DANDYS Y CÍNICOS

Los misterios de un extraño geómetra de las letras (con antenitas en la cabeza)

Sí. Yo era de aquellos que jugaba incluso en las borracheras con esa muy mala broma de confundirlo con Chespirito, ya sé que no me van a aplaudir por ello, pero estoy seguro que más de uno lo ha pensado. Imagino incluso que el Chapulín Colorado puede tener cara de Roberto -Gómez- Bolaño: “¡No contaban con mi astucia!, ¿verdad?” Roberto Bolaño nuestro otro héroe latinoamericano. Ese escritor chapulinesco y trigonométrico, que este 28 de abril, de no haber muerto el 15 de julio de 2003, habría cumplido 70 años.

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

I.

Lo primero que tengo que decir aquí es que para mí Roberto Bolaño ha sido un extraño geómetra de las letras. Aunque su fotografía -creo que en blanco y negro- en la que aparece su rostro con cara de niño, lentes y chamarra de cuero, la tengo muy presente, yo he sido un lector un tanto borroso, no como muchos de mis amigos chilangos que están –virtualmente- a mi alrededor. Lúcidos y memoriosos.

Sí. Yo era de aquellos que jugaba incluso en las borracheras con esa muy mala broma de confundirlo con Chespirito, ya sé que no me van a aplaudir por ello, pero estoy seguro que más de uno lo ha pensado. Imagino incluso que el Chapulín Colorado puede tener cara de Roberto -Gómez- Bolaño: “¡No contaban con mi astucia!, ¿verdad?” Roberto Bolaño nuestro otro héroe latinoamericano. Ese escritor chapulinesco y trigonométrico.

Mi primer párrafo no debería existir, tampoco el segundo, pero ya está aquí el tercero. Y desde esta tercera cuerda, expreso que yo dije también que entré a la literatura de Roberto Bolaño por la puerta de atrás: la de la poesía. Fue un libro que miré en una librería de viejo en Coyoacán. El libro decía Tres en su portada con el dibujo de un volcán al lado. Al abrir el libro con portada rojinegra, de la editorial Acantilado, su precio no tenía madre: ¡30 pesos!, tal vez menos.

Tres, como la filmografía del también chileno Raúl Ruiz, que varias de sus películas tenían ese número. Ahí están Tres tristes tigres (1968), Las tres coronas del marinero (1983) o Tres vidas y una sola muerte (1996). Raúl Ruiz, por cierto, quien se fue a París tras el golpe militar a Salvador Allende en Chile, nos dijo en 2005, en el Festival Internacional de Cine de Morelia, frente a un servidor y varios colegas periodistas y cinéfilos, algo acerca de la poética en su cine: “Uno, en toda película la imagen persigue a la narración; dos, que cuando uno ve una película de quinientas tomas, no ve una película de quinientas tomas, ve quinientas películas; tres, una película vale en la medida de qué tanto miras a la película como la película te mira, es decir, la película es un ser que respira”. 

Cuando vi esa portada del libro de Bolaño con ese número, recordé también a la agrupación chilena Los Tres. Banda de rock que tanto he disfrutado y he escuchado hasta quedar dormido. Así que esa portada con el número tres y que fuera un libro de poemas escritos por el novelista Roberto Bolaño, para mí fue una señal de que podría haberlo robado, pero no: ¡Pagué los 30 pesos!

II.

Un día dije que no volvería a trabajar en una oficina, pero con el trabajo en la burocracia gubernamental -y la ayuda de mi madre y mi padre- pude comprar un departamento en Coyoacán, que pagué a plazos y palazos. Pero fue tal mi terquedad de no volver a una maldita oficina y no obedecer las sacrosantas instrucciones de vida de mi padre, de tener un trabajo de 8 horas como la gente decente, que preferí no sucumbir a ello y vivir en la sala y rentar las habitaciones, que eran dos, para así tener la libertad de seguir escribiendo en revistas que no pagaban, porque estos textos no merecen ni tres pesos.

En una de esas ocasiones, en que en redes sociales ofrecí una habitación de mi departamento, un chavo llamado Octavio, Octavio Paz, me escribió y me dijo que él estaba interesado en ver la habitación. Resulta que Octavio Paz me escuchaba en la radio, cuando yo leía entre canciones cuentos y poemas, de eso ya había pasado algunos años. El programa era dirigido por un capataz llamado Gabriel Ochoa, que obvio, tampoco pagaba. Éste sonaba en una estación llamada Órbita 105.7 y se escuchaba después de la Hora Nacional, los domingos. En ese programa llamado Punto neutro, seguro leímos a Bolaño.

Roberto Bolaño es algo así, un Godzilla que te persigue con un cuchillo en alguna mano. Durante estos primeros meses del 2023, en que cada sábado conversamos con la periodista Mónica Maristain sobre ese escritor apátrida, Bolaño aparece en pláticas con amigos que mirándolos bien se parecen a Bolaño.

