DANDYS Y CÍNICOS
Aspirar a la erudición, no a una vida de película
Un grupo de alrededor de 20 jóvenes -con edad promedio 20 años- me esperaban para que les contará sobre mis exabruptos, torpezas, triunfos, expectativas, luchas periodísticas y la realidad real. No sé cómo pero dos horas ahí dije lo que pienso que es el periodismo, particularmente el periodismo cultural, un apellido un tanto mamón que le ponemos al oficio de escribir sobre las bellas y feas artes de la humanidad, como lo es el cine, pero es que sí, aspiramos a la erudición.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

El otro día, la fotógrafa Michelle Freyria, me invitó a platicar con sus alumnos de la carrera de periodismo de la Universidad Enrique Díaz de León, acá en Guadalajara. Con gusto acepté. Aprender de los más jóvenes es un privilegio, además mucho que contarles sobre mis peripecias en el periodismo de cine, pues para eso me invitaron, para hablar de periodismo y cine. La fecha se concretó sin demasiadas complicaciones: «¿viernes, 17 de marzo? Muy bien, Michelle, ahí nos vemos con tus alumnos a las 5 de la tarde. ¡Muchas gracias!»
Un grupo de alrededor de 20 jóvenes -con edad promedio 20 años- me esperaban para que les contará sobre mis exabruptos, torpezas, triunfos, expectativas, luchas periodísticas y la realidad real. No sé cómo pero dos horas ahí dije lo que pienso que es el periodismo, particularmente el periodismo cultural, un apellido un tanto mamón que le ponemos al oficio de escribir sobre las bellas y feas artes de la humanidad, como lo es el cine, pero es que sí, aspiramos a la erudición, como recién le escuché a la periodista y escritora Mónica Maristain decir en el programa Zona de contagio y aunque no le gusta eso de que la nombren periodista cultural, sino simplemente periodista, ella es una erudita.
Lo de la erudición también lo leí en uno de los textos de uno de mis maestros en todo esto, Rogelio Villarreal, editor de la revista Replicante, en donde escribí durante varios años. En esto uno puede ser un «improvisado o un erudito», explica Villarreal, pues «no hay tema que escape a la atención y a la disección del periodista cultural, que tiene que ser un género proteico y expansivo que se nutra indistintamente del ensayo literario, de la narrativa y la crónica, de la crítica cinematográfica, de la teoría del arte, de las ciencias sociales y exactas y de las nuevas tecnologías que están provocando cambios inusitados en todo el mundo».
Es por eso que más que montarme en el caballo de la crítica de cine -que tiene también su erudición-, preferí eso de ser cronista de cine, así como el cronista de fútbol, me importa lo que pasa con la película, pero también lo que pasa afuera de la sala de cine, no sólo juzgar la calidad de las películas de manera absoluta sino mirar su alrededor. Aunque cierto, merecía más el Oscar Spielberg, no sólo por su calidad, sino también por lo que ha generado en el Séptimo Arte y en la cultura pop en tantos años y décadas este cineasta, más que lo que ha dado al cine esa historia de multiversos llamada Everything everywhere all at once; merecía también algún reconocimiento la película de Tár, pero es «una película peligrosa para ganar el Oscar», así como advirtió la crítica de arte Avelina Lésper este fin de semana en su columna de Milenio y que -¡ah!- unos días antes el crítico de cine Sayo Hurtado y yo lo comentamos en el Cinismo en vivo -programa al que invité a la crítica de arte desde el 3 de marzo, por cierto, y hasta ahora no he recibido respuesta (¡snif! ), ¿nos habrá visto la ahora también youtubera?-. Bueno, que ella lo dijo con mayor erudición y genialidad, mejor que un hombre necio -y mediocre- como un servidor: «Tár es acusada de depredación sexual, pero su crimen es ser genial, independiente y auténtica. La depredación también la cometen los mediocres, pero los genios, los artistas son un castigo ejemplar. No obtuvo un solo premio Oscar, prueba de que es una película peligrosa en estos tiempos de censura y fanatismo».
