Homenaje a tres cantantes para celebrarme

A VECES ME DESPRECIO

El autor de este texto tiene la costumbre anual de celebrar su renacimiento —entiéndase cumpleaños— con homenajes a personajes de la cultura —especialmente del ámbito musical, por su reverencia a la Diosa Euterpe—, como en este caso, al llegar a la media centuria de existencia, este viernes 20 de noviembre, van tres fundamentales para su historia como persona y periodista. ¡Feliz cumpleaños, Félix!

Por Félix Morriña

I. Real de Catorce, blues y guía de toda una generación

«[A] mis amigos muertos”
José Cruz Camargo

José Cruz Camargo.

Escribió el joven periodista y escritor Juan Pablo Proal (Puebla, 1983) en la contraportada del libro Voy a morir. Biografía de José Cruz, fundador de Real de Catorce (Editorial Lectorum, 2012), que: “A mediados de la década pasada comenzó a perder la memoria José Cruz Camargo Zurita, líder de Real de Catorce, el grupo de blues más importante de México. Empezó a sentirse fatigado y a olvidar quién era. Tras años de incertidumbre, los médicos le diagnosticaron una enfermedad crónico degenerativa (esclerosis múltiple) que le consume la vida. Y es así, cargando la muerte en cada concierto, que José Cruz continúa consolidando su mito. La leyenda de un poeta que fue guía de toda una generación”.

En este libro está una historia llena de experiencias sobre José Cruz Camargo y el grupo de blues mexicano Real de Catorce que reflejan el sentir sociopolítico, cultural y económico de una época determinada en un país tan bizarro y surrealista, como profundo en sus raíces, con formas únicas y fondos incomprensibles para nativos del llamado Primer Mundo.

Estos seres del Primer Mundo no alcanzan a comprender —ni nosotros mismos, los connacionales—, cómo es posible que personas como José Cruz Camargo no cuenten con apoyos de cualquier índole para trascender más allá de lo que por justeza merece el mexicano. Tanta riqueza cultural nacional desperdiciada, aprovechada a bajo costo por extranjeros, y ahora —en esta 4T—, la cultura está más abandonada que de costumbre, porque ya no cuentan con fondos de inversión para las bellas artes.

“En esta biografía se plasma una historia honesta, cruda e inédita que explica la personalidad de este héroe popular. Contiene relatos jamás contados, experiencias nunca antes reveladas y, sobre todo, devela el secreto de quien se consolidó como uno de los más grandes escritores de canciones en México”, se lee en el texto avalado por el fenecido connotado periodista y director del semanario político Proceso, Julio Scherer García. 

Félix Morriña entrevistando de José Cruz Camargo, cantante de Real de Catorce.

En este momento, me siento agradecido con lo vivido, en paz, fluyendo. Si alguna vez transgredí, hoy pido disculpas y sigo de frente. Tengo camino por recorrer.

En la presentación del libro se leen las siguientes palabras de Scherer: “Palpita en el libro de Juan Pablo Proal una tendencia estética. Las palabras se mueven como un grupo homogéneo que va y viene con buen ánimo. Una junto a la otra, las palabras sonríen entre sí, se bienquieren, discrepan, pero no riñen. Poseen su propio ritmo, un estilo común, la gloria literaria se da en la selección de los mejores vocablos de la lengua, colocados en el lugar preciso, exacto. Para alcanzar estos niveles se necesita más que el dominio del idioma infinito. Hace falta sentirlo, como el director de orquesta que escucha a su primer violín antes de que el virtuoso haya tomado el arco y las cuerdas de su instrumento. El protagonista de la obra de Proal, José Cruz, llama a la muerte con una voz sin duelo. Son las suyas unas palabras encantadas. Le dice a la muerte que la necesita, que la quiere, que se la ha ganado”.

Como parte de los festejos por mi 50 Renacimiento, este 20 de noviembre, escogí de bote pronto algunas canciones emblemáticas de José Cruz Camargo cantadas por él, antes y después de su rompimiento con la alineación original de Real de Catorce. Conozco la obra del amigo, camarada y maestro José Cruz desde sus inicios en 1985, por lo que en cada disco hay obras inolvidables que marcan un antes y después en la literatura musical mexicana. 

El tiempo y espacio es poco para tanta obra trascendental, por lo que dejo la puerta abierta para agregar temas que ustedes deseen aportar. Los versos escogidos de cada canción, reflejan, en este momento, el sentir emocional de quien esto escribe, como una manera de expresarle a todos los seres cercanos, al ser amado, la transición en la que uno se encuentra. Medio siglo de vida, de los cuales tres décadas han sido de experiencia periodística, todo para llegar al centro de mi propia existencia y saberme agradecido por la oportunidad de seguir haciendo lo que más amo en la vida y para lo que nací: contar la historia. 

