DANDYS Y CÍNICOS
Desencuentros de políticos de moda y luchadores bíblicos
Este fin de semana terminó el sexenio de Enrique Peña Nieto, también una edición más de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, sí aquella en la que no supo contestar la pregunta, el ahora ex presidente, sobre cuáles eran los libros que habían marcado su vida. Blue Demon mientras tanto leía un libro en el salón contiguo y de ahí una lucha entre ellos.
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

Este fin de semana terminó —de manera oficial— el sexenio de Enrique Peña Nieto, digo oficial porque para muchos analistas su mandato había finalizado hace mucho, en noviembre de 2014, con el escándalo de «la casa blanca» (el escritor Enrique Krauze fue uno de ellos). Otros más lo lapidaron con lo sucedido meses antes, en septiembre de ese año, con la desaparición de los 43 estudiantes de Guerrero. La administración del priísta ha sido calificada como una de las más impopulares en toda la historia del México contemporáneo.
Este fin de semana también coincidió la conclusión de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en su edición número 32. Ésa que visitó Peña Nieto hace siete años, en 2011, cuando apenas era un aspirante a ser candidato para la presidencia de México, por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y anexas. En esa ocasión, como sabemos, fue a presentar su libro —supuestamente escrito por él— con el sugerente nombre de «México, la gran esperanza: Un estado eficaz para una democracia de resultados».
Recuerdo haber estado en esa edición de la FIL, y haber escrito para la revista Replicante, que los reflectores, al mediodía, del sábado 3 de diciembre, estuvieron dirigidos a Enrique Peña Nieto, quien intentaba articular una respuesta razonada a la complejísima pregunta del periodista del diario español El Mundo, Jacobo García, durante la reunión con los medios de comunicación, sobre los tres libros que han marcado su vida personal y política.
El precandidato a la presidencia de México, después de intentar pensar sobre cuáles han sido esos libros que más le han gustado en la vida, se sacó de la manga que La Biblia era uno de ellos. «La Biblia en algún momento de mi vida y algunos pasajes bíblicos, no me leí toda La Biblia, pero sí algunas partes de La Biblia, sin duda alguna, en alguna etapa de mi vida fue importante, sobre todo en la etapa de la adolescencia”.
Confundido, titubeante y torpe, pidió ayuda a los presentes, algunos incluso le gritaron recomendaciones como “¡Pinocho!” Entre risas y murmullos escuchábamos, tratábamos de entender, ese galimatías. “Mira, no podría señalar un libro que me haya marcado de manera específica mi vocación, sin duda tiene que ver con la novela política, la novela histórica, son de mi particular agrado», agregó el priísta y luego se acordó que un último que estaba leyendo era una novela sobre La inoportuna muerte del presidente. Esto lo llevó a volver a pedir ayuda para acordarse del autor… “Tomasino”, le dijeron y explicó trastabillando: “la verdad es que cuando leo me pasa que no registro todo el título”.
Ahí mismo recordé que en ninguna presentación, en ninguna en mi asistencia a la FIL por años, se me había prohibido la entrada como prensa salvo la “conferencia magistral” que Enrique Peña Nieto ofrecía ese mediodía del sábado 3 de diciembre de 2011, en el marco del Encuentro Internacional sobre Cultura Democrática, antes de sus chuscas y mediocres declaraciones a los medios. Además de tratar a la prensa nacional e internacional como fanáticos y no como periodistas, cuando la seguridad del mismo Peña Nieto quería formarnos como si estuviésemos en la firma de autógrafos de Yordi Rosado.
Este fin de semana también coincidió la conclusión de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en su edición número 32. Ésa que visitó Peña Nieto hace siete años, en 2011, cuando apenas era un aspirante a ser candidato para la presidencia de México, por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y anexas. En esa ocasión, como ya sabemos, fue a presentar su libro —supuestamente escrito por él— con el sugerente nombre de «México, la gran esperanza: Un estado eficaz para una democracia de resultados».

