ENSAYO
La muerte en las películas mexicanas
El cine tiene muchos ejemplos de cómo la muerte puede ser captada por la lente. Un tema complejo y lleno de aristas en la cinematografía mexicana, «que seguramente seguirá dando de qué hablar», apunta el autor de este ensayo en el que le da un arrimón a la Huesuda fílmica.
Por Héctor Trejo S.
En México, la película más representativa de la muerte, que la retrata de una manera muy peculiar, es Macario (1960), dirigida por Roberto Gavaldón y protagonizada por Ignacio López Tarso. En este filme se muestra fielmente la relación que existe entre el mexicano y la huesuda.
Basada en la gran novela homónima de Bruno Traven, Gavaldón dirige y escribe, junto a Emilio Carballido, una historia en donde un campesino que vive hundido en la miseria, comiendo apenas para sobrevivir, decide no probar bocado hasta no recibir un guajolote para él solo. En un arranque de coraje, su esposa roba un pavo para ofrecérselo a Macario, quien lo acepta gustoso aunque trata de ocultarse de sus hijos y del resto de la gente para poder paladearlo sin interrupciones. Sin embargo, al internarse en el bosque encuentra a personajes que le piden un poco de su manjar.
La convivencia de Macario con la muerte pone a este filme en la cima de las películas que la miran con ojos sensibles, haciéndola más cercana a lo que nuestros antepasados nos han inculcado, convirtiéndola en un vehículo de transición de un mundo a otro, de una realidad a otra y de un estado físico a uno espiritual.
A pesar de que Macario tiene una gran luminosidad, una fotografía avasalladora, reflejo de los conceptos cosmogónicos de algunas regiones de nuestro país, que consideran a la muerte como un culto muy particular, los críticos de la época acabaron con el filme cuando fue presentada públicamente, pues lo consideraron un comercial de las tradiciones populares mexicanas, relacionadas con la muerte.
Una secuencia grandiosa retrata la esencia del filme, aunque fue la que detonó los comentarios negativos de la crítica: En una caverna llena de velas –cada una representando un alma viva- permite el recorrido de Macario en transición del mundo al inframundo. Cabe mencionar que ésta fue la primera cinta mexicana nominada al Oscar A Mejor Película Extranjera.
El 8 de junio de 1960, el diario Novedades describía en su publicidad:
“Fantasía y grandiosidad en la aventura que vive Macario como milagroso curandero de Tasco; y dramático realismo en sus andanzas de famélico leñador. Aspectos que hacen de la película Macario un bello claro-oscuro, sublimizado por la fotografía de Gabriel Figueroa y por la dirección de Roberto Gavaldón. Como en la producción de este filme todo se planeó con el afán de hacer cine de categoría, los papeles estelares fueron encomendados a dos auténticos artistas: Ignacio López Tarso y Pina Pellicer”. [1]
A pesar de que Macario tiene una gran luminosidad, una fotografía avasalladora, reflejo de los conceptos cosmogónicos de algunas regiones de nuestro país, que consideran a la muerte como un culto muy particular, los críticos de la época acabaron con el filme cuando fue presentada públicamente, pues lo consideraron un comercial de las tradiciones populares mexicanas, relacionadas con la muerte.

Otro filme mexicano que aborda el tema de la muerte, aunque desde una perspectiva mucho más delimitada, es La Santa Muerte, filme dirigido por el cineasta cristiano Paco del Toro, en 2007, y que fuera protagonizado por la finada Karla Álvarez y Harry Geithner.
Tomando como parámetro las necesidades evangelizadoras y la normatividad espiritual establecida por la comunidad cristiana de nuestro país, este Del Toro —no confundir de ninguna manera con Guillermo— propicia un diálogo con el espectador usando como marco referencial sus creencias y necesidades, como hace algunos años lo afirmé en el periódico Pulso de San Luis Potosí, en mi columna Cinematógrafo 04:
“La Santa Muerte”, (es) una cinta que raya en lo despiadado, con secuencias que se aproximan el cine mexicano de terror por la sangre injustificada en la mayoría de sus secuencias. El argumento (…) habla del culto enemigo del ser humano, poniendo a la ‘huesuda’ como un elemento sobrenatural, capaz de cobrar todos los favores concedidos a sus seguidores, en pocas palabras como un ente maligno”. [2]

