DANDYS Y CÍNICOS
Historias de dogos ejemplares
Hoy es del Día Mundial del Perro, México es uno de los países con mayor número de perros como mascotas (según El Universal 27 millones de estas bestias duermen en algún hogar mexicano), pero Argentina está por arriba de México, de una muestra de 22 países éste tiene 66%, luego sigue México (con 64 %), Brasil, Polonia, Australia e Italia. El 27 de julio, se «celebra» el Día Internacional del Perro Callejero y México, por cierto, es el país con más perros callejeros en América Latina, y aumentó 20 % anual en este 2019. Acá esta nota, publicada el 15 de mayo de 2005, en El Blog del Crono, sobre una película argentina con «dogos ejemplares».
Por José Antonio Monterrosas Figueiras
¿Quién es el Hombre y quién es el perro?, ¿quién es el perro y quién es su dueño? El tema es entonces el Hombre y su perro abordo del mismo viaje por la Patagonia. El Hombre y su perro andando por los caminos salvajes como solitarios —como solidarios—, en el último lugar para la esperanza y el sitio donde se desarrolla la historia de un canino ejemplar. Un lobo argentino macho, mejor conocido como dogo. Y su película Bombón el perro (2004) del cineasta argentino Carlos Sorín.
La película es la historia de Coco —o Juan Villegas— que ha trabajado toda su vida en una estación de servicio que ahora va a cerrar, dejando desempleados a él y a todos los demás trabajadores. Sin muchas expectativas se queda con un perro que se va a convertir no sólo en su amigo, sino en su esperanza de vida. Carlos Sorín, realizador de esta filme, es un hombre que nació en Buenos Aires en el año de 1944. Estudió cine en la Universidad de La Plata y después de estar vinculado con el movimiento de cine underground argentino se metió de publicista y ahí empezó parte de la historia que ahora se llama, tiernamente, Bombón, el perro.
Sorín cuenta que cuando realizaba un comercial para televisión de una compañía telefónica en una lejana población de la Patagonia, la gente de aquella región estaba tan entusiasmada por la llegada de una cabina con teléfono que el director pensó, que no necesitaba de actores reales, ni de la ficción de ellos para hacer el producto televisivo, porque los actores verdaderos estaban entre las personas eufóricas que miraban sorprendidas la grabación del comercial y como se dice por ahí, no hay mejor actor que el que no actúa. Sorín liquidó entonces a los histriones para poner en acción a los patanes o patagónicos observadores.
El comercial fue entonces un éxito y de aquí que Sorín empezara a sospechar que los mejores actores son los que viven en el lugar del que se quiere contar una historia. Bombón ya iba en camino para la pantalla grande y ya se probaba todo esto en la película que le antecede Historias mínimas (2004) que es una pequeña gran maravilla con la historia de Don Justo en la búsqueda de su perro extraviado Malacara, el único testigo del atropello realizado por su dueño y que emerge de entre los escombros.
Los perros para Sorín ya estaban presentes en sus trabajos fílmicos, como símbolo de esperanza. En la película Historias mínimas el futuro es, para alguien con 80 años encima, que ya no tiene segundas oportunidades en la vida, y un perro llamado Malacara le hace sonreír y llorar de alegría. Y el otro perro blanco, lobo, dogo y macho, que ya le ladraba al oído a Carlos Sorín, es la Argentina misma. La esperanza que no muere de rabia.

Los perros para Sorín ya estaban presentes en sus trabajos fílmicos, como símbolo de esperanza. En la película Historias mínimas el futuro es, para alguien con 80 años encima, que ya no tiene segundas oportunidades en la vida, y un perro llamado Malacara le hace sonreír y llorar de alegría. Y el otro perro blanco, lobo, dogo y macho, que ya le ladraba al oído a Carlos Sorín, es la Argentina misma. La esperanza que no muere de rabia.
Pero en el filme Bombón, el perro, también los actores son, por decirlo de algún modo, no actores o en otras palabras profesionales de la vida cotidiana. Por ejemplo, Coco —personaje principal en el largometraje— es un señor desempleado y de cincuenta y tantos años que pretende sobrevivir de su afición por hacer mangos para cuchillos, pero no es así. La casualidad -¿o el instinto?- lo lleva a hacer un pequeño trabajo de reparación de un viejo vehículo en una estancia de la Patagonia. La dueña, una señora ya mayor, necesita vender el auto de su difunto marido, porque también está en aprietos económicos. Juan o Coco (que en la vida real se llama igual Juan Villegas) finaliza el trabajo. Así ella ofrece pagarle con un perro que no es uno cualquiera, sino un estupendo ejemplar de dogo argentino, que su marido había comprado con la idea de fundar un criadero. Juan intenta negarse aduciendo que está sin trabajo y que, con semejante Bombón a lado, no tendrá ni para croquetas. La viuda insiste en lo valioso de la golosina con cola, patas y hocico, además de la buena compañía que puede ser para alguien que, como Juan, está solo. Es así como termina por convencerlo y lo adopta. Y ahí la pregunta: ¿quién adopta a quién?
A partir de allí la suerte de Juan comienza a cambiar. Pronto advierte que el futuro está en Bombón y contacta a Walter quien opina que el perro arrasará con los premios. Entonces propone un pacto, serán socios cincuenta y cincuenta en las probables ganancias que dará el bombonazo con los servicios que pueda dar. En la primera exposición Bombón gana un digno tercer lugar. Walter y Juan festejan en un restaurante libanés, donde Juan conoce a una cantante árabe. Entre el perro y la cantante, Juan se siente recompensado por al vida de perro callejero que un canino de casa le quitó. Ahora mientras Juan acaricia a Bombón, una mujer bella lo acaricia a él. Otra pregunta más: ¿a quién acaricia la cantante?
Pero aquí hay otra historia mínima. El asunto es que Juan Villegas, el hombre cincuentón al que le regalan a Bombón, también le estaciona el automóvil a Carlos Sorín cada mañana cuando el cineasta llega a su casa productora. Y así todos los demás actores de la película son “no actores”. Con una sola excepción, que el único que verdaderamente tiene una carrera actoral sólida y contundente es Don Gregorio de Nueva Córdova. Que según palabras del mismo cineasta Carlos Sorín, Don Gregorio venía de una gira artística por Europa antes de desarrollar su papel de Bombón.
El perro es un ejemplo cotidiano. Y tal vez Juan Villegas es más perro que el mismo Don Gregorio, porque su instinto humano lo llevó a realizar una actuación impecable. Cualquiera podría pensar que el auténtico actor es Juan Villegas y el verdadero perro es Bombón. Pero algo tenían que aprender los perros, después de tanto convivir con los humanos ¿o tal vez es que los Hombres fueron en otra vida perros?, ¿quién es el Perro y quién es el hombre?
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José Antonio MonterrosasFigueiras es editor cínico en Los Cínicos, ha colaborado en algunas revistas de crítica cultural.