A VECES ME DESPRECIO

Julio, Nelson y Camilo

Deteniéndome a pensar sobre algunas canciones nodales en mi vida, y que desde hace años debo confesar que hay canciones que muchos de mis lectores negarían, o no se imaginarían están en mi memoria, porque tal vez nunca las presumí, nunca las canté en público, nunca les di el lugar que merecen.

Por Félix Morriña

I.

“¿Con cuál canción crees que te recordarán Morriña? ¿Con cuál canción crees que te recuerda tu madre? ¿Con cuál canción quieres ser recordado, cabrón?”. Cuando me preguntaron de chingadazo estos tres cuestionamientos tuve una crisis emocional que no supe resolver. Lo único que sé es que no tengo precisas las respuestas correctas para dichos planteamientos. No creo definirme por una sola canción, desconozco si mi hija lo tiene claro a sus casi 12 años, y no sé si me recordarán mis lectores a través de una pieza musical. ¡La verdad es que no lo sé!

Deteniéndome a pensar sobre algunas canciones nodales en mi vida, y que desde hace años las comparto en las redes sociales, con motivo de mi cumpleaños, debo confesar que hay canciones que muchos de mis lectores negarían, o no se imaginarían están en mi memoria, porque tal vez nunca las presumí, nunca las canté en público, nunca les di el lugar que merecen.

Son de esas canciones que uno esconde u oculta por temor, por asumirlas como pecados, porque no están concebidas en tu entorno sociocultural, porque pensaste te avergonzarían, sin embargo, están en nuestro ADN. Incluso hay canciones que son parte de nuestra existencia que no las saca a relucir, porque son parte de una historia dolorosa. Quien no las tenga, está mintiendo. 

II.

Desde hace tiempo traigo esa rara sensación de querer escribir lo que sentí cuando escuché “Me olvidé de vivir” de Julio Iglesias al lado de mi madre una tarde de otoño del segundo lustro de la década de los años 70. No cumplía aún la década de vida y desconcertado veía correr lágrimas de dolor de mi progenitora. No sabía por qué lloraba con tanto ahínco, con tanto dolor, con tanta amargura, con tantas penas juntas. Media hora antes estábamos riéndonos tras la comida, y luego vino el silencio y el llanto. Lloraba quedito, lento, luego subió el tono hasta que despotricó contra mi padre.

Esta semana previa a mi “Renacimiento 47” he estado escuchando a Nelson Ned, en especial, “¿Quién eres tú?”, una pieza memorable que me ha acompañado discretamente en mis pasajes amorosos. No representa de manera directa a alguien, pero sí a todas en suma.

Cuando volví a escuchar la canción en las rocolas de las cantinas del centro de Metepec, con los sugerentes nombres  para esta ocasión La Escondida y La Quebrada, la entendí mucho mejor y comprendí por qué mi madre estalló en llanto aquella tarde. Ahora canto esa canción, no con ese sentimiento que ella le puso hace casi cuatro décadas, pero sí con mucha nostalgia. Siento pena y tristeza extrema por ella, que todavía vive, cuando sé que le hubiera gustado tener otro tipo de vida. ¡A mí también me hubiera gustado tener otro tipo de vida! ¡Quiero una vida doble sin fondo, porque esta me la estoy acabando!

III.

Esta semana previa a mi “Renacimiento 47” he estado escuchando a Nelson Ned, en especial, “¿Quién eres tú?”, una pieza memorable que me ha acompañado discretamente en mis pasajes amorosos. No representa de manera directa a alguien, pero sí a todas en suma.

Cada verso, cada frase, cada palabra invoca a la mujer en su conjunto. Hay momentos en las que está hecha como anillo al dedo para mi Chrissie Hynde del altiplano mexiquense, o para mi “París-Londres”, o incluso a mi propia madre. De hecho, fue con ella cuando la escuché por primera vez en un disco de 45 revoluciones, en la consola café de mi papá en su casa de Cd Labor.

¡Fue un despertar al misterioso mundo del amor!

IV.

Una vez en una de las tantas fiestas organizadas para festejarle a este “Servibar y amigo” en la casa de los progenitores su cumpleaños, en los años 90, un grupo de fieles y hermosas seguidoras querían cantarme algunas melodías de Camilo Sesto. Me dejaron sorprendido cuando escogieron “¿Quieres ser mi amante?”. Por supuesto, me sentí el más agrandado del mundo, sentí que me elevaba y no había mayor rezo que ese para mí. ¡Desde entonces, la escucho y canto con gran felicidad!

OTROS DESPRECIOS

Antes de terminar, ¿alguien de ustedes sigue usando el teléfono fijo para comunicarse? Ayer lo hice por largo rato y me sentí fuera de órbita, pero me sirvió para resolver algunos dilemas propios de alguien que se acerca cada vez más a la media centuria de existencia. Fue grato volver a vivir esa experiencia. Mi estado de conciencia actual, me hace reflexionar sobre esos pequeños detalles.

¡Gracias! ¡Les amo! ©

*Versión cínica de la columna Silencios Estereofónicos de Félix Morriña, publicada en el diario Impulso.

Félix Morriña
Dandy pero punk.

Félix Morriña es periodista y promotor cultural. Columnista en ImpulsoSemanario Punto Revista Ágora. “Este oficio sí es para cínicos”, podría ser el título de su libro de crónicas culturales.

@fmorrina