Cuenta el analista Carlos Ramírez en su columna Indicador Político (del 12 de enero de 2012), que el plan priísta para posicionar a Peña Nieto ya como precandidato único se frustró por los incidentes sucedidos en la FIL Guadalajara, pues lo dejó sin un instrumento político que estaba programado con anticipación, ya que «la estrategia planeada fue la de usar el libro como proyecto de programa de gobierno y se había organizado presentarlo en toda la república como eventos no políticos y evitar así problemas con el IFE».
Sin embargo, afirma Ramírez, que «el libro quedó hecho cenizas en Guadalajara» y las presentaciones de Peña Nieto quedaron sólo en reuniones con priístas «quemados» por conflictos locales. De hecho recuerda que en las giras del entonces precandidato oficial priísta reaparecieron «priístas que confirman el hecho de que el nuevo PRI es el mismo PRI de siempre, el de los pasivos políticos».
La República Neopriista de los Memes y la humillación

Las pifias en la FIL de Enrique Peña Nieto, podríamos decir, en otro sentido, fue el nacimiento de los memes que no dejó de provocar con sus torpezas y pifias, un día sí y el otro también, durante todo su «desgobierno» hasta su último minuto. «Que si no le gustan estas pendejadas, tengo otras», podría decir Groucho Marx.
Fue entonces la pequeña muestra de lo que se venía con Peña Nieto en el poder. Tal como lo escribió el periodista Alejandro Páez Varela (el 3 de diciembre) en su hiriente pero cierta columna con el nombre de: «Un hombre humillado». Texto publicado en el sitio Sinembargo en el que recuerda precisamente el momento vivido en la FIL por Peña Nieto, a finales de 2011, y lo empata con el desarrollo mediocre de su sexenio.
«Podría jurar que Peña Nieto no leyó siquiera La Silla del Águila, el libro por el que fue humillado en público por primera vez, antes de asumir la Presidencia. Es más: no creo que haya leído un solo libro en estos años», advierte Páez, para luego clavar la estaca en el corazón de ese miserable: «En aquella Feria del Libro de Guadalajara, cuando era candidato presidencial, Peña Nieto balbuceó algo que creyó suficiente para engañar a alguien. Hizo el ridículo. Fue, como digo, humillado. Y no salió de allí con ganas de leer el libro de Carlos Fuentes que lo ridiculizó: se metió en su camioneta de lujo, se tapó hasta los ojos y siguió adelante».
Luego señala que algunas frases de La Silla del Águila valdrían la pena recuperar, que Peña no lo leyó, «porque se habría visto a sí mismo, allí. Habría visto su propio destino, un privilegio que tienen muy pocos hombres sobre el planeta. No lo aprovechó».
«Podría jurar que Peña Nieto no leyó siquiera La Silla del Águila, el libro por el que fue humillado en público por primera vez, antes de asumir la Presidencia. Es más: no creo que haya leído un solo libro en estos años», advierte Páez, para luego clavar la estaca en el corazón de ese miserable: «En aquella Feria del Libro de Guadalajara, cuando era candidato presidencial, Peña Nieto balbuceó algo que creyó suficiente para engañar a alguien. Hizo el ridículo. Fue, como digo, humillado. Y no salió de allí con ganas de leer el libro de Carlos Fuentes que lo ridiculizó: se metió en su camioneta de lujo, se tapó hasta los ojos y siguió adelante».
El libro de Fuentes, en ese sentido, contiene algunas frases tales como: “Todo Presidente va dejando un rosario de dichos más o menos célebres que pasan a formar parte del folklore ‘polaco’”, «En política hay que tragar sapos sin hacer gestos», «Un político pobre [y sin pensión presidencial] es un pobre político», «El que no transa no avanza», etcétera.
«Un hombre inteligente habría buscado una oportunidad para decirle a los mexicanos que se había tardado seis años, pero que había leído La Silla del Águila. Peña no lo hizo; no creo que lo hiciera. Seis años después de la humillación en la Feria del Libro, lo que Peña hizo fue atender el guión equivocado, el que le escribió Luis Videgaray seis años», apunta el periodista. Recuerda que Peña salió de su domicilio en Avenida de Las Palmas 1325, esquina Sierra Vertientes, en las Lomas de Chapultepec —a espaldas, por cierto, de la «Casa Blanca» de Sierra Gorda 150, con la que Krauze, como ya dije, fue el fin de su sexenio—, para ir rumbo «a su último acto de humillación, en el Congreso».
“Me retiro de la vida política –dijo–, al ámbito privado. Y no deseo tener participación alguna en la vida política del país”. Luego expresó que ahora sí (¡ahora sí!) tendrá tiempo para “pensar y reinventarse”. Remata Páez Varela su nota con la frase lapidaria de: «Para humillar a Peña, qué mejor que Peña, el hombre humillado por sí mismo».
Blue Demon contra Lord Peña

