DANDYS Y CÍNICOS
Vida eterna para ellos en el cine
La vela de la vida se le apagó a Ignacio López Tarso, el mismo fin de semana en que el reloj de arena se le acabó al Pinocho de Guillermo del Toro. Mientras el primero era velado en Bellas Artes, en la Ciudad de México, el otro era premiado en el Dolby Theatre de Los Ángeles, en Estados Unidos.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

Murió Ignacio López Tarso. Fue un día antes de que se llevara a cabo la ceremonia del Oscar 95. La coincidencia es interesante porque Macario, la película dirigida por Roberto Gavaldón que marcó la trayectoria del actor, fue el primer filme mexicano en ser nominado a Mejor Película en Lengua Extranjera en ese premio que da la Academia de Hollywood. López Tarso falleció a los 98 años, la tarde del sábado 11 de marzo, aunque él decía que quería llegar a los 110 años, pero la huesuda es caprichuda y se lo llevó antes.
En el Cinismo en vivo de la esa misma semana, el crítico de cine Sayo Hurtado y yo, hicimos una antesala del Oscar, comentamos sobre qué películas creíamos que deberían ganar y cuáles se llevarían una estatuilla con forma del “Indio Fernández”. Coincidimos en que la película de Everything Everywhere All at Once, dirigida por Daniel Kwan y Daniel Scheinert, sería la triunfadora de la noche, sobre películas como The Fabelmans. Coinicidimos pero no estabamos de acuerdo.
Si bien la primera película tiene sus virtudes y nos habla del presente-futuro, resultado entre otras cosas por el momento pospandémico, la segunda es un gran relato muy personal y autocrítico del octagenario Steven Spielberg, quien es quien la dirige, es además un homenaje al cine y a una forma de hacer cine. Spielberg nos cuenta cuáles fueron los resortes de sus películas. No es cosa menor, sobre todo cuando venimos de una pandemia. Fabelmans es una lección de vida y una lección de cine.
En el programa invariablemente apareció Ignacio López Tarso, pues tenía días en el hospital, y nos preguntábamos si el actor llegaría vivo al fin de semana y de no ser así, con ese humor negro que caracteriza a los mexicanos, lancé la pregunta a Sayo de si estaría en el In Memorian el domingo, bueno, al siguiente sábado, la noticia de la muerte de “Macario”, se hizo presente. También, ya entrados en ese sarcasmo nacional, le dije a Sayo ese miércoles que estaría ahí López Tarso, en el antepenúltimo lugar, porque el último sería para Steven Spielberg, pues “lo matarían en el Oscar”, al no ganar ni Mejor director, ni Mejor película. La realidad es que no sólo fue eso. ¡No ganó absolutamente nada! Ganó la ingratitud de Hollywood.
Pues bien, que ni «Macario» López Tarso, ni el «E.T.» Spielberg, fueron reconocidos, ni recordados. Ni el mismísimo Guillermo del Toro mencionó a López Tarso al momento de pasar por su Oscar a Mejor película animada por Pinocchio, que estaba cantadísmo para él. Soprende más sabiendo que Macario, según el cineasta tapatío, es una de sus diez películas preferidas del cine mexicano, las otras nueve son Una familia de tantas, El Suavecito, Calabacitas Tiernas, La oveja negra, No desearás la mujer de tu hijo, El hombre de papel, Flor Silvestre, María Candelaria, Vámonos con Pancho Villa y El Esqueleto de la señora Morales.
No mencionó al “Gepetto mexicano” en su discurso, pero sí puso un tweet horas antes que dice: “Don Ignacio, grande entre los grandes. Que descanse en paz nuestro Macario”, lo acompaña un fragmento de la película, cuando Macario encuentra a la muerte en medio de incontables velas que representan la vida apunto de apagarse y trata de evitar que la suya se esfume.