Lo de la erudición también lo leí en uno de los textos de uno de mis maestros en todo esto, Rogelio Villarreal, editor de la revista Replicante, en donde escribí durante varios años. En esto uno puede ser un «improvisado o un erudito», explica Villarreal, pues «no hay tema que escape a la atención y a la disección del periodista cultural, que tiene que ser un género proteico y expansivo que se nutra indistintamente del ensayo literario, de la narrativa y la crónica, de la crítica cinematográfica, de la teoría del arte, de las ciencias sociales y exactas y de las nuevas tecnologías que están provocando cambios inusitados en todo el mundo».
Me pregunta un alumno en la clase si el periodismo tiene futuro, respondo que sí. Lo que no sé si tiene futuro son las empresas de comunicación tal como las conocimos cuando yo estaba sentado en una butaca de un salón de clase como ellos, cuando yo estudiaba la carrera de Ciencias de la Comunicación. Hace 25 años, las posibilidades para que un periodista o un estudiante de periodismo generara un espacio independiente y que los demás se enteraran de él era muy difícil, por más ganas que tuvieras. Otra cosa, claro, es si ello es rentable, pero al menos la voluntad e inquietud de hacerlo ahí está y es una discusión que da para otro texto, porque ahora la competencia es mayor.
Yo les digo, sin embargo, que usen Tik Tok, que tengan un blog, que generen su propio espacio, así como se lo escuché a Mónica Maristain: «tengan su propio espacio, aunque tengan que trabajar en un Oxxo», lo expresó hace un año a Naief Yehya, Mariana H y Alejandro Borrego. Agregaría que en un Oxxo pueden encontrar muchas historias que contar. Esa es la maravilla del periodismo, que uno encuentra historias en todas partes -y al mismo tiempo-. Yeyha, por cierto en esa emisión, dijo que sí no generas dinero en esto del periodismo o es que no eres un profesional o estás errando de carrera. No sé cómo le haga Yehya, seguro tuvo maestros que lo formaron para vivir de escribir y también a cobrar muy bien por sus notas, por supuesto que igual ha sido un maestro para mí, he leído varios de sus libros, lo he entrevistado y sus ensayos de cine en El Cultural del periódico La Razón son profundos y necesarios, tiene su talento, pero yo con honestidad sigo buscando esa fórmula perfecta -¿o secreta?- en todo esto del periodismo cultural y de la crítica -y la crónica- de cine, porque además importan la suerte y los contactos. Aunque lo que más importa es hacer, crear, escribir, decir, proponer, también mirar, leer, escuchar, leer, pensar, conversar y otra vez leer, no hay más. Luego llegarán los maestros, los aliados, también a la par los envidiosos, los enemigos, los que te quieran meter el pie y los que crean en ti a pesar de todo. Una y otra vez tendrás que levantar tus pedazos de ego y continuar. No somos de una sola pieza, el tiempo y la experiencia nos depura y también nos satura.
Al final, les leo un texto que será la introducción de un libro de crónicas, que espero algún día tenerlo listo -jejeje-. Se los leo además porque, en el camino a la universidad, descubro que éste me lo publicaron hace una década, el 17 de marzo de 2013, en la revista Replicante. La sincronicidad es sorprendente porque no suelo estar frente a un grupo de alumnos de periodismo para hablarles de periodismo y cine. El artículo se llama: «El diario de un cinéfilo».
Aquí algo de lo que les leí rápidamente, porque ya venía la clase siguiente. Creo que sigo pensando algo similar y podría nombrarlo ahora «El diario de un cínico». Dice así:
«Hablar de cine y crisis económica es el pan de cada día de los críticos y periodistas cinematográficos; creo incluso que si no hay “crisis” económica, difícilmente se puede escribir sobre cine con franqueza. Ya lo dijo alguna vez Jorge Ayala Blanco, “de la crítica cinematográfica no se vive”, aunque el también profesor e investigador lleva ejerciéndola desde hace cinco décadas tanto en libros como en publicaciones periódicas -ese 2013 cumplió cincuenta años de escribir sobre cine cada semana-.