En mi crónica sobre lo sucedido en la FIL hace siete años comenté que a la par de la conferencia de prensa con Peña Nieto, en el salón de a lado, se presentaba el voluminoso libro Historia ilustrada del cine de luchadores ¡Quiero ver sangre!, editado por la UNAM, escrito por Raúl Criollo, José Xavier Návar y Rafael Aviña. Un libro de lujo necesario para conocer más a fondo la historia del cine de luchadores en México y el pancracio fílmico mexicano hasta inicios de este siglo. Bueno, siete años después, hay algunos críticos enmascarados, que me comentan que es un libro limitado.
Yo pensaba en ese momento que una imagen que queda perfecta para ilustrar la nota era la del luchador Blue Demon —en el que no alcanzo a ver si es también La Biblia que tanto le gusta a Peña Nieto— con un libro abierto, el cual «emula» estar leyendo. Debajo de esa imagen con la que inicia este libro dice: “El gran Blue Demon en una de las típicas imágenes que trataron de prever un carácter ‘intelectual’ a los enmascarados”.
Revisando otra posible relación de Blue Demon con Peña Nieto más allá de la FIL, encontré una imagen de Blue Demon (Junior) en la que aparece con máscara roja y lo acompaña la frase: «a México le urge un cambio, yo ya empecé». Y más abajo se lee: «Enrique Peña Nieto. Compromiso por México». Es una propaganda a favor del ahora ex presidente «humillado», que según leo en una columna del periodista Carlos Loret de Mola (del 13 de noviembre de 2012, publicada en El Universal), le debía una lana a Blue Demon y explica el también conductor de noticias en Televisa: «Resulta que el legendario luchador grabó en la Arena Querétaro unos spots en los que, jugando con los colores del PAN y el PRI, se quitaba su tradicional máscara azul y quedaba cubierto por una idéntica, pero roja. Los anuncios nunca salieron al aire, pero sí se produjeron. En la campaña del priista —el intermediario fue Tonatiuh Salinas Muñoz— se comprometieron a pagarle cuatro millones. Le deben uno y medio».

La información al respecto es escasa, sólo encuentro que el luchador hizo lo mismo para apoyar al candidato a gobernador del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Roberto Loyola Vera, en Querétaro, el mismo estado de donde es proveniente el derrotado Ricardo Anaya, en la pasada elección frente a Andrés Manuel López Obrador, quien en un pancracio a mediados del mes de mayo y entre gladiadores —entre ellos el mismo Blue Demon— y botargas de Chicken Little —caricatura con quien le encuentran parecido al Ricardo «Canaya, Canayín», dijo que le haría una “quebradora democrática” a López Obrador, el 1 de julio. La historia al final fue al revés y fue muy ruda.
Por cierto, el priista Loyola Vera perdió en Querétaro ese 2015, frente al panista Francisco Domínguez Servien. Esperemos que el Peje no le aplique la «quebradora democrática» –y de cuarta transformación– a Blue Demon, y le celebre con todo, en el año 2022, su centenario de nacimiento. Ya sabemos que para el «pejidente» la venganza, no es su fuerte.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es editor cínico en Los Cínicos, ha colaborado en revistas de crítica cultural como Replicante y Revés.