DIARIOS DE UNA PESTE

“Sin fundar una meta ni tener un heredero” 

Los escolios de un naufragio de Julieta Lomelí Balver, son una reunión de palabras e imágenes que registró en viajes que hizo antes de la pandemia: «Eres cálculo de corazón, naufragio sin luna, sangre fría de inteligencia», dice la filósofa, tal vez, como si estuviera mirando su paisaje interno, allá afuera.

Por Julieta Lomelí

Foto: Julieta Lomelí Balver.

Déjame morar entre los escépticos sueños de un naufragio: tú con la tierra, y en la tempestad mi cielo. 

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Quería ese puerto el mar sin tempestad sentir a suave ola que no te arroja de la isla. Quería la arena para construir un faro una luz binaria que salvara nuestras noches Pero solo llegó el viento, la tormenta y el naufragio.

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Un «para siempre» suspirado en la escala de una proa: el naufragio anticipado que navega en el mar finito de la eterna comunión. #VerlorenVergangenheit

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Eres cálculo de corazón, naufragio sin luna, sangre fría de inteligencia.

Foto: Julieta Lomelí Balver.

Sueño húmedo, agua añeja de la que nunca bebí. Veleidosa, mustia tormenta enloquecida. La mañana palia con su aroma tu vejez. Tintura de Valeriana que no cura esa astucia ni endereza tus colmillos. Tu inteligencia me llueve, arropada bajo tu tempestad, te escondo en mis sábanas marítimas, pero extraviado regresas. Despierto. 

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Hay universidades con vista al mar, los marineros de toga cazan colibríes color poesía, y provocan incendios en el bosque escolar. Mientras la fauna crece entre falacias categóricas y laberintos de maleza racional. A veces, anteojos discretos se esconden en salones invisibles, mientras asoman las narices, tímidos y llenos de amor, buscando aromas de complicidad. Pero la transparencia no se ve con la tempestad. Los naufragios y sus cadáveres compasivos son el tema de grandes coloquios. 

Escéptica, con un oráculo y un libro
escribí entre líneas el único anhelo que importaba
el de una sorda lectura, el del silencio con palabras

Vine al mundo para extinguir mis ojos en estado de inclemencia
no para perder el corazón primero,
Escéptica, con un oráculo y un libro
escribí entre líneas el único anhelo que importaba
el de una sorda lectura, el del silencio con palabras
Me senté a la orilla de un Instituto albergada en un claustro sereno
pensé que mi sueño era esta patria puesta en páginas
aún así perdí el corazón, lo encontré jugando entre la lluvia
tempestad de sabiduría, naufragando en silogismos
logré nadar hasta el puerto usual de tu mirada
el lugar común de mi caída.

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Debajo de tus pestañas el mar inalcanzable que a veces confundí con el océano. 

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Me compré un velero
timón en agua añeja, desempolvé ese libro que antes viví fuera del tiempo, en ese mar frío que recorre la memoria de mi cuerpo: la ciudad con puerto,
Y dentro del puerto un océano prisionero,
dentro del océano un espejo,
dentro del espejo una silueta,
dentro de la silueta Tu yo invisible.

Foto: Julieta Lomelí Balver.

Sufrimos por naufragios de pequeñas embarcaciones, en vez de arrojarse al mar que convoca a tocar fondo, a entrar en la profundidad para después quemar las naves y que ninguna conquista nos espante. Pero nos gusta la medianía. Cargar a cuestas el último tufillo de mediocridad, morir siempre apenas nacido, escribiría Nietzsche, “sin fundar una meta ni tener un heredero”. 

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A veces quedamos clavados a tierra estéril por culpa de la gravedad. Pero vecinos al agua podemos ser como vapores que suben al cielo; o convertirnos en anclas puestas en lo profundo del mar, detenidos en un puerto, por un amor, por una esperanza. Ese afán, una hondura que se guarda en secreto por la irremediable necesidad de arraigo, a veces es una mera prisión autoimpuesta por la utopía de poseer un espacio, de apresar lo efímero. Pero permanecer es un autoengaño, quedarse no implica pertenecer a nada, ni conservar algo, porque al final somos las cenizas contenidas por un instante de la muerte. El vulgar diario de un naufragio. 

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Mar 
situado en el
movedizo paraje 
sufriente de lo imposible.

Foto: Julieta Lomelí Balver.

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Julieta Lomelí Balver Candidata a PhD en IIFs-UNAM. Colaboradora en Laberinto-Milenio y en Filosofía&Co (Herder España)  Mujer de trasmundo. No es apta para “esta orilla”, pero sí para construir en granito una isla interior donde habitan monstruos marinos, amenazas metafísicas y todo un océano de excedente de sentido. Escribe ensayo y arrenda un piso en el costoso edificio de la filosofía.