La leyenda de la princesa Kaguya, es una obra fílmica japonesa, la cual merece una amplia recomendación y difusión por parte del Foro Internacional de la Cineteca Nacional, edición 35, afirma el autor de este ensayo. Por Francisco Meza

Resulta necesario señalar las cualidades que posee la Alta Definición de la animación de La leyenda de la princesa Kaguya (Japón, 2013), con autoría del octogenario cineasta japonés Isao Takahata. Espacio categórico donde se crea la mágica amalgama dada entre la estética narrativa en función de los códigos en imagen y sonido, amén de un contenido donde se esgrimen algunos sabios axiomas que rigen a la humanidad.
El trabajo de animación de Isao se caracteriza por el uso de una variedad de colores donde predomina la correspondencia y oposición entre los tonos pastel, propios de la acuarela y definidos en esa técnica, las cuales por su simplicidad y concisa distribución en el espacio, emulan un paradigma sustentado en el eje de la magia integrada en la realidad inmediata.
Además, posee como constante, la presencia artesanal en su manufactura. Hecho que la distingue de animaciones recientes de otros cineastas japoneses.
Durante la narración, la sumatoria integrada por el color aplicado, mas la construcción de los personajes, dan como resultado parcial una historia entrañable de principio a fin.
Representa al estético código musical estructural, donde prevalece, con regularidad, el medio tono en el conjunto de composiciones que integran la unidad cinematográfica.
Este código, se define a través de percusiones, cuerdas y voz femenina. Elementos que en su conjunto propone la naturaleza de la narración, la cual de inmediato ubica el orden —o filosofía— de la naturaleza cosmológica japonesa.
La trama se define en la anagnórisis o revelación, que acontece en el inicio de la historia a un campesino maduro con el oficio de cortador de bambú, al cual se muestra en una peculiar vara iluminada, que en su interior se encuentra la pequeña princesa, que cabe en las manos del anciano. La transporta de inmediato ante su esposa, de la misma edad, que al momento de tocarle sufre la metamorfosis, ella crece en segundos.
De esta manera, da inicio la historia de la Princesa Kaguya de genuino origen lunar y por lo tanto de carácter divino, la cual comparte su presencia en la tierra con el rol de hija de esa pareja de campesinos, ubicada en el periodo feudal del siglo IX o X japonés.
El cineasta trabaja, durante el desarrollo de la narración, el sutil detalle que describe el movimiento de arañas, ranas y mariposas, así como de árboles y vegetación propia de la región. Todo esto en función del crecimiento de la princesa.
Otra anagnórisis o revelación, se hace presente en el relato de manera directa en ese personaje lunar femenino, que consiste en la dura crítica a la nobleza en cuanto a la manera de “comprar”, por parte de su padre adoptivo, un título nobiliario que les permite alternar con la aristocracia, restándoles credibilidad a su cometido.
La divinidad lunar dota a la pareja de campesinos una buena cantidad de piedras preciosas y oro con la finalidad de salvaguardar a la princesa.
Al momento de la revelación, sucede un drástico cambio emocional en la joven, representado en la pantalla con la animación de Takahata. Una violenta carrera que destruye todo a su paso y en la cual pierde gran parte de su ropaje, dirigiéndose hacia la zona rural. Estos hechos encuentran desarrollo ante un círculo plateado de la luna.
Isao desarrolla este bello plano secuencia en varios tonos de gris y negro. Siempre en oposición y correspondencia con algún rojo, amarillo o tenue verde, lo que dota a la historia una estética, relacionada de manera íntima, con la cosmología funcional de esa nación del oriente.
Espacio en donde hay cabida a la parte nodal de esta historia: el inminente regreso del personaje lunar a su lugar de origen.
Una contradicción surge de inmediato, en cuanto al origen divino que se le atribuye en especial a la familia real del Japón y del personaje lunar, que por convencionalismos, ignorancia o protocolos no es valorado como tal, a pesar de su naturaleza verdadera.
De esta manera surge la sentencia que versa sobre el verdadero origen divino, el cual queda vetado para el humano y que solo la leyenda, el mito y la tradición oral tratarán de avalarlo de manera artificiosa.
En este plano secuencia, de emociones negativas en la princesa, se observa una relación de correspondencia y oposición, con varios elementos que encuentran formalidad en el expresionismo alemán literario y cinematográfico, que en su momento de siglo XX gozó de la influencia de este tipo de ancestrales figuras literarias orientales.
Así el HD basado en el cuento popular El cortador de bambú, producido por Studio Ghibli, con costo en 49 mil 300 millones de dólares, resulta una obra artística amplia y muy recomendable en el inicio del Foro Internacional de la Cineteca Nacional.
©
Francisco Meza, crítico de cine y antropólogo.
-
Foto: Vladimir Bustamante.