La mañana del sábado, 11 de marzo, mientras el hijo de López Tarso decía que su padre ya no hablaba y ya no comía, que escuchaba a Vivaldi en el hospital, pero que era un roble, me puse a ver Macario en youtube, pensado ya el descenlase. Las resonancias que tiene esa película en el Pinocho de Guillermo del Toro son impresionantes, el tema de la muerte en los mexicanos está tan presente en nuestro cotidiano que solemos no darnos cuenta.
No lo mencionó al “Gepetto mexicano” en su discurso, pero sí puso un tweet horas antes que dice: “Don Ignacio, grande entre los grandes. Que descanse en paz nuestro Macario”, lo acompañó un fragmento de la película, cuando Macario encuentra a la muerte en medio de incontables velas que representan la vida a punto de apagarse y trata de evitar que la suya se esfume.
JOSÉ ANTONIO MONTERROSAS FIGUEIRAS
Mientras que en Pinocho de Guillermo del Toro, el niño de madera se enfrenta a la Muerte que tiene relojes de arena para referirse a la vida de los humanos, el Macario de Roberto Gavaldón, es un campesino pobre encarnado por López Tarso, tiene un cúmulo de velas. Macario se vuelve curandero al tener un agua dada por la Muerte, esto como regalo por compartir con ella un guajolote que él hubiera preferido comerselo solito. Macario comienza con el Día de Muertos, Macario está basado en la obra de B. Traven y es tan rulfiana, que luego de esta película, López Tarso formará parte del reparto de El gallo de Oro, historia filmada cuatro años después de Macario, dirigida por el mismo cineasta Roberto Gavaldón y que está basada en la novela corta de Juan Rulfo El gallo de oro. Si bien el Pinocho de Guillermo del Toro no es un cuento de Rulfo, esa marioneta insolente y profana, podría ser una personificación de la Muerte alegre, muy a la mexicana.
La vela de la vida se le apagó a Ignacio López Tarso, el mismo fin de semana en que el reloj de arena de reconocimientos se le acabó al Pinocho de Guillermo del Toro. Mientras el primero era velado en Bellas Artes, en la Ciudad de México, el otro era premiado en el Dolby Theatre de Los Ángeles, en Estados Unidos
Una vez el cineasta tapatío le respondió una pregunta no tan fumada como la que le hicieron en esta ocasión al director de cine sobre si la estatuilla del Oscar hablara. Esto fue al ganar en los Golden Globes con La forma del agua, en el 2018. La pregunta la formuló una reportera de la agencia china de noticias Xinhua que dice: «Usted tiene una habilidad extraordinaria para ver el lado oscuro de la naturaleza humana, la fantasía y el terror, pero a la vez es una persona realmente alegre y amorosa. ¿Cómo logra ese balance?»
Del Toro contestó de inmediato: «Soy mexicano», entre las risas y aplausos del público presente, continuo: «¿Sabes? En cierto sentido nadie ama la vida más que nosotros, porque somos muy conscientes de la muerte. La belleza de la vida convive de cerca junto al único lugar al que todos vamos a ir: todos en este planeta estamos en un tren cuyo destino final es la muerte. Así que durante el camino vamos a vivir: tendremos belleza y amor y libertad. Creo que cuando se suprime uno de los dos lados de la ecuación [la oscuridad o la luz], se convierte en un panfleto. Cuando tomas en cuenta la oscuridad para contar la luz, es la realidad».
A estas alturas del texto, no me parece descabellado aquello que escribió el periodista y amigo Sergio Hidalgo sobre Macario, que «es probablemente la película de fantasía mexicana más importante de todos los tiempos”. Guillermo del Toro seguro podría decirnos más al respecto. Yo no olvido aquello que dijo Jorge Ayala Blanco de Ignacio López Tarso hace más de un lustro, que es: «Un personaje petrificado del cine mexicano».
Vida eterna para Macario, el pasado de México, y a Pinocho, de Guillermo del Toro, que podría ser el futuro de la humanidad. Vida eterna para ellos en el cine, por los siglos de los siglos.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.