DANDYS Y CÍNICOS

Una poeta en un corral de poetas

«Sirvan estas palabras de una poeta metida en un corral de poetas, ahora que se está muriendo este funesto 2016», expresa el autor de esta nota sobre la escritora toluqueña Cecilia Juárez y su reciente libro Lobos en un corral de lobos (Mantra).

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

En estos últimos años Toluca ha sido fundamental en mi vida. Mi paso por el lugar del dios Tolo, es decir el lugar del dios jorobado —como define el novelista y amigo Alonso Guzmán a Toluca—, estuvo marcado por la presencia de los poetas y en esencia de las poetas. Tal es el caso de Cecilia Juárez, escritora, nacida en 1980, en esa tierra de cínicos (luego les cuento por qué). 

Aunque no me siento experto en poesía —ni tampoco es mi interés serlo, de hecho no me interesa ser experto en nada—,  hay algunas lecturas que me han movido como el caso de Muerte sin fin, de José Gorostiza, o Piedra de sol, de Octavio Paz, también Glorieta Vaqueritos, del politólogo Héctor Villarreal y claro, la poesía de Cecilia Juárez.

La primera vez que vi a Cecilia fue la noche del 3 de julio de 2013, justo en el 130 aniversario del nacimiento del escritor Franz Kafka. La coincidencia no es gratuita, pues si una ciudad es kafkiana, esa es Toluca.

Recuerdo haberle preguntado a la también locutora, después de la presentación de su libro No te desanimes, mátate (Diablura, 2013), que tuvo lugar en el Centro de la Imagen Larrañaga, en la mismísima Toluca, su opinión sobre el autor de Metamorfosis. Me respondió, entre otras cosas, que además de que para ella es uno de los imprescindibles de la literatura, “Kafka es un invento de México”.

Cecilia tiene una voz franca, sin pretensiones, ni florituras, ni adornos. Lobos en un corral de Lobos es un libro de poemas que se borrarán con el pasar del tiempo, no por que su poesía sea endeble, sino porque la editorial donde participa es independiente y errática, como las otras donde ha publicado, ya habrá tiempo para la permanencia.

Los poemas como «Sueños de un carnicero», «El oficio es odiarse» o el que da el título al pequeño libro retomado de una canción del grupo Mutantex, son muestra de ese mundo kafkiano-toluqueño. Dice Cecilia: “Me pongo harta todos los martes./ Cuelgo mis vísceras sobre un bastón y ahuyento/ a las moscas./ Luzco salvaje. Y harta/ Cuelgo los ojos en un aparador, por donde pasan/ mandatarios y lechones y gente que cayó en la ruina/ amenazo con quitarles de las cuencas/ todo aquello que pueda dejarse venir/ con el plop/ de una cuchara”.

El 7 de mayo de 2015, leyó algunos poemas aquí citados dentro de una pulquería en Metepec, Estado de México, lugar donde ha vivido prácticamente toda su vida. La lectura no fue muy afortunada por el pésimo sonido que había en esa pocilga, además de que los jóvenes que la rodeaban estaban ya muy borrachos —nada contra el alcohol y la inconsciencia—, tal vez algunos fragmentos como este: “Me bebo el agua de beber, de matar, de morir/ y todo el odio cabe en una metralleta”  o “Querer es una actividad de mal gusto y/ sólo debería estar permitida en cuatro estados/ desgracia, ebriedad, locura/ y tal vez Illinois”, fueron los dardos que llegaron directo a los oídos turbios del dueño de la discreta editorial, de la Ciudad de México, Mantra, para pedirle que publicara un libro con ellos.

Fue exactamente un año después, en este 2016, cuando Edgardo León Mantra y Cecilia Juárez se volvieron a encontrar en la cervecería El Cantón, para presentar su nuevo libro: Lobos en un corral de lobos. Éste es el cuarto libro de Cecilia Juárez, le anteceden Muerte para el coño dorado de Lavernia (2006), No te desanimes, mátate (Diablura, 2013) y Bar Karaoke (Mirabilis, 2014). 

Cecilia tiene una voz franca, sin pretensiones, ni florituras, ni adornos. Lobos en un corral de lobos es un libro de poemas que se borrarán con el pasar del tiempo, no por que su poesía sea endeble, sino porque la editorial donde participa es independiente y errática, como las otras donde ha publicado —que no se demerita el esfuerzo de sus editores, claro está. Ya habrá tiempo para la permanencia.

Hoy queda la fragilidad porque sus letras son los restos de un cuerpo poético que ahora nos reúne: “aquí los restos son los tiempos del gozo/ estos vestigios/ que he logrado/ tras atravesar muchos límites/ muchas puertas/ muchas significa/ que cada día descubro algo roto/ desecho/ comprendo que la muerte clama mis rincones” («Desmantelamiento del cuerpo»). 

Sirvan estas palabras de una poeta metida en un corral de poetas, ahora que se está muriendo este funesto 2016. ©

José Antonio Monterrosas Figueiras
Reportero Repicante.

José Antonio Monterrosas Figueiras, editor cínico en Los Cínicos y periodista replicante en Replicante.

@jamonterrosas