CINISMO NO TAN SECRETO

«La tranza como la mejor vía para escapar de la pobreza en México»

En entrevista para Los Cínicos, el escritor J.M. Servín platicó sobre el trabajo periodístico de algunos comunicadores que cita en su reciente novela Mi vida no tan secreta, obra que combina episodios personales con sucesos que fueron éxitos en venta para periódicos como El Heraldo, Novedades, Ovaciones segunda edición, La Prensa y la revista Alarma!

Por Eloy Linares

Los crímenes pasionales, el historial delictivo de los ladrones de bajo perfil, los chismes de la farándula y el gusto por observar las portadas de los tabloides, desmitifican el discurso político que describe al pueblo como virtuoso.

«Autobiografía sin falsos arrepentimientos», J.M. Servín.

En entrevista para Los Cínicos, el escritor J.M. Servín platicó sobre el trabajo periodístico de algunos comunicadores que cita en su reciente novela Mi vida no tan secreta, obra que combina episodios personales con sucesos que fueron exitosos en venta para periódicos, como El Heraldo, Novedades, Ovaciones segunda edición, La Prensa y la revista Alarma!

Al estar consciente que el país está lejos de ser el edén que el Cine de Oro proyectó y que tampoco se asemeja a las historias de Juan Rulfo, el autor de Mi vida no tan secreta recuerda que en 1982, el jefe de la policía de la Ciudad de México, Arturo Durazo Moreno, “El Negro”, ordenó la ejecución de trece narcotraficantes, cuyos cadáveres aparecieron en el río de Tula, afluente que se encuentra en el estado de Hidalgo. El acontecimiento formó parte de una ola de crímenes que el periodista Manuel Buendía denunció en su columna del periódico Excelsior, labor que le costó la vida. 

Sin embargo, aunque existen comunicadores comprometidos con su profesión, comentemos un error al imaginar el ámbito periodístico como un espacio incorruptible. Por ejemplo, en la columna Ensalada Popoff de Agustín Barrios Gómez, que se publicó en medios impresos como Impacto y Novedades, J. M. Servín se enteró del repentino enriquecimiento del expresidente de México Abelardo Rodríguez Lujan y, al leer entre líneas sus editoriales, conoció los movimientos de la mafia mexicana.

De acuerdo con el escritor, el periodista realizaba una labor de espionaje para “balconear” a personalidades de la época. Acción que le permitía obtener canonjías y dinero como lo hizo el periodista Carlos Denegri.

“Estos tipos eran lo mismo, eran parte de una estructura corrupta y vertical del periodismo como lo representaba el sistema político que había en México y que continúa en la actualidad. Además, algo importante sobre las columnas de Barrios Gómez era que aplicaba un tipo de periodismo al estilo gringo, el cual era un chismerío delicado, fino, en donde podías ir entretejiendo a los grandes capos de este país, aspecto que, por ejemplo, el escritor James Ellroy ha utilizado para armar sus novelas”, explicó J.M. Servín.

Mafiosos en Acapulco

A diferencia del mundo idílico que el Cine de Oro mexicano proyectó, J. M. Servín vivió una realidad que se asemejaba a las películas de Luis Buñuel, Ismael Rodríguez y Roberto Gavaldón, cuando habitó en un departamento de la calle Marsella de la colonia Juárez.

Recordó que al caminar rumbo al tianguis de Tepito y al sentarse en las banquetas de su colonia, observó a sujetos que después de participar en una pelea, juraban venganza, también veía a borrachos gritando incoherencias, mientras cargaban algún costal en el hombro.

Además, señaló que la industria del cine omitió sucesos que tenían relación con los negocios y las fiestas que la mafia internacional organizó en el puerto de Acapulco, reuniones que el periodista Roberto Blanco Moheno satanizó porque convirtieron la costa en “Sodoma y Gomorra”.

“Acapulco era un punto nodal en el nacimiento de la modernidad mexicana porque ya había sido contemplado por el gobierno y por los mafiosos gringos para convertirlo en un lugar que iba a ser el paso de la droga en México, como una especie de Montecarlo. Obviamente, esto congregó a una gran cantidad de personajes tanto de las altas esferas de la política, de la farándula y de la mafia. Sin embargo, Acapulco no se convirtió en lo que querían los mafiosos, pero hasta la fecha sigue siendo una de las sedes en donde se entrecruza lo peor del crimen organizado”, explicó el autor de la novela Mi vida no tan secreta.

En su novela, J. M. Servín explica que intentó emular las hazañas de delincuentes hollywoodenses, pero nunca se atrevió a dar el salto que lo pondría en contacto con la élite del hampa, que comandaba el expolicía y asaltabancos mexicano Alfredo Ríos Galeana, “El Feyo”.

ELOY LINARES
El periodista Roberto Blanco Moheno.

De acuerdo con la novela, a finales de los años 40, mafiosos de la talla de Frank Costello, Lucky Luciano, Virginia Hill, mejor conocida como «La Reina de la Mafia» y Meyer Lansky, llegaron a visitar las costas de Acapulco.

En las veladas que organizaban, actores de Hollywood como Orson Welles y Lana Turner convivían con María Félix, Mario Moreno “Cantinflas” y el expresidente de México, Adolfo Ruiz Cortínez.

Por este tipo de lagunas, el escritor declaró que el cine mexicano debe profundizar en las realidades que vive el país para dejar a un lado el folclore nacionalista que impulsa una imagen amable de México.