II. “Voy camino a los 50; punto y coma de la vida”: Cacho Castaña

El cantante y actor argentino Humberto Vicente Castagna, mejor conocido en el mundo del tango como Cacho Castaña, fallecido el 15 de octubre del año pasado, a los 77 años, víctima del cáncer pulmonar —¡Cacho Castaña, traía siempre el pucho de la vida!—, tiene dos canciones con las que ahora brindo por razones obvias: “Voy camino a los 50” y “Garganta con arena”.

Recuerdo que cuando tuve oportunidad de conocer a la excelente cantante de tango Adriana Varela, durante su primera visita a México, para participar en el primer Festival de las Almas del mexiquense turístico municipio de Valle de Bravo —hace 18 años—, me contaba y recomendaba mucho escuchar y aprender de las aportaciones artístico culturales de Cacho Castaña, porque era una figura inevitable para entender el tango de finales del siglo XX. 

Con el paso de los años, y con ayuda de argentos cercanos, aprendí más de este singular varón del drama y fatal desamor musicalizado, como es el tango. 

Las canciones no representan a cabalidad mi sentir emocional, físico y espiritual, pero sí son referentes generacionales sonoros para muchos, por lo que comparto algunas reflexiones para los que están cerca del punto final; en el punto y coma; a los que ayudará esta recomendación musical estando en los tres puntos suspensivos; los que están en “coma” por excesos, o ya en el punto y aparte. ¿Yo? ¡Estoy en el punto y seguido!

“Voy camino a los 50/ Punto y coma de la vida/ Sin pensar, sin darme cuenta/ Cerca del punto final./ Esquivando los espejos que antes fueron mi alegría/ Y hoy los miro desde lejos/ Para poderme peinar…”. La primera vez que escuché la reflexiva canción no le daba bola, como se dice en Argentina a todo lo que se debe pasar de largo que incomode, pero ahora que estoy a días de que eso suceda, asumo conscientemente del ciclo que cierro y del que abro tras la nueva década de existencia.

“Voy camino a los 50, reflexiones y balances/ Presintiendo los percances/ Que muy pronto han de llegar/ Si no dejo el cigarrillo se me muere la garganta/ Porque siento que no canta como tiene que cantar./ Me da bronca cuando pienso que ya está, que esto fue todo/ Y que sigo estando solo por mi forma de pensar./ Que el amor que yo quería, y a mi vida no llegaba/ Fue una loca fantasía que jamás pude lograr…”. En mi otra vida inmediata anterior, la que dejé tras los excesos, buscando mantener glorias pasadas para resurgir de las cenizas, me hubiera seguido dando bronca la forma de vida que llevaba. Por supuesto, que el miedo no anda en burro, que la sombra del pasado marca, pero no mata, y uno puede transformarlo, evolucionarlo todo.

Cacho Castaña.

“Voy camino a los 50/ Punto y coma de la vida/ Sin pensar/ Sin darme cuenta… cerca del punto final./ Voy camino a los 50/ Y aunque nunca se lo diga/ Lo que resta de mi vida/ Se lo quiero regalar/ Porque dentro de mi pecho tengo un sueño todavía/ Y es un sueño que algún día, sé que lo voy a lograr./ me da bronca cuando pienso que ya está, que esto fue todo/ Y que sigo estando solo por mi forma de pensar./ Que el amor que yo quería, y a mi vida no llegaba./ Fue una loca fantasía que jamás pude lograr./ Voy camino a los 50/ Punto y coma de la vida/ Sin pensar, sin darme cuenta/ Cerca del punto final./ Voy camino a los 50/ Punto y coma de la vida/ Sin pensar, sin darme cuenta/ Cerca del punto final./ Voy… Voy camino a los 50, y a pesar, a pesar de lo que digo/ Por lo mucho que he vivido… YO NO ME PUEDO QUEJAR”.

Esta última parte de la canción es lo mejor, porque viene ahí el mensaje de cero arrepentimiento por lo hecho, porque “el pasado ha pasado y por él nada qué hacer” (Eskorbuto, banda punk ibérica dixit). Uno debe estar consciente de sus actos, del precio a pagar por todo lo que se hace en esta vida, calificado por el sistema como bueno o malo, pero en verdad nada de eso hay, si uno sabe por donde transitar. En este momento, me siento agradecido con lo vivido, en paz, fluyendo. Si alguna vez transgredí, hoy pido disculpas y sigo de frente. Tengo camino por recorrer.

