CINISMO PELÓN

Carlos Salinas en la chupacabrona cultura pop mexicana

El 3 de abril de 1948, hace 75 años, en un lujoso hospital de la Ciudad de México nació el heredero de Abaddon, un diablo con cola, cuernos, una media calva y la misión de traer el apocalipsis a nuestro México, lindo y querido. Aquí cuenta el autor de esta macabra historia, cómo descubrió su guarida llena de azufre.

Por Sergio Hidalgo

Impresentables nacionales a todo color. 1era. temporada, de Franco Aceves Humana.

El 3 de abril de 1948, hace 75 años, en un lujoso hospital de la Ciudad de México nació el heredero de Abaddon, un diablo con cola, cuernos, una media calva y la misión de traer el apocalipsis a nuestro México, lindo y querido. Es por eso que traigo a cuento aquí, cómo descubrí su guarida llena de azufre.

Era 2018 y regresaba a mi casa después de tomar unas Carta Blanca. Platicaba animado con el taxista sobre sus aventuras en la CDMX, casi todas relacionadas con peligros o las clásicas conquistas de un chafirete promedio de la gran ciudad. Al doblar por la calle de Colorines y entrar a Árbol del Fuego me señaló un imponente caserón, que había llamado mi atención desde que me mudé a esa zona de Coyoacán.

Mirándome desde el retrovisor del Versa me soltó «¿Sabes quién vive ahí?», yo negué con la cabeza y, sin más, alzando la ceja y torciendo levemente la boca, dijo: «El Salinas». En mi cabeza comenzó a sonar el icónico tututututu tiririririri, tututututu tiririririri, de «Tubular Bells», que es el tema de El Exorcista.

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Como nos enseñó Stephen King en IT, los monstruos más terribles tardan en despertar, pero no mucho. Y la llegada de Carlos Salinas de Gortari a la cultura popular es prueba de ello.

Hoy sabemos que, detrás de su pelambre estilo Miguel Hidalgo se esconde un número maldito, el 666, la marca familiar del pueblo de Beelzebub. Y ese fatídico día en que fusiló a su trabajadora doméstica soltando un frío: “Yo la maté de un balazo, soy un héroe” fue el despertar de este Demian autóctono. 

Aun así, este hecho no trascendió ni llegó al Alarma! Se perdió en las páginas del Excélsior y no afectó en la carrera política de su padre, Raúl Salinas Lozano.

Fue hasta que Carlitos, nuestro Lucero de la mañana, ya todo un cachorro de la Revolución, se convirtió en Secretario de Programación y Presupuesto en el sexenio de su mentor, Miguel de la Madrid, que los chismes sobre este junior priísta comenzaron a inundar las calles.

Corrieron rumores de que De la Madrid era parte de la hermandad de la Mano Caída, una sociedad secreta de gays que se protegían y ayudaban a alcanzar el poder, entre los que el líder era el presidente. En esa era de rumores, se decía que Salinas había ascendido de manera meteórica por formar parte de este grupo de masones homoeróticos.

Eso sí, su papel en la política nacional todavía era mediano y no trascendía a la cultura popular, no ayudaba su personalidad, que era seca, ñoña y poco atractiva.

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El 4 de octubre de 1987, el día del destape de Salinas, comenzó un cambio en la personalidad del político, eliminó sus lentes de grueso armazón, que no ayudaba a su personalidad, que era seca, ñoña y poco atractiva.

Yo, remarcando la primera palabra le dije al taxista, «¿Te refieres a EL Salinas?, ¿El expresidente?». Sabiendo que tenía toda mi atención, masculló: «Bueno, no sé. Probablemente. Todo me hace pensar que sí».

Quedé intrigado, otro taxistas me habían dicho que, sobre Árbol del Fuego, estaban los ochenteros departamentos en los que vivió su infancia el futbolista Giovani dos Santos y que, donde Árbol del Fuego cambia de nombre a Suchil, estuvo la casa de la mamá de Pedro Armendariz Jr y que, en los setenta, cuando el actor llegaba de visita, se llenaba de adolescentes que veían con ojos de amor al «güerito» que salía en las películas.