JOSÉ ANTONIO MONTERROSAS FIGUEIRAS

Entonces Octavio Paz cuando llegó al depa y platicamos, aceptó irse a vivir para allá. Octavio Paz que admiraba a Gustavo Cerati, también era lector de Roberto Bolaño. Hablamos de Bolaño, como dos profundos conocedores. En alguna borrachera, yo le regalé ese libro Tres. Creo que Octavio, Octavio Paz, no conocía al poeta Bolaño. Octavio Paz, me regaló un libro de ensayos acerca de la literatura del autor de Detectives salvajes. Un bonito intercambio de libros.

Octavio Paz trabajaba en el tren ligero, era melómano y le gustaba la literatura, en algún momento durante su estancia en Coyoacán empezó a pintar pedazos de madera, luego se enamoró de una chica, al final se fue, un tanto enojado. Ya no recuerdo por qué, pero al tiempo volvimos a coincidir en La Canasta, un pequeño restorán que se encuentra en la esquina de ese departamento, donde me contó que finalmente se casó con esa chica de Veracruz. Ahora mantenemos comunicación por WhastApp y veo en su Instagram como construye una casa para su pequeña hija. Me dijo que renunció a su trabajo en el Tren Ligero de la Ciudad de México y se fue a vivir a Xalapa, en Veracruz. Algún día lo iré a visitar. Seguro podremos conversar sobre Roberto Bolaño. Yo estoy casi seguro que le presenté a Mónica Maristain, que hablaron de Bolaño y que le firmó el libro de El hijo de Míster Playa. La próxima vez que le escriba, le preguntaré.

III.

Hay un poema que me gusta de Bolaño porque me recuerda al poeta tapatío Ángel Ortuño, fallecido en uno de estos años de pandemia. Una vez Ortuño para despedirse en el chat del Facebook, luego de preguntarle sobre qué pensaba de la muerte del Perro Aguayo, se despidió diciéndome: “Por favor,/ que te persiga y alcance/ Godzilla/ con un cuchillo”. 

Recordé el poema de Bolaño que se llama “Godzilla en México”, que me gusta mucho y dice lo siguiente:

“Atiende esto, hijo mío: las bombas caían sobre la Ciudad de México pero nadie se daba cuenta. El aire llevó el veneno a través de las calles y las ventanas abiertas. Tú acababas de comer y veías en la tele los dibujos animados. Yo leía en la habitación de al lado cuando supe que íbamos a morir. Pese al mareo y las náuseas me arrastré hasta el comedor y te encontré en el suelo. Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte sino que íbamos a iniciar un viaje, uno más, juntos, y que no tuvieras miedo. Al marcharse, la muerte ni siquiera nos cerró los ojos. ¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después, ¿hormigas, abejas, cifras equivocadas en la gran sopa podrida del azar? Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros, héroes públicos y secretos”.

Roberto Bolaño es algo así, un Godzilla que te persigue con un cuchillo en alguna mano. Durante estos primeros meses del 2023, en que cada sábado conversamos con la periodista Mónica Maristain sobre ese escritor apátrida, Bolaño aparece en pláticas con amigos que mirándolos bien se parecen a Bolaño.

En la revista Los Cínicos, la cual edito, escribí un texto que se llama “Guadalajara y las nuevas costumbres”. Ahí hablo de mi experiencia de vivir esa ciudad luego de un año. Digo que el 14 de febrero de 2022, fue mi último día en aquel hermoso monstruo que me estrujó hace 44 años. Partí de la Ciudad de México con mis perros y gatos, con ropa y algunos libros, rumbo a una aventura llamada Guadalajara.

Ahí mismo recuerdo que Roberto Bolaño en su novela homenaje a la poeta uruguaya Alcira Soust Scaffo llamada Amuleto dice que: “La pérdida trajo consigo una nueva costumbre”. La nueva costumbre, creo, es leer a Roberto Bolaño. Pienso además que el número tres fue importante en su vida: murió un 15 de julio de 2003 y nació el 28 de abril de 1953.

En el libro Tres, en su tercera parte, en el fragmento 53, Bolaño escribe algo muy sugerente para la ocasión geométrica: “Soñé que volvía a los caminos, pero esta vez ya no tenía quince años sino más de cuarenta. Sólo poseía un libro, que llevaba en mi pequeña mochila. De pronto, mientras iba caminando, el libro comenzaba a arder. Amanecía y casi no pasaban coches. Mientras arrojaba la mochila chamuscada en una acequia sentí que la espalda me escocía como si tuviera alas”.

¿Sería acaso 2666 ese libro en la mochila?

C

José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural. Conduce el programa Cinismo en vivo.