CINEMÁTICA (NO ES UNA CRÍTICA DE CINE)
El demonio neón, canibalismo chic
El demonio neón, del danés danés Nicolas Winding Refn, tiene una premisa cautivadora que promete llevarnos a lo más pútrido del alma y que se queda tan sólo en la superficie de los caprichos humanos: la necrofilia y el canibalismo son un pretexto para provocar sin sentido y no una respuesta a la que debería ser un guión golpeador, apunta la crítica de cine.
Por Daniela Dávila

Presa fácil –grácil- es el letrero que Jese, la chica nueva de la ciudad, parece tener tallado en la frente. Una frente que corresponde con simetría perfecta a su rostro: ultra blanco, de nariz diminuta, con labios como un fruto jugoso y unos ojos que delatan su corrosiva inocencia. Nada es más tóxico que la belleza virginal. La suya. Esa que encanta al que la huele cerca.
Con esa arma poderosa que emana de su cuerpo la rubia inmaculada se dedica a conquistar a todo el que tiene cerca: mujeres, hombres, fieras al acecho que detienen su ataque ante el halo de la pureza y que, la arropan, la convierten para que pueda correr con la manada; liderar la manada.
Así es la industria de la moda: una cacería constante de nuevas criaturas. Siempre en la búsqueda de la más excelsa a costa de lo que eso significa: la rabia de las bestias que han dado todo –sangre, sudor, sexo- por ser falsos corderos y que, en el camino, han dejado la piel exhibiendo su verdadera naturaleza podrida.
Jese se interna poco a poco, al más puro estilo de un cuento de hadas, en este oscuro bosque. Modelos altísimas, de una delgadez casi mórbida y rostros andróginos que, paradójicamente, son encantadores.
Si bien lo visual y sonoro, con la composición llena de sintetizadores cósmicos de Cliff Martínez y la foto de la argentina Natasha Braier, queda cubierto y rebasado, la trama se vuelve hacia él mismo y le escupe lo que critica: la pretensión.

En el viaje los colores estallan: rojo, azul. Luces neón. La música revienta y entonces, todo parece convertirse en una noche de fuegos artificiales en LSD ¿Un rave? No, algo más sofisticado es lo que intenta el danés Nicolas Winding Refn que lleva de la mano al espectador en este cine ambivalente que va de lo vertiginoso a lo tedioso en un paso. Si bien lo visual y sonoro, con la composición llena de sintetizadores cósmicos de Cliff Martínez y la foto de la argentina Natasha Braier, queda cubierto y rebasado, la trama se vuelve hacia él mismo y le escupe lo que critica: la pretensión.
Una premisa cautivadora que promete llevarnos a lo más pútrido del alma y que se queda tan sólo en la superficie de los caprichos humanos: la necrofilia y el canibalismo son un pretexto para provocar sin sentido y no una respuesta a la que debería ser un guión golpeador.
Tanto que decir como para quedarse en la misma consigna: Las modelos son unas “hijasdeputa”, la industria es una “hijadeputa”, la belleza es lo único. ¿Y? Lo sabemos: la vida es, también, una gran “hijadeputa”, sin embargo, hay formas menos grandilocuentes y más eficaces de contarlo. En todo caso, vale la pena darse dos horas de la vida para ver y escuchar, sin más expectativa que darle placer a los ojos y al oído que al final las fieras nos acabaran por devorar. ©

Daniela Dávila, es poeta, locutora y la única cínica que escribe sobre cine en Toluca.