Pero nunca pensé que a unos metros de mi casa estuviera la mansión embrujada en la que vivió el enemigo público número uno de la nación, un supervillano de la vida real, con algo de Lex Luthor, otro tanto de Nosferatu y un mucho de Kingpin, la antigua serpiente, el gran dragón», el dios negro, el dios de este siglo y el padre de la mentira.

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El 4 de octubre de 1987, el día del destape de Salinas, comenzó un cambio en la personalidad del político. De gris y desangelado, primero eliminó sus lentes de grueso armazón, luego comenzó a desarrollar una curiosa forma de declamar, alejada del estilo de los presidentes abogados anteriores, que tendían a tener una voz potente y un estilo de declamación de concurso de primaria pública. El estilo salinista, que se volvió un emblema de su sexenio, era pausado, un poco robótico, con cierta cadencia que tenía reminiscencias del tono fresa de la época, y una voz aguda, pero que intentaba transmitir emoción. Carlos Samael de Gortari había nacido.

Y ahora sí, comenzó a entrar por la puerta grande a la cultura pop nacional. Su estilo de oratoria fue copiado por los políticos de la época, acostumbrados a mimetizarse con el mandamás. Trascendieron sus apodos, que pasaron del Salinas Recortari, cuando era Secretario de Programación y Presupuesto, a Don Carlos. Se supo que en su paso por la UNAM era conocido como uno de los Toficos, un chiclosos que se anunciaban en la tele bajo el lema «¡Qué ricos son!», y que remarcaba la clase acomodada a la que pertenecía Salinas.

Antes de bajar del taxi le pregunté: «¿Cómo sabe que vive o vivía ahí el Salinas?». «Tenía un cliente que siempre recogía afuera de esa casota. Un pelón, delgado y con bigotito. Era muy divertido. Como le tenía confianza un día, en broma, le dije que era igualito al Salinas. Se empezó a reír y me dijo, ‘pues le atinó’, sacó su credencial de elector y me enseñó su nombre: Salinas de Gortari. No era el Salinas, Salinas, pero era su hermano y me dijo que esa era la casa de la familia».

SERGIO HIDALGO

Gracias a la ocurrencia de Jesusa Rodríguez, una de las pocas que se atrevió a parodiar a la bestia mientras era presidente, también trascendió otro apodo: Carlos Salido del Atari. En el ocaso de su gobierno se volvió «el Chupacabras», por su parecido con la supuesta criatura fantástica que aterró a Centroamérica y la zona sur de México. Ya como expresidente, La Jornada descubrió que él era Babalucas, un internauta que dejaba su opinión por aquí y por allá en el naciente internet.

Finalmente, mientras la figura de Andrés Manuel López Obrador comenzaba a crecer, se volvió popular la curiosa manera con que el Peje se refería a Salinas: El innombrable, un apelativo que, una vez más, dejaba entre ver que CSG era el anticristo.

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Antes de bajar del taxi le pregunté: «¿Cómo sabe que vive o vivía ahí el Salinas?». «Tenía un cliente que siempre recogía afuera de esa casota. Un pelón, delgado y con bigotito. Era muy divertido. Como le tenía confianza un día, en broma, le dije que era igualito al Salinas. Se empezó a reír y me dijo, ‘pues le atinó’, sacó su credencial de elector y me enseñó su nombre: Salinas de Gortari. No era el Salinas, Salinas, pero era su hermano y me dijo que esa era la casa de la familia».

Por no dejar, al llegar a casa, prendí la computadora y busqué si existía información que relaciona a Carlos Salinas de Gortari y la calle Árbol de Fuego. Con unos cuantos clics confirmé que mi informante tenía razón. Una vez más, el tema de El Exorcista, que también suena en el programa de radio con relatos de terror llamado La Mano Peluda, comenzó a sonar en mi cabeza.

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Consumatum Est, de Naranjo en Proceso, cartón correspondiente a la edición de la toma de posesión de Salinas, que a partir de ahí al monero le valió irse de las primeras páginas a la sección de Análisis, así lo relata Moisés Castillo en el libro La biografía secreta de un semanario polémico, p 219, (Editorial Producciones el Salario del Miedo).

