme debajo de la mesa todo el tiempo”, escribió Mónica en Días de campeona, un texto que publicó en su revista Maremoto Maristain, luego de que Argentina ganara la Copa, se refiere al partido de México contra Argentina que fue a la par de la polémica inauguración de la FIL, por los pleitos en la Universidad de Guadalajara y el Gobierno de Jalisco, por temas presupuestales.
Explica ahí que aunque ese partido era especial para ella, pues estaba dedicado a Maradona, se sentía contenta por el triunfo de su país, pero triste por la Selección Mexicana, “triste por Gerardo Martino, que es un buen técnico, pero al que mañana todos los comentaristas intentarán fusilarlo”. Para Mónica ése fue un partido duro “y duro”, remarca: “ver las caras decepcionadas de tantos futboleros que una vez más no llegarán al quinto partido”.
México se fue de Qatar ese último día de noviembre. La FIL de Guadalajara continúo hasta el 4 de diciembre, todo mundo se fue de la ciudad, los locales a sus casas. ¿Qué quedó, además de libros, uno de Roger Bartra, otro de Avelina Lésper, el de JM Servin o el de Wenceslao Bruciaga, cuentos de Martín Kohan o el último libro de crítica de cine de Jorge Ayala Blanco? El Mundial de Futbol. ¡Qué carajos! Tendremos que darle seguimiento al Mundial, hasta el último partido y así fue. Además, tenemos un programa los miércoles, donde debemos hablar de algo, del Mundial, ya está. Ya viene Navidad, ¿Navidad? ¡Qué importa!
Así fue que el Mundial siguió su curso, le puse interés de manera parcial, sobre todo cuando uno no puede encender la computadora y ver los partidos sin más. Sé de las protestas y las muestras de apoyo a la diversidad y la defensa simbólica a los derechos humanos, expresiones en contra de la invasión a Ucrania y apoyo a las mujeres de Irán, del reclamo por las más de 6 mil muertes para construir estadios en Qatar, pero a esas alturas del partido todo queda en que Brasil pierde, aunque Neymar metió goles increíbles, que Portugal es derrotado y que Cristiano Ronaldo lloró en el vestidor como un bebé. Nuestra única opción entre tanta derrota e injusticia: Argentina.
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“Hoy es un día que debemos honrar a nuestros difuntos, viene un día de descanso y siete días de gloria”, dijo un tarotista venezolano que suelo ver en youtube. Eso fue antes del partido Argentina contra Croacia, ese martes, 13 de diciembre, que no parecía ser un día de buena suerte para ganar. Dicen que es un día de mala suerte para el mundo occidental, pues un martes 13 se produjo la confusión de las lenguas en la Torre de Babel, yo pienso que es todo lo contrario, es uno de la buena suerte, ¡bendita confusión de las lenguas!, pero eso no es suficiente para saber que la selección comandada por Messi derrotará a Croacia en el Mundial en Qatar, pues qué difunto más poderoso no puede haber que Diego Armando Maradona.
Argentina, pues, estaba seguro, ganaría y tendría el pase para la gran final contra Francia, pensé. El difunto barrigón hizo de las suyas para empujar el triunfo de los de la playera albiceleste, en este día de la mala suerte, claro, además de tener a uno de los mejores futbolistas de toda la historia de este juego de pelota: Lionel Messi. Maradona además que fue el jugador número trece en ese partido, fue ese arcano de la muerte rosa que hizo la magia en este juego, Messi su instrumento. Podrá ser campeón o no frente a la potencia francesa, eso ya no importaba, porque ese día Maradona ya había ganado con tres goles.
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La cábala y el futbol ya saben es muy importante para los argentinos. El 12 de diciembre le escribí a Pablo Brescia, quien editó un libro dedicado a Maradona. La llamada fue para invitarlo al Cinismo en vivo para conversar al respecto.
No sabía que el 12 de diciembre es el Día del hincha del Boca Juniors, el equipo que Pablo es fanático y en el que Maradona jugó. Pablo aceptó la invitación para platicar del libro y, aprovechando, de la semifinal de Argentina-Croacia, que para ese miércoles, 14 de diciembre ya habría sucedido.
Me sorprende saber que mientras en México miles van a visitar a la Virgen de Guadalupe, por el Día de las Lupitas, en Argentina celebran al Boca en La Bombonera. Leo en el portal Infobae que además del clima mundialista, en la antesala del duelo entre Argentina y Croacia, los fanáticos del Boca fueron convocados ese “12 del 12” en La Bombonera, donde se agotaron las reservas para socios y no socios para una presencia calculada de por lo menos 35 mil hinchas. Ahí mismo, por cierto, corearon el tema dedicado a Maradona, que es un clásico que suena desde los años ochenta.

