DANDYS Y CÍNICOS

Futbol, arcoíris y condones

Fue un día de fiesta y de unidad, ojalá siempre fuera así.  ¿Tendremos remedio los mexicanos? ¡Imaginémonos cosas chingonas, carajo! 

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

«No hay canción más machista que el «Cielito Lindo»,
¿cómo está eso de que no debes llorar?»

El Chato

Volví a poner en Facebook mi pronóstico para el segundo partido de la Selección Mexicana en el Mundial de Rusia 2018. “Corea 5, México 0”, expresé media hora antes de que comenzara el juego. Se dejaron venir de nuevo comentarios que reprobaban mi marcador, incluso hubo emplazamientos para apostar que México ganaba una vez más. Atrás de la raya que estamos haciendo análisis deportivo.

A las diez de la mañana del sábado, estaba mirando el partido, pero entre la limpieza de casa, armar un desayuno con la comida que sobró de la semana y estar listo para agarrar camino hacia el Zócalo, alcancé a ver apenas el primer gol de México, dominaba más en mí saber qué se sentía andar por las calles de la Ciudad de México cuando todomundo estaba metido en algún lugar viendo el partido.

Un par de cuadras para llegar al metro General Anaya, vi a los del gas despachando en un domicilio, al bolero solitario en la puerta de un edificio lustrando zapatos, a los que venden los discos pirata —sin discos en la mesa, raro— pero con la pantalla de la computadora donde veían el futbol, al policía del metro viendo su celular para lo mismo y antes de eso a la perrita Kira echada en la banqueta a lado de unos cascos de vidrio de la Coca.

Hay vida en la ciudad incluso jugando México en el Mundial.

Kira
Kira durmiendo mientras México jugaba contra Corea en el Mundial.

Bajé en el metro Allende, caminé hacia el Zócalo, el partido había terminado segundos antes. Así que una marea verde me llevó, sobre el andador Madero, hacia el arcoíris de la Marcha del LGBTTTI que emprendió su camino en el Ángel de la Independencia hacia el Zócalo. Así que para no olvidar el Día Internacional de la Diversidad Sexual, se hizo presente la porra homofóbica-pambolera “Eeeh puto”, la ya clásica “el que no brinque es puto”, los recientes “Suiza va a probar el chile nacional” o «Corea ya lo sabe le gusta la de Zague».

Grabé varios videos del recorrido hasta que la pila del celular se agotó casi llegando al Ángel de la Independencia. Mi interés de ver ese encuentro entre los que marcharían por el Orguno número 40 y los festejos por el triunfo de la Selección Mexicana, me llevaron hacia ese sitio.

En realidad me importaba poco que el Chícharo metiera su gol número cincuenta. Mis pronósticos del triunfo de Corea cinco goles frente a cero de México, eran meras provocaciones de sábado en la mañana para ver cómo andaba su nacionalismo. Ya saben que el Brujo Mayor dijo que México la pasaría bomba en Rusia, que ganaría todos los partidos y que por fin llegará a un quinto partido (también dijo que ganará el PRI, again, Ver nota: ¡Meade lo sabe, le toca la de Zague!).

La marcha verde se empezó a diluir en la de colores. Las banderas de México las ocultaban las multicolores, el “eeeh puto”, ya no se oía con el  “qué perra, qué perra es mi amiga”. 

Caminando sobre Reforma me regalaron  paquetes de preservativos de sabores fresa y chocolate, también luchadores de plástico, había otros enmascarados de carne y hueso. Cervezas a 25 pesos para beber en la vía pública. Música de Prince y Fey. Trailers repletos de personajes extravagantes y una chica trans  solitaria con un vestido tricolor y su bolsita en forma de balón de futbol.

Yo no recuerdo pues un momento así, el triunfo de un símbolo del heteropatriarcado frente a la celebración por la diversidad en el mundo. Bien apuntó la editora Isabel Zapata que el futbol por sí mismo no crea homofobia, misoginia ni desigualdad de género: los visibiliza. Más allá de copas y medallas, el machismo sigue siendo el gran rival a vencer (El gran rival en Letras Libres).

Caminando sobre Reforma me regalaron  paquetes de preservativos de sabores fresa y chocolate, también luchadores de plástico, había otros enmascarados de carne y hueso. Cervezas a 25 pesos para beber en la vía pública. Música de Prince y Fey. Trailers repletos de personajes extravagantes y una chica trans  solitaria con un vestido tricolor y su bolsita en forma de balón de futbol.

 

Marcha de la Diversidad
¿¡Eh putos!?

Al llegar al Ángel de la Independencia vi como un grupo de personas con banderas nacionales corrían a su alrededor, y las banderas de colores ondeaban entre ellas. Descansé un poco y seguí observando, la fiesta maravillosa: mujeres, hombres, niños de todos colores y vestidos en ese lugar.

Retorné al Zócalo por todo avenida Reforma, una multitud andaba eufórica, seguían repartiendo condones y las máscaras de Zague bailaban mientras  la Súper Mana saludada desde las alturas en un camión que formaba parte de ese desfile. Fiesta interminable.

Ya eran las seis de la tarde y a dos cuadras del Zócalo, sobre la calle 5 de mayo, un hombre tomaba fotos con una cámara vieja y análoga. El Chato le dicen a Arturo Fuentes, gran fotógrafo de la ciudad.

Me dijo como un sabio, respecto a la Marcha, que es la de siempre, yo le dije pero… ¡No había pasado esta mezcla entre el triunfo de la Selección Mexicana y esta celebración! Me contestó que sí, que es lo mismo de siempre. Nos despedimos pero más tarde nos volvimos a encontrar, ahora en la cervecería Cuatro20, muy cerca de ahí.

Bebimos una par cervezas en ese lugar, le mostré la foto de la chica trans con los colores patrios, su crítica fue letal: “es el lugar común”, “la imagen que todo mundo trae en la cabeza”, “ya no quiero seguirla viendo porque está quemada”. Yo sé que me he esmerado en hacer pésimas fotos.

Marcha del Orgullo

Los de la cervecería nos invitaron un tarro enorme, mientas nos cuenta una compañera periodista que la llevaron a los separos por beber cerveza en la vía pública, tres mil pesos le costó salir del tambo. «¡Pero si vendieron chelas en la calle hasta hartarse!», agregué a la conversación. 

Pasaron las horas y por fin el Chato y yo nos vamos, tomamos el metro, línea azul, para regresar cada quien a su hogar. No hablamos más ni del futbol ni de la diversidad, ni de mis pésimas fotos, sólo nos importaba llegar a un baño para desaguar.

Nos despedimos en el metro General Anaya, donde yo bajé mientras él siguió su camino hasta Taxqueña para luego tomar el tren ligero. 

Fue un día de fiesta y de unidad, ojalá siempre fuera así. 

¿Tendremos remedio los mexicanos?

¡Imaginémonos cosas chingonas, carajo! © 

José Antonio Monterrosas Figueiras
Reportero Repicante.

José Antonio Monterrosas Figueiras es editor cínico en Los Cínicos, ha colaborado en revistas de crítica cultural como Replicante Revés.