DANDYS Y CÍNICOS
Thomasin, encabronadamente embrujadora
La bruja de Eggers más que terror es una historia de amor retorcido, pues amor que no se rebela es pura vanidad, como bien lo dice aquella melodía de Albert Pla: “Lola, ven a buscarme piensa en mí, quiero montarme yo en tu escoba tras de ti. Yo creo que estoy loco, muy loco por ti”.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

La película de terror La bruja (EUA, 2015), opera prima de Robert Eggers, me recordó la simpática melodía del barcelonés Albert Pla Lola, en la que nos cuenta —con tonos agridulces y sonsonete infantil— sus desvaríos emocionales, producto del amor embrutecido que le provoca esa bruja llamada Lola (Lo-li-ta). Si llevásemos esta canción a la pantalla de cine, podríamos decir que esa bruja es la misma que miramos, en el filme del estadounidense, pero con el nombre de Thomasin.
Canta Pla en esa rola que podemos encontrar en su disco del 2006, Vida y milagros: “Lola dicen que estás siempre en la luna, que un día perdiste la cabeza, dicen que un buen día quemaste tu casa, mataste a tu padre y tu familia lloraba, te volviste loca. Y te soltaste el pelo y te fuiste volando, y ahora va sí sí sí sí… Vas cabalgando en una escoba, siempre en la luna, llévame contigo a la luna, llévame contigo a la luna”.
La bruja, narra los días y las noches que viven una familia, en el año de 1630, en un bosque de la Nueva Inglaterra, al noroeste de Estados Unidos, después de ser expulsados de una colonia por diferencias religiosas. En ese lugar, retirado de los otros, les pasan cosas extrañas y terribles al granjero, su esposa y sus cinco hijos; tales como la desaparición repentina del recién nacido, tras el juego con su bella y dócil hermana adolescente, Thomasin, de ahora te veo y ahora no te veo, ahora te veo y ahora no te veo, ahora te veo y ahora no lo veo —¿dónde quedó el hermanito? La historia avanza y la relación entre los familiares se va envenenando lentamente, culpando a Thomasin de todas las desavenencias del clan.
El Negro Phillip, un macho cabrío que forma parte de los animales que conviven con esa familia de excomulgados, está enamorado de Thomasin —sabemos que se llama así porque él habla con los gemelos y ellos se lo van contar a su hermana mayor. Esa cabra negra (que en realidad es un cabrón muy cabrón), se pasa toda la película intentando conquistar a la aprendiz de bruja Lolita —de las formas más terribles—, confundiendo a la familia hasta el grado de ponerlos en contra de ella —pues quién va a creer que el Negro Phillip habla.
Thomasin, no sabe o sospecha que es bruja —nosotros durante gran parte de la historia tampoco, o eso creemos— y cabe agregar que está encarnada por Anya Taylor-Joy, una actriz ex bailarina de ballet, de envidiables veinte años, con múltiples raíces y que viajó de Argentina a los Estados Unidos, siendo rechazada para estar a lado de Angelina Jolie en Maléfica (EUA, 2014) como la Princesa Aurora. Es decir, que frente a esa hermosura de mujer y con ese humor tan moderado y con esa encantadora sonrisa, cualquiera podría estar como el Negro Phillip: encabronadamente embrujado por Thomasin.
Thomasin, no sabe o sospecha que es bruja —nosotros durante gran parte de la historia tampoco, o eso creemos— y cabe agregar que está encarnada por Anya Taylor-Joy, una actriz ex bailarina de ballet, de envidiables veinte años, con múltiples raíces y que viajó de Argentina a los Estados Unidos, siendo rechazada para estar a lado de Angelina Jolie en Maléfica (EUA, 2014) como la Princesa Aurora.

La primera imagen de la película es precisamente el rostro de Thomasin, vestida con ropas que aprietan su cuerpo y que la hacen ver como una niña dócil e ingenua, mientras su padre reta a la comunidad y estos los acaban corriendo de la comunidad. Al final, vemos cómo el Negro Phillip la desnuda, mientras le pregunta a ella, casi susurrando, si quiere conocer el mundo, si quiere un lindo vestido, si quiere sentir el sabor de la mantequilla.
Durante toda la película sabemos que no es la deliciosa Thomasin la que mata a sus parientes —bueno, sólo a su madre y fue en defensa propia—, y nos damos cuenta que fue ese mamífero rumiante —y parlanchín—, quien la pone en ese sitio frente a ellos. Sus padres, en algún momento, la quieren regresar de nuevo al pueblo porque ya está en edad de volar, pero el Negro Phillip se les adelantó.
En el libro La historia de la fealdad (Lumen, 2007) del recién fallecido Umberto Eco, en su capítulo VIII, el escritor italiano le dedica espacio a la brujería, el satanismo y el sadismo. Precisamente ahí vemos la imagen del macho cabrío rodeado por mujeres de todas las edades. Es la pintura de Francisco de Goya, El Aquelarre, de 1797-1798. Algo importante que advierte Eco es que la magia negra era practicada desde la antigüedad tanto por hombres (los brujos) como por mujeres, pero que por una especie de misoginia arraigada se identificaba preferentemente como ser maléfico a la mujer y que “con mayor razón el mundo cristiano, solo podía llevarla a cabo una mujer” y que de hecho, en la Edad Media ya se menciona el aquelarre (o prado del macho cabrío) como una reunión diabólica en la que las brujas no sólo se dedican a hacer encantamientos sino que organizaban incluso orgías con el diablo, bajo la forma de un macho cabrío, un Negro Phillip cualquiera pues, quien es “símbolo de la concupiscencia”.

Alguna vez Stanley Kubrick expresó, a partir de su película El Resplandor (EUA, 1980), que el cine de terror debe perseguir un objetivo, asomarnos al lado oscuro de la condición humana sin tener que enfrentarnos a el directamente. La historia increíblemente contada por Kubrick que es una adaptación de el libro de Stephen King con ese mismo nombre, fue paradójicamente detestada por el escritor, no así la película de La bruja que le asustó, es decir que le gustó por real, tensa, reflexiva, así como visceral.
No dejo de pensar, sin embargo, que La bruja de Eggers más que terror es una historia de amor retorcido, pues amor que no se rebela es pura vanidad, como bien lo dice aquella melodía de Albert Pla: “Lola, ven a buscarme piensa en mí, quiero montarme yo en tu escoba tras de ti. Yo creo que estoy loco, muy loco por ti”. ©
Anya en el video de Red Lips, del dúo de DJ’s GTA, antes de su primer protagónico en el cine que fue The Witch:
José Antonio Monterrosas Figueiras, editor cínico en Los Cínicos y periodista repicante en Replicante.