¿Por qué el 12/12 se celebra el Día del hincha de Boca? Se lee en el título de una nota del sitio TYCSports. La historia cuenta que el 12 de diciembre se eligió en alusión al «Jugador Número 12», que es un apodo que nació en 1925 durante la primera gira de un equipo argentino en la historia. “Ese mítico periplo por Europa, hacia donde partieron en barco, fue premiado por la Asociación Argentina de Fútbol (precursora de la actual AFA) con una Copa de Honor. Entre jugadores, refuerzos de otros clubes, cuerpo técnico y dirigentes, hubo un fanático llamado Victoriano Caffarena. Este incondicional simpatizante azul y oro fue quien hizo las veces de masajista y utilero, además de financiar parte del viaje. De allí nació el apodo que luego, a partir de los años setentas, popularizó la barrabrava, teñido de hechos violentos”.
Así que siendo martes 13, como dijo ese tarotista venezolano, honré a mis difuntos, a mi madre y por qué no, a Maradona, qué más. Yo no soy para nada maradoniano, pero recordé una canción de Joaquín Sabina, al que ya escucho muy poco, pero que en algún tiempo lo escuché hasta el hartazgo, y recién me reconcilié un tanto con el cantante español al ver un documental sobre sus últimas épocas, Sintiéndolo mucho se llama esta película de Fernando de León de Aranoa, que fue de lo que vi en el último día del Festival Internacional de Cine de Morelia, la tarde del domingo, 30 de octubre, junto con otro valiosísimo sobre el cantante Leonard Cohen y su melodía “Hallelujah”, de Daniel Geller y Dayna Goldfine.
La rola de Sabina se llama Dieguitos y Mafaldas, que es una melodía claramente dedicada a Maradona y la canción, sin saber cómo explicarlo, me sacó unas lágrimas de cocodrilo. Así que destapé una botella de vino tinto que había comprado días antes de viajar a la Ciudad de México, cuando todavía ni el Mundial había comenzado y yo no imaginaba que noviembre fuera ese viaje tan largo y tan intenso, brindé por mis difuntos.

A la una de la tarde salí de casa, para caminar a un bar cercano, donde hay una pantalla gigantesca y las cervezas Victoria valen módicos 25 pesos. Tardé 12 minutos en llegar al sitio. A las 13:13, ya iniciado el partido entre Argentina y Croacia estaba sentado en una barra que da hacia esa gran pantalla. Era como si el lugar estuviera apartado para mí, pues tenía a dos personas de cada lado, yo en medio viendo de manera espectacular el juego.
Sergio un hombre ya viejo, que se encontraba de mi lado izquierdo dijo que no hubo falta a Messi, así fue como entró el primer gol argentino a la portería croata, también me contó que migró de Sonora y que de niño vio jugar al ahora hospitalizado Pelé. El resto es historia, pues.
Yo esperaba que Croacia al menos metiera uno, para seguir con la cábala, pero eso no llegó, pues hubiera sido hermoso que el marcador quedara 1-3 en un martes 13, pero fue 0, Croacia, y 3, Argentina. El número tres ha marcado esta historia, la gran final contra Francia fue 3-3. Maradona quería que Messi se llevara todo y Argentina su tercera estrella.
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Por esos días en que estaba por iniciar el Mundial, Pablo Brescia me había buscado para acordar una entrevista sobre su libro Planeta Maradona, pero entre una y otra cosa no pudimos empatar algo.
A Pablo lo conocí en la Feria del Libro de Guadalajara, en el noviembre de 2014 en que murió Chespirito, a quien tanto admiró Maradona. Nos presentaron por el libro Cortázar Sampleado, que él coordinó. Entonces como ya saben que la vida me puso en frente a Argentina, busqué a Pablo para realizar esa entrevista pendiente. Casi arribando a Buenos Aires, pues vive en Estados Unidos, me dijo que quedaba perfecto hablar de este libro un día después del partido Argentina contra Croacia. A mí también me pareció muy oportuno.
En este libro Pablo, quien es además crítico literario y profesor, escribe varias cosas sobre Maradona, tales como esta que me pareció importante para entender el momento que vivimos con Argentina como campeona, que obvio Pablo ni siquiera imaginaba cuando decidió editar ese libro, por allá del 2017:
“Un mito sintetiza, organiza y canaliza inconscientes colectivos que reúnen deseos, transgresiones, tabúes. Opera de muchas maneras, pero sobre todo de dos: crea realidad y sentido —y por eso es fuente de inspiración y puede ser progresista en la acepción más positiva de esa palabra— y también simplifica la complejidad y naturaliza lo construido —por lo que legitima el statu quo y puede ser conservador en la acepción más negativa de esa palabra. Jugador excelso que ganó y perdió, líder carismático, ídolo popular; personaje que murió y resucitó varias veces a las atenciones de los medios y también de la gente; apolíneo, brillante, genial, humilde, apasionado, generoso, afectuoso, leal, provocado, víctima; dionisíaco, opaco, terrenal, soberbio, indiferente, mezquino, violento, revanchista, provocador, victimario. Hizo cosas sublimes y cometió abusos terribles, contra sí mismo y contra los demás. La dualidad compleja de la dimensión mítica se acentúa tanto en la victoria y en el esplendor como en la derrota y en la bajeza”.
