COLUMNA: DANDYS Y CÍNICOS
Soy un Guasón apagado
Joker es un payaso de locura estereotipada que estorba, que baila en los charcos que quedaron de la lluvia y que corre entre los pasillos de un manicomio. A la película además le faltó la melodía Payaso de José José, porque bien lo dijo El Principe de la canción en vida: «uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser». ¡Hazte payasito!
Por José Antonio Monterrosas Figueiras

La historia de cómo llegar a ser un payaso con desgracias destacables y no morir en el intento, de eso va el Joker del «limitado cineasta Todd Phillips», así lo describió el crítico de cine Nicolás Ruiz, en el estupendo ensayo Joker, la mejor cinta de superhéroes de la historia, publicado en el portal Código Espagueti.
Ruiz cree además que Phillips tiene el síndrome del cineasta veterano Don Oliver Stone, ya que es: “un tipo limitado que, de pronto, se encuentra con grandes ideas y a tropezones acaba haciendo películas que son más inteligentes que él”. Eso fue lo que le pasó a Stone, recuerda Nico, cuando se encontró con el guión de Tarantino en Natural Born Killers (1994) y eso fue lo que pasó al Joker del creador de otras películas como Escuela para idiotas. Explica además que a pesar de todos los clichés, las referencias gastadas y los errores de tono, “Joker termina siendo una reinvención valiente del mito de Batman; una película intrigante sobre los usos contemporáneos del naturalismo literario; y una bofetada con guante blanco a la defensa constante de cierta violencia simbólica en Estados Unidos”.
«Con todo», cierra Ruiz en el largo ensayo sobre esta película acerca de la némesis de Batman, estrenada apenas el 4 de octubre: “me importa más el resultado que la intención y, por eso, creo que Joker es la mejor película de superhéroes que he visto. La discusión queda, claro, porque como toda película intrigante, Joker está en el limbo, tan lejano del olvido, que divide al odio de la pasión”.
Yo agregaría incluso que la misma historia del hombre de la cara espolvoreada de blanco, es la historia del mismo Todd Phillips, que sería como ese cómico “limitado” detrás de Joker llamado Arthur Fleck, que quiere hacer reír a la gente y sólo provoca desprecios y aburrición; un payaso agredido por los niños y por los mismos compañeros payasos, cuando baila en la calle o en el bar donde trabaja. Todo esto y más, es lo que lo convierte en un monstruo vengativo y burlón, con una historia violenta y con algunos momentos sublimes, que muchos de ellos son reciclados de otras películas, sobre todo de Martin Scorsese. Joker seguro sería buen amigo de Bob Patiño de Los Simpson.
Éste no es el Joker de los Millennials, es el Joker de los hoy cincuentones que viven en la añoranza de que todo pasado fue mejor —incluso lo peor. La transgresión de un mundo presente, cual leche ultrapasteurizada en tetrapack en apariencia —de veganismo y nuevas masculinidades—, pero que está lleno de monstruos posibles y reciclables, dirigidos por un payaso cada vez más viejo e insurrecto, que no sabe llorar y odia su risa patética que seca la boca al espectador.
Recién una amiga experta en la locura humana (más la de ustedes que la mía), me decía que las reglas del mundo han cambiado a partir del tema de la migración, el cambio climático y el narcotráfico; que tenemos viejas fórmulas para las problemáticas de hoy y que nuestra estructura se va a ir al carajo, porque lo que viene es otra cosa y es construir con los sicarios, los narcos y con los indeseables («¡olvídate de Joker, acá están los verdaderos payasos, ponte serio!», me dijo).
Yo agregaría incluso que la misma historia del hombre de la cara espolvoreada de blanco, es la historia del mismo Todd Phillips, que sería como ese cómico “limitado” detrás de Joker llamado Arthur Fleck, que quiere hacer reír a la gente y sólo provoca desprecios y aburrición; un payaso agredido por los niños y por los mismos compañeros payasos, cuando baila en la calle o en el bar donde trabaja.

