DANDYS Y CÍNICOS
Al final del año
La mañana del último jueves del 2022, recibí una noticia muy triste, el fallecimiento de la mamá de mi querido amigo Ricardo. Doña Luz, de 93 años, se fue en su departamento de la Ciudad de México, me lo expresó al teléfono su hijo, con la voz quebrada: “ya murió mi mamá”. Una hora después me enteré de la muerte de Pelé.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

La mañana del último jueves del 2022, recibí una noticia muy triste, el fallecimiento de la mamá de mi querido amigo Ricardo. Doña Luz, de 93 años, dejó este mundo en su departamento de la Ciudad de México en el que vivió por décadas. Me expresó al teléfono su hijo, con la voz quebrada: “ya murió mi mamá”. Tuve el gusto de conocerla hace más de 20 años en ese mismo lugar, ubicado en la colonia Copilco, y fue ahí mismo donde me despedí de ella en el mes de noviembre. Sabía que mi regreso no sería pronto.
Durante las tres semanas que Ricardo y su hermano Fernando, que me permitieron hospedarme en su casa para resolver algunos trámites en la ciudad, fui testigo desde un sillón de la sala de cómo cuidaron a su mamá. Un día fuimos por una cama de hospital al departamento de una vecina, para que doña Luz estuviera más cómoda y segura, otro día los acompañé al hospital para su consulta médica, en ese mismo deteriorado hospital López Mateos, inaugurado en tiempos de Díaz Ordaz, ubicado sobre Avenida Universidad, en el que recién llegado de Morelia a inicios de noviembre, la vi un par de minutos acostada, muy incómoda, en una una cama, luego de una semana de operada. Después ya en su casa acompañé a sus hijos en este duro proceso que es cuidar a una madre convaleciente. Algunas veces cenábamos juntos y doña Luz me confundía con Sergio, un amigo de ella de toda la vida. Sus palabras preferidas, ya muy entrada la madrugada para llevarla al baño, eran de manera imperativa: “¡Ricardo!” o “Fernando”, a veces también “¡Sergio!”.
Era una devoradora de libros. Las veces que la vi en su casa, cuando acompañaba a Maicol –así le decimos a Ricardo porque usa un copetito como el de la serie del auto increíble-, estaba leyendo, mientras la televisión permanecía encendida en su cuarto. Tanto Ricardo como Fernando no dudaban en decirme que en este sillón verde, que era su preferido, se la pasaba leyendo. Ese mismo sillón fue el que me acompañó, mientras yo dormía en el de al lado, custodiado por una pecera puesta en una mesa de noche.
Se cierran ciclos e historias y un año más se termina, hay personas y momentos que nunca volverán salvo en nuestros recuerdos, en las películas o en los libros, como esos que tanto le gustaban a doña Luz. A partir de ahora, mientras sigamos vivos, recordarla con sus hijos será para hablar, tal vez, de Pelé, que en paz descansen.
JOSÉ ANTONIO MONTERROSAS FIGUEIRAS
En una de esas mañanas de noviembre, cuando a doña Luz la traían en silla de ruedas a la mesa para desayunar, le alcancé a tomar una foto con mi celular, cuando Ricardo le decía algo al oído, muy cerca, pues ya no escuchaba bien. Ella parecía una niña con pijama y calcetines de colores. La vejez, pensé, nos devuelve un poco a ese rostro de la infancia que pensamos perdido. Al lado de Ricardo y su mamá en esa foto, hay una silla vacía, que da la espalda a la cámara.
La mañana del 23 de noviembre, antes de partir de casa de doña Luz rumbo a Guanajuato, para ir a cubrir un festival de cine y luego de ahí de vuelta a Guadalajara, me despedí de ella. En la orilla de su cama le di las gracias por recibirme, le dije que todo iba a estar bien y que había sido un gusto conocerla, le agradecí por tener a un hijo tan generoso conmigo, pues me ha apoyado en momentos complicados de mi vida, pidiendo a cambio tan sólo mi amistad. Doña Luz me volteó a ver con cara de quién eres tú, creo que no entendió mucho de lo que le expresé.
Esa mañana de 29 de diciembre, Luz Vallejo Aguilar nos dejó y una hora después de esta triste noticia, me entero que el Rey de Fútbol Pelé, tras estar un mes en el hospital en Brasil, también se había ido. Edson Arantes do Nacimento de 82 años, partió dejando un lugar, con el número 10, que nadie podrá ocupar en la historia del fútbol. Las horas que le quedan al año 2022 son de luto para el mundo, para Ricardo y Fernando, será una muerte más frente a la partida de su mamá, momento crucial en su historia personal y familiar.
Se cierran ciclos e historias y un año más se termina, hay personas y momentos que nunca volverán salvo en nuestros recuerdos, en las películas o en los libros, como esos que tanto le gustaban a doña Luz. A partir de ahora, mientras sigamos vivos, recordarla con sus hijos será para hablar, tal vez, de Pelé, que en paz descansen.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.