“La realidad del mexicano de extracción popular o pobre, son los grandes mitos que en este país se van estructurando a partir del cine, para sentirnos identificados y aceptar la pobreza y todas las deficiencias que hay en una sociedad, en donde no puedes acceder a una mejor vida sino es a través del engaño, la trampa, la tranza, etcétera. Por eso, el papel de Tin Tan es tan chingón porque él no representa a el peladito, el personifica al chilango típico que es cábula, amoroso y simpático que vive en ambientes proletarios. Al contrario de Cantinflas que representa al chistosito peladito y que terminó siendo cómplice del poder, por ejemplo, sus últimas diez películas son un continuo regaño al pueblo porque no somos virtuosos”, enfatizó J. M. Servín.

Enemigo público

En la década de los 80, Ríos Galeana, quien también fue conocido como “El Charro del Misterio”, por su faceta como cantante.

En su novela, J. M. Servín explica que intentó emular las hazañas de delincuentes hollywoodenses, pero nunca se atrevió a dar el salto que lo pondría en contacto con la élite del hampa, que comandaba el expolicía y asaltabancos mexicano Alfredo Ríos Galeana, “El Feyo”.

Durante esa época, sus víctimas eran los dueños de abarrotes y vinaterías, quienes recibían una paliza de su hermano menor mientras, junto con un amigo, robaban la mercancía y el dinero de la caja.

Aunque conoció a sujetos que se perfilaban para convertirse en asalta bancos, sus alas se cortaron cuando las autoridades detuvieron al policía que les brindaba protección.

“Ríos Galeana fue un tipo casi analfabeto, que surge de las fuerzas policiales y crea un emporio y un peligro en cuanto al gran asalto bancario, algo que rara vez se había visto antes, se había visto con Fidel Corvera Ríos, se había visto con la banda del automóvil gris, etcétera, pero no al nivel a donde él lo llevó y eso me parece que evidencia, claramente, la relación directa entre policías y autoridades policiacas. La corrupción y el gran desplazamiento organizativo de Ríos Galeana, no hubiera sido posible, sin la complicidad de la misma policía como institución. También hay que entender que estos personajes salen a luz porque el sistema político permite que un policía de un bajo rango se convierta en el enemigo público número uno”, recordó J. M. Servín.

En la década de los 80, Ríos Galeana, quien también fue conocido como “El Charro del Misterio”, por su faceta como cantante, escapó del Centro de Readaptación Social de Pachuca, Hidalgo, del penal de Santa Marta Acatitla y del Reclusorio Sur, ambos de la Ciudad de México.

Las autoridades los responsabilizaron por asaltar a más de 100 bancos. Por esos atracos, la policía calculó que obtuvo un botín de 100 millones de antiguos pesos.

En el 2005, agentes de la seguridad pública de los Estados Unidos, lo detuvieron cuando tramitaba un documento con el nombre de “Arturo Montoya” y lo entregaron a la Agencia Federal de Investigaciones (AFI). Al ser deportado, las autoridades mexicanas lo condenaron a 25 años de prisión por el delito de homicidio.

A los 14 años de su recaptura, el “enemigo público número uno”, perdió la vida por una infección en la sangre en el penal federal de Miahuatlán, Oaxaca. Cuando estuvo prófugo de la justicia, se sometió a varias cirugías plásticas para modificar su rostro. Al final de su vida, profesó la religión cristiana.

Más allá del laberinto de la soledad

Fábulas Pánicas.

A finales de los años 80,  J.M. Servín ingresó a trabajar como mensajero para el Banco Somex, empleo en donde convivió con un sujeto pretensioso que laboraba como periodista de finanzas en el periódico Excelsior.

De manera recurrente, el periodista| expresaba elogios a la obra de Carlos Fuentes, narrador que consideraba como el mejor escritor del país, pero le disgustaba la cercanía que Octavio Paz tenía con Televisa y declaraba que El laberinto de la soledad era un ensayo que no lo convencía.

Sin embargo, la imagen de intelectual se venía abajo cuando J. M. Servín evidenciaba su ignorancia por la obra de Truman Capote o Luis Spota.

“Más allá de su denuncia sobre la corrupción política, era un gran narrador, ameno, ágil y que todo el mundo leía, fenómeno que muy pocos escritores en México han igualado, quién más como él, sus obras se siguen editando. En los años 70 y 80 en todos los domicilios mexicanos había obras de Luis Spota, era un tipo con una gran conexión con el mexicano para contar historias, en donde se veía así mismo y veía la estructura de la política mexicana y la sociedad como un todo”, detalló J. M. Servín.

Al finalizar la entrevista, el escritor explicó que una de sus influencias son las crónicas que el periodista David García Salinas publicó en Los Populibros del periódico La Prensa.

“Pienso que es un gran periodista al que le faltó, quizá, un mayor impulso para madurar un poco más y para estructurar mejor sus relatos. Su trabajo sirve para entender, desde el periodismo, la biografía negra de la ciudad de México”.

En la novela, recuerda que comenzó a leer las crónicas de Salgado Salinas a escondidas de sus padres. En esa época, también le agradaban las colaboraciones de Mario Munguía Delgadillo, “Matarili Lirilón”, que se publicaban en la segunda edición del diario Ovaciones y tampoco se perdía las Fábulas Pánicas de Alejandro Jodorowsky en el periódico El Heraldo

*Hoy, 21 de febreo, Mi vida no tan secreta’, novela de J.M. Servín, se presenta a las 7 pm, en la Cafebrería El Péndulo de la colonia Roma, en avenida Álvaro Obregón 86.

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Eloy Linares, redactor freelance y egresado de la licenciatura en Ciencia Política por la BUAP.