DANDYS Y CÍNICOS

El triunfo de Los geranios y la nieve, de Alonso Guzmán

«Me gusta la derrota de su novela», explica el autor de este artículo, «porque en ella ya no tenemos nada que perder». En Los geranios y la nieve, de Alonso Guzmán, «están las señales del derrumbe humano. Pero en este valle de los muertos, a pesar de todo, algo florece, porque Toluca es el espejo negado de México».

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

A la memoria de mi madre, Leonor Carolina Figueiras Azamar, fallecida en Metepec, Estado de México, el 13 de julio de 2016 e incinerada, al día siguiente, en los hornos de Toluca.

“Se oyó en el cielo: ¡Cayó Babilonia! Se ha convertido en prueba de demonios, ser mutilados, cuerpos despreciables”.

Diálogo en el filme Las marimbas del infierno, del guatemalteco-mexicano-estadounidense, Julio Hernández Cordón.

 

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El narrador y locutor, Alonso Guzmán.

Yo conocí al autor de esta novela hace tres o cuatro años, a unos cuantos locales de aquí. Fue en una tortería donde nos comimos unas robustas toluqueñas y algunas cervezas. Alonso y yo platicamos de la vida cotidiana, como si nos conociéramos desde niños.

Tiempo después me convertí en un cínico, porque Alonso necesitaba de alguien que le hiciera segunda en el programa de cine Los Cínicos de Uni Radio. Así que como yo he estado involucrado en aquello que llaman tiránicamente la crítica de cine, pues me integré a su programa de los jueves en la noche.

Un día, reunidos en El Cantón, esa casa de fantasmas y alucardos bebedores de garañonas, que se encuentra a unas cuadras de este sitio, en Metepec, me dijo: “Carnal, te presento mi nuevo libro”. Y era apenas un engargolado que tenía como título: Los geranios y la nieve referencia al poema de José Luis Álamo Epístola a Toluca: «Y tú, Toluca, amada, «Bella». ¡Reina de los geranios y la nieve!, apártame un rectángulo de tierra para que, cuando llegue su occidente, mi corazón, ya silencioso, pueda dormir en tu regazo… ¡para siempre!» Así que por cursi que parezca, no brindamos con ese brebaje verde de más de diez hierbas oriundo de estas tierras, sino con unas Chaparritas —él la de uva y yo la de naranja.

Luego pasó el tiempo y Alonso me regaló su libro, pero yo nunca escribí algo sobre éste. No sé qué pasó, pero ahora me encuentro aquí leyendo esto para expresarles que estamos frente a una novela que, aunque a Alonso no le guste, para mí es más un poema o una prosa poética o una metanovela pusmoderna toluqueña.

Es que lo que encontré en este pequeño libro negro, editado por la Diablura de Jorge Herrera, son los pensamientos erráticos y sucios que vagan en el aire de esta ciudad llamada Toluca y que Alonso los bajó a papel. Una imagen tal vez que recuerdo haber visto en una película de Wim Wenders, Las alas del deseo, en la que los hombres y las mujeres de Berlín mientras van abordo del metro o bailan en algún toquín, un ángel que deambula entre ellos, logra escuchar sus pensamientos y conducirlos.

Alonso me ha dicho, palabras más o menos: “cuéntale tus secretos a Toluca y nunca saldrás de esta ciudad”. Cada párrafo de esta novela pusmoderna toluqueña es algo así. Los pensamientos de personajes retorcidos, como el pedófilo Gordo Henry,  el multihomicida Deerhunter o el periodista fracasado Cervantes, que se retuercen aún más cuando otros también comienzan a sacar su más oscuras ideas.

De su libro —aunque él no lo crea—, subrayé muchas cosas, imaginaba que podía tal vez entrevistarlo y ahora estoy aquí leyendo estas palabras a lado de él y frente a ustedes. Resulta que Los geranios y la nieve lo leí en varios espacios, viajó a otros lugares como Morelia y algo que recuerdo muy bien es cuando trepado en la línea azul del metro de la Ciudad de México, en el momento en que a un hombre le comían los brazos y las piernas en la novela, al mismo tiempo, otro hombre se arrastraba frente a mí, sin brazos y sin piernas, pidiéndome una moneda.

Esta novela de Alonso Guzmán es un homenaje a las feas artes de Toluca. Y para que los nervios no se disparen, hay una risa macabrona que se escucha en es oscuro pasillo por el que vamos mirando hacia el suelo, así como el dios Tolo, ése que dice Alonso que es el “dios jorobado”, porque Toluca es «el lugar del dios que inclina la cabeza».

Los geranios y la nieve
«Un hombre muere en la acera después de un estornudo».

Esta novela de Alonso Guzmán es un homenaje a las feas artes de Toluca (pedofilia, bestialismo, feminicidios, canibalismo o sacrificios humanos). Y para que los nervios no se disparen, hay una risa macabrona que se escucha en ese oscuro pasillo por el que vamos mirando hacia el suelo, así como el dios Tolo, ése que dice Alonso que es el “dios jorobado”, porque Toluca es «el lugar del dios que inclina la cabeza».

Me gusta la derrota de su novela. Porque en ella ya no tenemos nada que perder. En Los geranios y la nieve están las señales del derrumbe humano, pero en este valle de los muertos, a pesar de todo, algo florece, porque Toluca es el espejo negado de México. Las noticias que llegan a mi celular, se parecen cada vez más a los “trozos de podredumbre” literaria de Alonso Guzmán, pero sin su gracia.

Si me preguntaran con qué me quedo de todo esto, sería tal vez con lo que encontré en la página 75:

“El viejo maltlatzinca, jefe de la policía, lloró en silencio al convencerse que Coltzin nunca perdonaría a la gente del valle. Estaba seguro que desde el cerro del Toloche su dios seguiría lanzando pesadillas a los hombres de Tollocan. El viejo jefe lo intuía, sabía que sus viejos huesos terminarían ahí junto a los otros, sacudidos por la muerte, sin recuerdo, perdidos entre la carne podrida de las décadas. Se daba por vencido, no había sangre, himen, placenta, huesos que calmaran la rabia de dios. Agobiado, abatido de la sangre de la última sacrificada, vio en aquella cueva inmunda un hermoso geranio. Tembló de miedo. Conocía la leyenda, conocía el sacrificio que el dios torcido exigía a sus ciervos. El viejo jefe matlazinca lloró como un niño sin madre al saber que era su propia vida la que el dios buscaba”. ©

* Versión de un texto leído en la presentación de Los geranios y la nieve (Diablura ediciones, 2014) de Alonso Guzmán, sucedida la tarde del 27 de julio de 2016, en la Casa del Diezmo, en Metepec, Estado de México.

José Antonio Monterrosas Figueiras
Reportero Repicante.

José Antonio Monterrosas Figueiras, editor cínico en Los Cínicos y periodista replicante en Replicante.

@jamonterrosas