En múltiples ocasiones el tema de la crisis económica salta en conversaciones con los colegas respecto del permanente estado crítico en el que se vive en la fuente cinematográfica. Paradójicamente, son las películas -las que vemos cada día- las que ayudan a resolver problemas reales, aunque muchas otras acaban por complicar más la vida del periodista o crítico fílmico.
No faltan los compañeros que reclaman -sin perder su estilo “hiperanalista”- por qué no salió su nombre en los quotes del estreno hollywoodense del verano o por lo menos en alguna boba comedia mexicana o de política ficción cuando ya se les había prometido el espacio (quotes, que suena a cuota, son las citas que aparecen en los carteles publicitarios de las películas). Eso sí los indigna.
Para no sufrir tanto de la crisis económica -y existencial-, la crítica cinematográfica puede ser realizada, en primera instancia, por estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación o por jubilosos jubilados de la vida. Hay, claro -si somos buenos observadores-, una fauna exótica que se suma a estas labores, como arquitectos, psicólogos, químicos, directores de cine frustrados y muchos seres -como éste que escribe- para los que el cine se ha vuelto un pretexto para mirar el mundo, para describirlo o deshacerlo. El costo muchas veces es elevado, y cuando se está a punto de tirar la toalla ante las carencias, algo surge, se ven señales por todos lados -también en los filmes- y una vez más se sienta uno en la butaca y toma notas del largometraje allá enfrente.
En tiempos de crisis económica, en los que escribir pareciera un absurdo, ver películas puede convertirse en un excelso distractor en la penumbra, para evitar la perdición en vicios peores, o en el momento catártico para volver a la luz y hallar soluciones a los problemas personales».
Cuando lo escribí tenía 35 años, y aunque cierto, podríamos separar la vida personal del trabajo, pero muchas veces las historias detrás de este oficio, como es el periodismo cultural y la crónica de cine, son de no creerse y ameritan ser contadas, pues nos llevamos las películas a la vida cotidiana, las vemos en las calles, en las redes sociales, así como en las conversaciones con los amigos: ¡Somos cínicos, cínicos de cine! Al final de esta nota, que escribí en un momento económicamente muy complicado, puse lo siguiente que me parece fundamental:
«No me reconozco como crítico de cine, acaso cronista de cine o periodista cultural, o sencillamente periodista. Creo que el periodismo es crítico o no es, y que en el momento de mirar una película el “crítico” está en realidad cronicando lo que mira, por tal motivo, tal como me lo dijo Jorge Ayala Blanco, “la película te dicta su propia crítica [su crónica también]”.
Cuando terminó la clase, además de aplausos orquestados por mi querida Michelle -jajaja-, una chica llamada Amairany se acercó para invitarme a su programa que realiza los sábados con sus amigos, un podcast. Amairany estuvo muy atenta a la charla, se cambió de lugar donde estaba atrás para ponerse en la butaca más cercana a mí y preguntó sobre qué pensaba de los fideicomisos, de los apoyos al cine en México, etc.

Varios chicos estuvieron interesados en lo que dije, otros como en todo no, prefirieron ver sus celulares. Eso así es. Hay maestros y alumnos para todos, como las películas mismas. Yo he encontrado algunos de ellos en el camino, otros más me han adoptado, algunos más se han decepcionado de mí o yo de ellos. Este 17 de marzo de 2023, será un buen recuerdo de todo ello, de que hemos hecho un recorrido, pero que nos toca seguir aprendiendo. Aspiremos más a la erudición que a una vida de película.
Por cierto, Michelle me tomó algunas fotos con su celular, son de cuando les pasaba algunos libros de mis maestros a aquellos estudiantes, que todavía permanecen y me siguen sorprendiendo. En mis tiempos de estudiante no había forma de contar esto de manera inmediata o tomar fotos del momento y compartirlas. Había otras maneras que también tenían su fascinación. Pensemos en ello, miremos de pronto hacia atrás, las cosas no llegaron hasta aquí por generación espontánea. Tienen su historia y también para eso sirve el periodismo.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.