DICCIONARIO CINEPOÉTICO
Mi inexorable destino
Bastaba una mirada o un roce para una explosión de recuerdos inimaginables y, es que, estábamos abrazados al tiempo, descubriendo nuestro entorno en la niebla, tras las ruinas de nuestras existencias.
Por Raquel Ayala
Podría jurar que las cosas no pasaron así por mi cabeza, cuando marqué el paso hacia nuestro reencuentro. Ya tenía guardados, bajo la piel, suficientes restos de amores violentos y de esa desolación que causan los desencuentros. Había algo diferente en todo esto.
Estaba en eso de salvarme, con el sonido de mi música como fondo, cuando te vi conduciéndome lentamente hacia mi inexorable destino. Quién habría pensado que tras mis días llenos de noche me darías de beber, trasbocando, los días con insolación. Dudé.
Tal vez era otra jugarreta cruel del año bisiesto, lanzándome a bocanadas hacia tus brazos disfrazados de sábanas tibias y blancas en un lugar destinado para mi derrumbe; pero la mirada impávida no mentía, lo prohibido había sucedido bajo los ojos de un satélite espía-testigo-artificial de mi infortunio.
Nos reencontramos en un olor a madera, observándonos dentro de la luz cálida que produce el olor a cerveza y tu mirada sabor a indiferencia.
Todo estaba dado, no había más salvación que fundirme en la entereza de tus labios, tal vez yo también lo deseaba en la inquietud de mi curiosidad constante por descubrir los resquicios de tu haber, sabor a licor. Contra toda lógica, me perdí.
Nos reencontramos en un olor a madera, observándonos dentro de la luz cálida que produce el olor a cerveza y tu mirada sabor a indiferencia. Vaciábamos todos los lugares de melancolía, cubriéndolos de ensueño, una razón para estar al resguardo de los recuerdos que no hicieron llegar al momento preciso en esta historia.
Quién habría podido imaginar que, tras las horas más oscuras, el sopor del sol llenaría mi vida de eternos e inimaginables amaneceres. La historia se tornó inevitable. Al igual que las otras que le preceden y difieren.
Bastaba una mirada o un roce para una explosión de recuerdos inimaginables y, es que, estábamos abrazados al tiempo, descubriendo nuestro entorno en la niebla, tras las ruinas de nuestras existencias.
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*Este texto forma parte del Diccionario Cinepoético de la autora.

Raquel Ayala es escritora, feminista, correctora de estilo y cinéfila. Se ha desempeñado como comentarista y crítica de cine. El secreto de su belleza es que se baña con nitrato de cineasta.