Me comparte una entrevista del 2011, con Marcos Camacho «Marcola», quien es el máximo dirigente de una organización criminal de Sao Paulo (Brasil) denominada Primer Comando de la Capital (PCC). Le preguntan ya en prisión: «¿Usted no tiene miedo de morir…?». Responde de manera lúcida:
«La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón. La muerte para nosotros es la comida diaria, tirados en una fosa común. ¿Ustedes intelectuales no hablan de lucha de clases, de ser marginal, ser héroe?
Entonces ¡llegamos nosotros! ¡Ja, ja, ja…! Yo leo mucho; leí 3 mil libros y leo a Dante, pero mis soldados son extrañas anomalías del desarrollo torcido de este país. No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un monstruo Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. Es eso. Es otra lengua.
Está delante de una especie de post miseria. La post miseria genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes».
Como podremos darnos cuenta, el juego para los súper héroes ha cambiado en sus películas también. Antes eran para niños con aquel “Guasón” a la Tim Burton. Ahora es un payaso cruel, que baila como si fuera un rey del pop sobre escenarios de escaleras grises, con ropas de colores estridentes, mientras suena la canción de un pederasta convicto llamado Gary Glitter, «Rock and roll, Part 2», una melodía para gozar el Apocalipsis. Pero antes de ello, más de una hora intentando explicar de dónde viene ese payaso que baila en calzones —que recuerda al Batman decrépito de Birdman, de G. Iñárritu, andando por las calles Michael Keaton con sus trusas rinbros—, para ver dónde lo colocamos ahora, es que todo se encuentra dislocado desde «afuera» hace mucho tiempo.
Lo que es delicioso, es ver fumar al «comediante limitado» protagonizado de manera magistral, por Joaquin Phoenix e inquietante verlo cuando escurre sangre por su rostro después de asesinar a un compañero suyo, como si fuera animal salvaje y hambriento. Qué ansiedad causa saber que los ídolos viejos caerán en escenarios tan alegres y coloridos: “Are you talking to me, Rupert Pupkin?” Pues no estamos tan lejos de ver un asesinato en vivo de algún cómico en un Live Show, no por un payaso loco sino por un cuerdo elegante, que encenderá su cigarrillo para terminar su crimen reproducido millones de veces en youtube, pues “es mejor ser rey por una noche que imbécil toda la vida” (dixit Robert de Niro en The kings of comedy (1982), de Martin Scorsese).
A este Joker le anteceden algunos otros bufones como el encarnado por Heath Ledger, actor que murió de una sobredosis al poco tiempo de terminar su papel en la película Batman: El caballero de la noche, filmada por Christopher Nolan, y estrenada en el 2008; el otro fue James Holmes, ese joven gringo de intelecto superior, con cabello rojizo, que se denominó precisamente “El Joker” y que a mitad de la función de otra película de Batman, pero del 2012, entró por la puerta de emergencia por donde minutos antes salió a su auto para tomar las armas pertinentes, y así matar a doce personas y dejar a otras setenta heridas, todo esto sucedió mientras veían el estreno de esa película. Nada volvió a ser igual para muchos de los familiares de los asesinados y los que estuvieron en esa sala esa noche que sobrevivieron, temieron lo peor con el nuevo Joker.

El monstruo está dentro de la sala de cine, el monstruo también está fuera de ella, el monstruo está dentro del espectador y dentro de la misma pantalla, el monstruo no tiene cara de payaso, el monstruo está detrás de su maquillaje. El monstruo es un ser común y corriente. Joker es una mancha en el espejo, parafraseando al poeta David Huerta, quien escribió en papel de baño, en el límite físico por su alcoholismo, un largo poema llamado Incurable y que inicia con ese endecasílabo: “El mundo es una mancha en el espejo”.
Joker es un payaso de locura estereotipada que estorba, que baila en los charcos que quedaron de la lluvia y que corre entre los pasillos de un manicomio. A la película además le faltó la melodía Payaso de José José, porque bien lo dijo El Principe de la canción en vida, pues murió días antes del estreno de este filme aparentemente oscareable: «uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser», o como lo leí en un meme: «Joker fui tormenta, Joker fui tornado, yo que fui un Guasón, soy un Guasón apagado». ¡Hazte payasito!
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José Antonio Monterrosas Figueiras es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica cultural.