DANDYS Y CÍNICOS
La historia de nosotros está quemándose
En el Día Mundial del Arte, vemos sorprendidos cómo la aguja de madera y cobre de la Catedral de Notre Dame, ícono cultural europeo que comenzó a construirse en el siglo XII, situado en el corazón de París, Francia, cae devorada por las llamas de un incendio que no sabemos qué lo provocó. ¿y mi Jorobado dónde está?
Por Por José Antonio Monterrosas Figueiras

En el Día Mundial del Arte, vemos sorprendidos cómo la aguja de madera y cobre de la Catedral de Notre Dame, ícono cultural europeo que comenzó a construirse en el siglo XII, situado en el corazón de París, Francia, cae devorada por las llamas de un incendio que no sabemos qué lo provocó. Ahí están resguardadas la supuesta corona de espinas, un clavo y un pedazo de la madera donde crucificaron a Cristo, y en esta su Semana Mayor una pregunta: «¡señor, por qué me has abandonado!», es que «¡hay hombres que solo quieren ver arder al mundo!, diría el Guasón, de Heath Ledger en el filme de El caballero oscuro . Las imágenes que vemos en los smartphone de ese fuego diabólico, se multiplica al infinito en nuestra memoria, trayendo otros recuerdos todavía más funestos e infernales.
La catedral de Notre Dame, templo gótico importante para la historia de Francia, que dicen los reporteros con el rostro descompuesto, es el lugar donde Napoleón fue coronado, donde fue la beatificación de Juana de Arco, famosa por ser el escenario de la novela Nuestra Señora de París, de Victor Hugo, y que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que forma parte del imaginario colectivo mundial, en el cine El jorobado de Notre Dame, de Wallace Worsley, y otra más como la versión de WaltDisney, este lunes, se ve afectada más allá de lo real. En el mundo de los simbólico se cae a pedazos.
“La historia de nosotros está quemándose”, advierte en su discurso el presidente de Francia, Emmanuel Macron, cerca del siniestro, después de que los bomberos controlaran el fuego. Esta celebración del Día Mundial del Arte, que se festeja desde el 2012, se recordará por el Día en que Notre Dame se consumía entre llamas de un averno terrenal llamado París. “Un terremoto interior”, apunta el mandatario de buen rostro pero triste francés, notablemente dolido por el suceso y salvado —por momentos— de otra crisis también altamente inflamable como es la de los chalecos amarillos.

Victor Hugo, recuerda un especialista en un noticiario, escribió Nuestra Señora de París, porque la catedral se quería demoler por el desprecio de sus contemporáneos al arte gótico. En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, un payaso llamado Hitler la quería derribar y el periodista Jacinto Antón recuerda, en el periódico El País, el caprichoso capítulo de cuando Hitler se preguntaba: ¿si ardía París?, quien histéricamente por teléfono, en agosto de 1944, le preguntó al gobernador alemán de la capital francesa, pero entonces el también nazi «se negó —jugándose el cuello, pues bueno era Hitler si le desobedecías— a cumplir la orden de destruir la ciudad, cuyos principales monumentos habían sido minados». Recuerda además que «Dominique Lapierre y Larry Collins convirtieron la frase en título de uno de sus libros más famosos. Hitler bailaría hoy de alegría, como lo hizo al conquistar Francia, ante las imágenes, por fin, tantos años después, de París, de su corazón que es Notre Dame, ardiendo como una tea. El sueño de venganza del líder nazi hecho realidad en una tarde aterradora. Y en estos tiempos de resurgir de los fascismos».
Ya sabemos que tanto el humor, como el fuego, el arte o la pasión, sino no calcina, purifica.
«¿Destrucción o purificación para los católicos?» se pregunta el historiador Jaime García Cabra en el Canal France 24, durante la cobertura del incendio y recuerda la fascinación del fuego al mirar la imagen en una pantalla, mientras desayunaba en alguna cafetería de España. La imagen trae para mí, irremediablemente, la fecha del 11 de septiembre de 2001, cuando las Torres Gemelas se desplomaron sin piedad, en Nueva York. La guerra entre los católicos y árabes radicales continúa. El fuego como la provocación y las palabras del escritor Ray Bradbury, en Fahrenheit 451, estallan en mi boca: «Los libros saltaron y bailaron como pájaros asados, con sus alas en llamas con plumas rojas y amarillas».
Las paradojas, dice un hombre en Twitter, se presentan frente a nosotros, y en el Día Mundial del Arte, pues no se olvide, que se festeja desde hace siete años, cada 15 de abril, porque en el año 1452 el genio Leonardo da Vinci nació en Italia, y por cierto, murió en Francia, el 2 de mayo de 1519. A da Vinci le gustaba liberar aves, incluso pagaba el precio que le pedían por ellas en los mercados para sacarlas de sus jaulas y así devolverles la libertad perdida. Hablando de aves y fuego, no olvido a Roy Batty en el final del filme Blade Runner, cuando le dice a Deckard, rescatado por el mismo a punto de caer de un edificio, cuando trataba de escapar, le dice: “Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo”. Después una paloma blanca —da Vinci se hace presente—, que Batty llevaba aprisionada en una de sus manos, vuela libremente hacia el cielo en el momento en que al replicante le acaece la muerte, programada desde su nacimiento por su inventor y antes pronuncia lo siguiente: “He visto cosas que ustedes, humanos, ni se imaginan: naves de ataque incendiándose más allá de los hombros de Orión. He visto rayos C centellando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.
Así, los parisinos y el mundo, este día, hemos visto un gran espectáculo del Apocalipsis, sentados frente alguna pantalla o en el mismo París: Notre Dame iluminándose. Se incendió la memoria ahí, se incendió en Río de Janeiro, en el Museo Nacional de Brasil, en septiembre de 2018, se incendió en Barcelona, cuentan, y en Tlahuelilpan, Hidalgo, en este enero, hubo un baile macabro de hombres bañados en gasolina llamado vilmente, la danza del huachicol.

Finalmente, las imágenes más provocadoras del semanario Charlie Hebdo, que sobrevivió a pesar del atentado del 7 de enero de 2015, se hicieron presentes con el dibujo del presidente francés Emmanuel «Demacradón», con la cabeza encendida en un fondo rojo, con la pregunta de: «¿Reformas?» y luego: «Empiezo por el marco», el marco de Notre Dame, para después controlar la lumbre de los chalecos amarillos.
Pero los memes locales no pudieron faltar, uno con el gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco Bravo, quien es conocido en el futbol —uno de los mejores jugadores de México— como el Jorobado, por su similitud física con el Jorobado de Notre Dame, quien se ve manchado su rostro de negro y su ropa sucia, mientras es abrazado por la senadora y actriz vulgar Carmen «Cuasimodo» Salinas —amiga de la Reina del Albur, Lourdes Ruiz Baltazar, fallecida este fin de semana pasado—, y yo no puedo dejarlo de lado, sobre todo escribiendo esto desde la Ciudad de la Eterna Primavera, Cuernavaca, Morelos, México, donde el Jorobado fue alcalde. «Pudimos observar como el Jorobado de Notre Dame salió con vida del incendio», se lee en el maldito meme. Ya sabemos que tanto el humor, como el fuego, el arte o la pasión, sino no calcina, purifica.
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José Antonio Monterrosas Figueiras es editor cínico en Los Cínicos, ha colaborado en algunas revistas de crítica cultural.