Al terminar el programa, del miércoles, 14 de diciembre, Pablo no creía que Argentina pudiera contra Francia, pero el domingo, 18 de diciembre, a nada de la Navidad, a Argentina le llegó una gran fiesta, cuando su selección de futbol le ganaba a la francesa. Salvo algunas publicaciones en Facebook sobre el tema, Pablo permaneció un tanto callado.
Yo creo que seguro todo esto lo planeó Diego para que Pablo pudiera escribir ahora un libro sobre Messi y su libro de Maradona tuviera más motivos para leerse, también para que Mónica tuviera estos días de campeona y que confirmara que el 2023, será para ella un año nuevo lleno de reinvenciones literarias y periodísticas.

Escribió Enric González en el periódico El País, luego de terminar la final que con el triunfo de Argentina ganó la literatura, pues: «nadie escribe de futbol como los argentinos. Y si Roberto Fontanarrosa hizo algo tan sublime como el cuento del Viejo Casale a partir de una simple final copera entre Central y Ñuls (vale, no fue una simple final), ¿qué conseguirá ahora cualquiera de los grandes literatos futboleros de este país tan lejano y tan cercano a Europa? Desde 1984 no había sucedido un atentado así. Ciertamente, el escritor tendrá que esperar a que se calme el temblor de manos. Porque el drama fue peliagudo. Qué final. Qué agonía. Y queda claro que Kyliam Mbappé puede llegar a ser Pelé. Queda aún más claro que Lionel Messi es Lionel Messi y ya está para siempre a salvo de las comparaciones con el gran Maradona: cada uno su carácter, cada uno su Mundial, cada uno su época. Y queda clarísimo, de forma rotunda, que Argentina estaba destinada a ganar su tercera estrella porque nadie peleó, sufrió y deseó como ese grupo albiazul dirigido por un señor bajito que paseaba entre sus compañeros con aire ausente, previendo con muchos segundos de antelación cuándo hacía falta que sufriera un pasmo y se moviera a velocidad de vértigo, como se movía aquel niño prodigioso que fue».
Ese artículo del escritor barcelonés, se publicó en papel precisamente el 19 de diciembre, que es prácticamente el título del cuento fundamental en la literatura dedicada al futbol, el de Roberto Fontanarrosa «19 de diciembre de 1971», también conocido como «El viejo Casale», incluido en su libro Nada del otro mundo y otros cuentos (1988), que el mismo Enric explica en un artículo publicado en el número de noviembre de la Revista de la Universidad de México con un dossier dedicado al futbol que: «con el lenguaje de la grada, la furia del fanático (en su caso de Rosario Central) y la brutal inocencia de un niño, Fontanarrosa creó una obra cumbre, desprovista en apariencia de cualquier ropaje intelectual, pero con una técnica literaria exquisita. Su cuento ha contribuido a que, más de cincuenta años después cada 19 de diciembre cientos de aficionados mayormente de Central, aunque también de fes distintas, celebren en todo el mundo el gol que Aldo Pedro Poy marcó en esa fecha los rivales de Newell’s».
Recordaremos este fin de año del 2022, por un Mundial de Futbol que terminó casi llegando a casa los renos de Santa. Los hombres de mi generación, que ahora tenemos cuarenta años y algunas canas en la cabellera, nunca habíamos vivido una Copa del Mundo en plena Navidad, no habíamos vivido una pandemia que nos tuviera en el encierro dos años, tampoco que Maradona, ese jugador que nos hizo soñar en otros mundiales, estuviera muerto. Es más, nunca habíamos vivido un Mundial que generara tanta incomodidad como lo fue el de Qatar. La victoria de Argentina es el epílogo de todo esto. Anda p’allá Santa, que esta Navidad, bobo, Maradona bajó de los cielos y el mesías es Lionel Messi.
En el Sanborns donde vi parte de la final de futbol ese domingo, estaba un niño disfrazado de Blue, el personaje de un videojuego de moda entre los chicos de ahora llamado Rainbow Friends. El chamaco con ropaje azul y una capucha con ojos como de corchola, saltaba de alegría frente a mí y entre las mesas, al saber que Messi había metido otro gol, mientras gritaba su nombre: «¡Messiii!». Pienso en las palabras del escritor fallecido en este 2022, Javier Marías: «el futbol es la recuperación semanal de la infancia», es decir, acotaría Enric González, «de la raíz de todas las literaturas». «¡Feliz Navidad!», le digo a ese niño, con mis manos puestas en la cabeza como orejas de Topo Gigio.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.