Durante su mandato Carlos Salinas buscó por todos los medios trascender como un estadista, un visionario y el responsable de llevar a México al Primer Mundo. Casi no era sujeto de mofa en las caricaturas de la época, con la salvedad de La Jornada y El Norte. En el resto de los diarios de circulación nacional o local era tratado como un dios, eso sí, un dios oscuro. Llama la atención que, durante su campaña, logró que el mismísimo Gabriel Vargas, el padre de La Familia Burrón, realizara un cómic para alabar al gran pelón Basilisco, que era una copia casi al carbón, pero calva, de Regino Burrón.

Eso sí, como presidente, de repente trascendía alguna foto con él corriendo con su inseparable camisa con el logo de Solidaridad y su Casio, o se dejaba retratar con Michael Jackson o J.C. Chávez. Volvía a ser objeto de chismes, pero ahora no por ser parte de una cofradía de homosexuales, sino por tener por amante a una estrella de las telenovelas, por mandar desaparecer al cantante juvenil más popular del momento por, supuestamente, acostarse con su hija, y por tener internada a su esposa destrozada por las infidelidades del mandatario.

Aun así, sin nombrarlo, se dejaba sentir en el cine nacional, en cintas como El Bulto (Gabriel Retes, 1992), en la que un izquierdista despierta décadas después de sufrir un coma por un golpe propinado por la policía en el sexenio de Echeverría, sólo para reaparecer en el maravilloso México de Salinas de Gortari, al que, sin nombrarlo, alaban sus otrora compañeros de la vieja izquierda setentera. Fuera de eso, el verdadero momento que catapulta a Salinas, dando un salto de la política a la trascendencia cultural, llegaría más tarde, cuando, ya como ex presidente, su sucesor se encargó de mostrarlo como el culpable de todos los males de México, y la transformación de héroe a villano nos traería a la bestia del apocalipsis, al hijo de Satán encarnado y, finalmente, conoceríamos a Carlos Satan-linas de Gortari.  

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Según Proceso, Árbol del Fuego 91 era la casa familiar de los Salinas, donde vivió sus últimos años el patriarca de la familia, Raúl Salinas Lozano, padre de Carlos, Raúl, Sergio, Enrique y Adriana Salinas de Gortari. De hecho, en el mismo reportaje indican que ahí se colocaron, en un nicho ubicado en una capilla dentro de la casa, las cenizas de Raúl Salinas Lozano y su esposa, Margarita de Gortari. 

La casa era tan grande que, por dentro, no sólo tenía capilla, sino también canchas de tenis y viviendas destinadas a cada uno de los hijos de la familia, en las que, en diferentes momentos, llegaron a vivir todos los hijos del matrimonio con sus respectivas esposas. En el libro Los Salinas: Retratos de los cachorros del poder se indica que Carlos Salinas y su esposa, Cecilia Occelli, vivieron ahí sus primeros años de matrimonio.

Curiosamente, a los herederos de la familia Salinas no les importó el valor sentimental de esta vivienda, desde que llegué a la zona, año con año, la enorme casa ha ido perdiendo tamaño, y su enorme terreno ha ido cediendo espacio a diferentes inmobiliarias, construyendo complejos habitacionales de lujo, con albercas y gimnasios. En 2022 pregunté cuál era el precio de una duplex en uno de los 5 conjuntos de viviendas privadas que le han comido tamaño a la ex-casa de los Salinas, y el precio promedio era de 8 millones de pesos.

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Salinas con máscara

Primero tímidamente, pero luego alentados desde el poder, Carlos Salinas se volvió todavía más omnipresente en el sexenio de Zedillo que en el suyo propio. Era el villano favorito de los moneros, sin importar ideología política. Además, el rostro de nuestro Belial mexa comenzó a verse por todos lados.

