DANDYS Y CÍNICOS
Cien años de Ingmar Bergman
El autor invita elegir un filme de Bergman en su centenario y a verlo, sin presiones ni pretensiones, pues «uno no puede amar a todas las mujeres, vivir todas la vidas y habitar todas las ciudades. Los fantasmas, por otro lado, eligen a sus mirones».
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

El 14 de julio se celebró en todo el mundo los cien años del nacimiento de Ingmar Bergman. A inicios de agosto revisando los VHS acomodados en algún lugar de la casa encontré una copia de la película Fresas silvestres (1957) del cineasta sueco, ese filme que vi en tiempos universitarios del siglo pasado.
La historia de un viejo profesor Isak Borg que viaja en auto de Estocolmo a Lund para recibir un reconocimiento en la Universidad de esa ciudad. Va con su hermosa nuera Marianne y un grupo de jóvenes y en algún momento de la película el anciano tiene un sueño inquietante sobre su muerte, el cual me sorprendió.
Recuerdo que este hombre de más de setenta años soñaba, con facha de personaje de Fernando Pessoa con sombrero y gabardina, que estaba parado a la mitad de una calle, extraviado mientras mira un reloj sin manecillas en su muñeca, que empata con otro que está colgado en una pared, ve a un hombre parado de espaldas a él que al tocarlo voltea y tiene cara de pasa, luego se desploma para impactar en el piso y sangrar como un muñeco hueco, viene una carreta movida por dos caballos negros, pero la rueda de ésta se traba con un poste lo que provoca que se desprenda y que se deslice un ataúd, del que se sale una mano. Al aproximarse a éste la mano lo alcanza para, momentos después, verse el rostro del muerto que es él mismo. El vejete despierta hiperventilado por la pesadilla.
He visto esa película varias veces por ese sueño inquietante. Me pareció una maravilla la primera vez que lo vi. Tal vez una de las definiciones más puras de lo que es el cine. No hay —creo yo— arte más cercana a los sueños —a los delirios y las pesadillas humanas, que el cine. Una forma de reencontrarnos con los muertos y de convivir, una vez más, con ellos. La fotografía claro como su fundamento y el movimiento como ese elemento de verosimilitud de lo que estamos viendo. El cine, como ya lo escribió José de la Colina, es una casa con fantasmas.
«Un hombre de nuestro siglo, si es cinéfilo como yo, si ha visto cuando menos tres mil, tiene su existencia poblada con meros reflejos intemporales de seres, de esos fantasmas que fueron actores y actrices. El nuestro había sido un siglo de fantasmas que, siendo estrellas fugaces o persistentes habitantes de films olvidados o de «culto» pasaron a una mitología del cine y del siglo», advierte De la Colina en Un arte de fantasmas (Textofiilia, 2013).
Los fantasmas como la vida, también nos dicen cosas diferentes según nuestra edad y nuestra circunstancia. ¿Qué me dirá esa película cuando tenga setenta años? ¿Me reflejaré en ese anciano que la muerte lo visita en sus sueños? Hoy lo que me dice es que el tiempo ha pasado y que en mis casi cuarenta años el cine sigue siendo un motivo para contar estas historias.
«Un hombre de nuestro siglo, si es cinéfilo como yo, si ha visto cuando menos tres mil, tiene su existencia poblada con meros reflejos intemporales de seres, de esos fantasmas que fueron actores y actrices. El nuestro había sido un siglo de fantasmas que, siendo estrellas fugaces o persistentes habitantes de films olvidados o de «culto» pasaron a una mitología del cine y del siglo», advierte De la Colina en Un arte de fantasmas (Textofiilia, 2013).

De julio a noviembre, Cineteca Nacional, la Cátedra Ingmar Bergman en Cine y Teatro de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Embajada de Suecia en México y Cinemex ofrece una retrospectiva fílmica de este cineasta con una selección de diez de sus películas, entre ellas Fresas silvestres, sin embargo exhortaría a elegir una y a verla sin presiones ni pretensiones, pues uno no puede amar a todas las mujeres, vivir todas la vidas y habitar todas las ciudades. Los fantasmas, por otro lado, eligen a sus mirones.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es editor cínico en Los Cínicos, ha colaborado en revistas de crítica cultural como Replicante y Revés.