La mejor reinterpretación del tango “Garganta con arena” de Cacho Castaña lo ha hecho Adriana “La Gata” Varela y este interlocutor lo puede jurar, porque lo viví en Valle de Bravo cuando la cantó como sólo ella sabe hacerlo. Te deja la piel erizada, ojos húmedos, garganta hecha nudos con tantas, tantas ganas de gritar a los cuatro vientos todo lo que te ahoga, consume y deshace.

Esta canción me ha enseñado a bancarse todo, como se dice en Argentina al hecho de aguantar tope lo que tope, que el sufrido dolor no te doblegue y que debes continuar haciendo mejor lo que sabes hacer con la frente en alto. ¡Gracias adorada Adriana Varela por tu bella y potente voz!,¡brindemos por mi 50 Renacimiento, con orden armónico de media centuria!

III. David Bowie: eclipse finisecular en la cultura universal

Crónica de Félix Morriña sobre al visita de David Bowie a México, en 1997.

La noche del jueves 23 de octubre de 1997, el Foro Sol del Autódromo Hermanos Rodríguez, de la hoy CDMX, fue sede del primer y único concierto de David Bowie en México. Esa velada quedó registrada en la historia musical del país. La mítica figura de David Bowie, el también conocido como Delgado Duque Blanco, Starman, Ziggy Stardust, “El Camaleón del rock”, Aladdin Sane, Major Tom y Blackstar, entre otros, llegó a Tierra Azteca en 1997 con 33 años de trayectoria; para entonces David Bowie, ya había cambiado la forma de vida de miles de personas en el orbe. 

Los críticos especializados de finales del siglo XX decían: “Cuando la música ha pasado por la manos del genio inglés David Bowie, nada volverá ser lo mismo”, y eso, se dio por hecho durante la inolvidable noche mencionada, en la que Bowie cantó 24 canciones por espacio de dos horas, durante la gira mundial del disco Earthling (1997).

Recuerdo bien la espigada figura de David Bowie, esa que no delataba los 50 años que tenía en 1997, edad que ahora cumplo. Su personalidad camaleónica nos estremeció durante la conferencia de prensa a la que fuimos elegidos muy pocos. Para entonces colaboraba en el extinto periódico El Nacional y varios medios de comunicación de mediano perfil en el país. A continuación, les comparto la reseña que me tocó escribir entonces, tenía 27 años. Para este interlocutor, David Bowie significaba en términos culturales un ejemplo a seguir. ¡Hoy día, sigue siéndolo! ¡Gracias Starman!

Memorabilia

“Quicksand” fue la pieza elegida para iniciar el recorrido por más de 20 hostias plateadas. La gente no daba crédito a lo que estaba viendo, no sabía si llorar o tirarse al drama por esta belleza escénica. Por fin, Ocesa, la compañía que lo trajo a México, se llevó las palmas de miles de compatriotas, y en definitiva, puntos a favor.

Vestido con saco verde, mayas con puntos de colores, un inevitable arete con pluma larga, ese adorno amuleto que no se quitó nunca durante esta gira internacional. Bowie se hizo acompañar de su exquisita banda de cuatro músicos: Reeves Gabrels (guitarrista, ex compañero de aventuras en la única banda de Bowie, Tin Machine, porque él siempre se manejó en solitario); el inseparable Mike Garson (tecladista, amigo cercano y ahora fiel promotor del legado de Bowie); Zachary Alford (baterista, un ejemplo a seguir dentro de la escuela del maestro), y la enigmática y desafiante oscura mujer Gail Ann Dorsey (bajista, una de las féminas con las que mejor trabajó Bowie hasta su muerte de cáncer hepático, el 10 de enero del 2016, dos días después de haber cumplido 69 años).

David Bowie nos arropó con su voz, a veces un saxofón tenor, una guitarra acústica de 12 cuerdas en los momentos propicios, pero sobretodo, sobresalió su excelente manejo histriónico, ése que sólo él puede emplear sin jamás caer en el ridículo. “I’m Afraid of Americans”, “Seven Years in Tibet”, “Strangers”, “Panic in Detroit”, “Battle for Britain”, “Man Who Sold in The World” (canción que nos transportó por lo menos cinco lustros de nuestra vida; sonó tan vital, con tanto poder, como si hubiera sido compuesta para estos tiempos). 