La leyenda de la Nahuala , también del 2007, dirigida por Ricardo Arnaiz, y La Leyenda de la Llorona, del 2011, realizada por Alberto Rodríguez (ambas de la casa productora Ánima Estudios), nos hablan de dos mitos muy mexicanos en los que se ve materializada la muerte: la nahuala y la llorona. Ambos filmes son animaciones y por su discurso audiovisual están perfectamente encaminadas al público infantil.
La primera consiguió el Ariel a Mejor Película Animada en 2008, premio que entrega la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. “Se sitúa a principios del siglo XIX en la ciudad de Puebla de los Ángeles y es una película de miedo para niños que rescata las tradiciones y costumbres de dicha ciudad”. [3] La segunda, es el retrato infantil de un personaje muerto, que está en este mundo para llevarse a los niños al inframundo y con ellos suplir a sus hijos perdidos en vida.
El Libro de la vida (2014), es otro filme para niños en el que se ve a la muerte como una rectora del mundo de los espíritus, tomando en consideración a la tradición mexicana del Día de Muertos, elemento cultural que aparece de manera reiterada en el cine mexicano, aunque poco nos refieren al concepto de la muerte de cintas ya mencionadas. Esta cinta fue dirigida por Jorge R. Rodríguez y producida por Guillermo del Toro, cuyo nombre original es The Book of Life, pues fue creada expresamente para dar a conocer esta tradición en los Estados Unidos.
La película narra el viaje de Manolo un joven torero que se debate entre cumplir con las expectativas de su familia o seguir su corazón y dedicarse a su verdadera pasión que es la música. Antes de escoger el camino que seguirá, emprende una aventura recorriendo tres mundos fantásticos, donde tendrá que superar sus peores miedos para poder volver a vivir.
La Parka es muy diferente a las anteriores para entender el tema de la muerte, sin entrar en detalles religiosos, más bien atendiendo a momentos urbanos que transforman la percepción del imaginario colectivo. Un tema complejo y lleno de aristas en el cine mexicano, que seguramente seguirá dando de qué hablar.
No solo existe material cinematográfico que hable de la muerte desde el género de la ficción, también hay quienes han trabajado el tema desde la perspectiva del documental, he aquí el ejemplo que considero más destacado, se llama La Parka (2014), es un cortometraje documental dirigido por el nicaragüense Gabriel Serra pero realizado en México como parte de un trabajo escolar que tuvo su origen en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).

El filme ha conseguido diversos premios internacionales por su visión sui generis de la muerte, utilizando a Efraín, un matancero (encargado de matar a las vacas en un rastro), a quien apodan “La Parka», para obtener el testimonio de un personaje que se vuelve la muerte misma para los animales. Un dato peculiar es que este corto participó en la edición número 87 de los premios Oscar de la Academia Cinematográfica estadounidense, participando por México en busca de la preciada —y casi fálica— estatuilla.
Una óptica muy diferente a las anteriores para entender el tema de la muerte, sin entrar en detalles religiosos, más bien atendiendo a momentos urbanos que transforman la percepción del imaginario colectivo. Un tema complejo y lleno de aristas en el cine mexicano, que seguramente seguirá dando de qué hablar.©
[1] Pellicer, A. (2006). Pina Pellicer: luz de tristeza (1934-1964). México: UANL-UNAM-Conaculta.
[2] Trejo, H. (2007, septiembre 7). «La Santa Muerte, evangelizadora y cruda, pero sin una pizca de arte». Pulso San Luis, Sección Cinco p.3.
[3] Rodríguez, M. (2007). Animación: unas perspectiva desde México. México: UNAM, Centro de Estudios Cinematográficos.
Héctor Trejo S. es académico, crítico de cine y cineasta independiente.