De 1994 al 2000, Carlos Salinas de Gortari se hizo presente en:

  • El Santos contra la Tetona Mendoza (bajo el apelativo de El Ratón de Dublín)
  • La Serpiente Desplumada (el cómic de Sixto Valencia, donde aparece como El gran Tlatoani)
  • Nada Personal, (la telenovela de Epigmenio Ibarra y Carlos Payán que tenía como un misterioso villano a un hombre calvo que solo se veía de espaldas y hablaba con el sonsonete salinista y solo se conocía como X).
  • El video home Se chingaron al candidato Coloso, (donde aparece como El Licenciado).
  • Hechos de Peluche (rebautizado como Orejas DePortari)

Pero, sin duda, donde estuvo más presente este hijo de Pazuzu fue en las calles. Prácticamente en cada crucero vial se veía su rostro, gracias a las increíblemente populares máscaras de plástico barato, que caricaturizaba la calva y enormes orejas de la bestia. Por cierto, en esos años se rumoraba que estos disfraces eran financiados por Ernesto Zedillo.

La máscara de Salinas siempre era portada por un niño pequeño, para resaltar el tamaño estilo Medio Metro del ex-mandatario. Además de hacer malabares, el niño enmascarado tenía que finalizar su acto con algún movimiento cómico y ridículo, para que todos pudieran burlarse del ex-todopoderoso y, por lo menos, descargar un poco de furia interpósita persona con el diablillo que usurpaba a Leviathan

En el mismo nivel de popularidad se encuentran las incontables camisetas con dibujos de Salinas transmutado en el Chupacabras, con ropa de reo o con un ojo morado.

Menos populares fueron otros productos piratas, como llaveros con Salinas tras las rejas, o mini-judas, figuras de madera adornadas para quemar en Semana Santa, que tenían la imagen del ex-presidente pero, ahora sí, en versión demonio clásico, con todo y cuernitos, cola y trinchete.

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Los llaveros con Salinas tras las rejas fueron de los productos piratas menos populares, sin embargo muchos lo quisieran ver así.

Y así, mientras la historia familiar Salinista pierde una pieza de su historia con el derrumbe de su otrora casa familiar, para ceder paso a la aún mayor gentrificación de los barrios de Coyoacán, la idea de Carlos Salinas como un demonio de seis cabezas se mantiene, aunque matizada por los cada vez más descubiertos fans que alimentan el amor por la Gran Bestia, el Frater Perdurabo mexicano.

En años recientes, gracias a las redes sociales, han ido tomando valor los fans del pelón Lucífugo. Ya no es raro ver grupos de memes, como el popular Las Aventuras de Carlos Salinas de Gortari, que cuenta con más de 1 millón de seguidores, que se dedican a alabar las acciones del sexenio salinista y a criticar con humor a sus detractores.

De igual forma, ya es relativamente fácil comprar ropa alusiva al mandatario, como las sudaderas que comercia El Show de Don Píter, con los logos del programa social Solidaridad. En este podcast de culto uno de sus conductores originales, apodado muy apropiadamente «el Diablito» (amigo personal de Emiliano Salinas, hijo de don Carlos), dedicó muchas de sus participaciones para hablar maravillas del sexenio salinista, argumentando que esa fue una época feliz y próspera para muchos clasemedieros que hoy rondan los 40 años.

La máscara de Salinas siempre era portada por un niño pequeño, para resaltar el tamaño estilo Medio Metro del ex-mandatario.

Y no es para menos, en una era en la que la nostalgia está de moda, no es nada extraño que hoy muchos vean con cariño el sexenio que vivimos bajo las patas de cabra de Agualeguas, en el que los hombres de hoy eran niños, y muchos de ellos tenían vidas más sencillas, plenas y despreocupadas.

Por cierto, como curiosidad irónica, la ahora decadente casa de los Salinas en Árbol del Fuego se encuentra en la colonia Nueva Díaz Ordaz. Bien dicen que los monstruos se juntan.

C

Sergio Hidalgo fue asiduo caminante del ágora, hasta que la vida le enseñó que lo verdaderamente importante es dormir. Cree, sin pedantería, que uno se puede reír de todo y de todos. Actualmente corre la leyenda que es redactor en N+ y antes editor en el sitio Código Espagueti.