Recuerdo bien la espigada figura de David Bowie, esa que no delataba los 50 años que tenía en 1997, edad que ahora cumplo. Su personalidad camaleónica nos estremeció durante la conferencia de prensa a la que fuimos elegidos muy pocos.

Luego siguió “Fashion” para no olvidar para nada la lentejuela y la imaginación; posteriormente, “Looking for Satelittes” “Waiting for The Man” (para todos los andróginos presentes), “Stay”, “Under Preassure” (un merecido homenaje al cantante de Queen, Freddy Mercury, quien fuera elogiado a través de la bajista del grupo Dorsey).

El set list escogido por el maestro continuó con “Hallo Spaceboy”, una de las rolas más vitales del disco Outside y de la que el dueto Pet Shop Boys hiciera una versión especial a lado del maestro Ziggy Stardust, otro de los inolvidables personajes de Bowie. Para cuando cantó “Little Wonder” y “Moonage Daydream”, ésta última de la maravillosa época de Ziggy Stardust, que nos hace recordar que Bowie es la mismísima reencarnación de la genialidad musical, yo estaba extasiado, completo, único. ¡Faltaba el encore!

“Fame”, “Dead Man Walking”, “White Light”, “O Superman” y “All the Young Dudes” fueron las últimas canciones con las que David Bowie hipnotizó de por vida a la audiencia mexicana. Vivir un concierto de David Bowie es comparable a vivir un eclipse finisecular.

Bowie en sus propias palabras en 1997 escribió “Acerca de la Curiosidad” que dice: “Cuando niño no me interesaba el lado académico de la escuela, pero cuando dejé la escuela, empecé a sentir curiosidad acerca de la cultura en general: la sociedad, el arte universal: la pintura, música y cine. Me sumergí en ello en los siguientes años. Fui una especie de autodidacta, me eduqué yo mismo, inmerso en cosas que me gustaban, como nuevos novelistas, nuevos libros, nuevos tipos de arte; nuevo teatro; de todo un poco, no tuve instrucción en ninguno de estos campos del conocimiento. Se suponía que uno debía quedarse en uno de esos ámbitos, pero yo estuve en todos. Para mí era perfecto, ya que estaba haciendo música; entonces, el que diseñara parte del escenario, así como la ropa y realizar algunas pinturas, no era del todo extraño para mí. Nunca me detuve a pensar en eso. Trabajé en todo. Mi insaciabilidad por conocer cómo interpretamos nuestra cultura, nunca se detiene. Si interpretamos la cultura a través del arte o la música, es maravillosa. Tengo una enorme curiosidad por cómo otra gente lo hace, por tanto, tengo una necesidad apremiante por ver el trabajo de otros artistas, cómo hacen lo que hacen, de dónde toman su inspiración, como piensan y cosas de esas.

Acerca de sus variados talentos: “Amo el rock and roll. Realmente lo amo. Pero a la vez, me encanta crear personajes, narrativas y escenarios. Entonces, estoy inmerso en trabajos en diferentes direcciones al mismo tiempo, que es un gran esfuerzo el tratar de mantener todo balanceado en mi propia mente”.

Acerca de cumplir 50 años y ser músico: (¡Suspiros!) Es muy emociónate para mí, porque, honestamente, no sé qué lo va a pasar, porque me estoy arriesgando mucho. Siento que si empiezo a hacer lo que ya he hecho, prefiero parar. En ese caso, preferiría esculpir o pintar, pero mientras todavía estoy salvajemente emocionado acerca de lo que hago como músico, es el curso de lo que he escogido seguir. También tomo lo positivo con lo negativo, es decir, tomo los altibajos para seguir. Las subidas es lo que realmente sientes, eso hace el día excitante, eso que te hace seguir adelante, porque ¡todavía estás en la jugada! Sólo siento que ir alrededor del mundo cantando viejas canciones, me desplomaría. No podría hacerlo más. No, no puedo, no quiero hacerlo.

Acerca de su vida y su trabajo: No puedo ver un tiempo donde no pueda ser un ente viviente y creativo. Tocando, grabando, pintando. Dulce vida… ¡qué vida! No puedo verme dejando de trabajar… no. Me encanta. Me encanta lo que hago para vivir… es realmente fabuloso (risas).

Recuerden: ¡Nos buscamos, nos vemos, nos escuchamos, nos entendemos!

©

Dandy pero punk.

Félix Morriña es periodista y promotor ex etílico-neo canábico cultural. Columnista en Impulso, Semanario Punto Revista Ágora. “Este oficio sí es para cínicos”, podría ser el título de su libro de crónicas culturales.