CINISMO CONVENCIDO
Escribir, una forma de comparecencia ética
“Quizá George Steiner fue sólo el ejemplo de un buen ensayista, un escritor a secas que está más allá de cualquier discusión banal por ser etiquetado en un género —seguro no le quitó el sueño saber si en algún momento le iban o no a dar el Nobel de Literatura”, señala la filósofa Julieta Lomelí Balver sobre este imprescindible intelectual del siglo XX, quien falleció el 3 de febrero, a la edad de 90 años.
Por Julieta Lomelí Balver

En alguna entrevista George Steiner confesó que jamás logró ser un narrador excepcional y sus páginas de ficción siempre se convirtieron en “alegorías de argumentos, de ideas puestas en escena”, porque al final, él siempre fue más bien un ensayista.
Si bien muchos académicos no dejan de usar a Steiner con un fin práctico, tan sólo para una docena de personas en un coloquio y dos de sus becarios más oportunistas, Steiner fue un pensador auténtico, al menos en el sentido moral del término. Un escritor que no sólo pretendió construir y remover edificios conceptuales, sino también “exponer una doctrina, una creencia, una convicción”, tomar postura frente a algo, dejar un mensaje que formulara al menos un cambio interior.
A Steiner no lo podemos pensar como el típico académico con poco talento para escribir y que no salía de darle vueltas al mismo tema durante años, pero tampoco podemos etiquetarlo —en el malentendido lugar común— de que se sintiera un ensayista literario: que se perdía y se encontraba, que no sabía a dónde iba con sus palabras, como si se “dejará guiar” por el lenguaje, y que el título de “literario” justificara una escritura fundamentada en una serie de disparates, que no fueran hacia ningún lado.
Steiner fue un pensador auténtico, al menos en el sentido moral del término. Un escritor que no sólo pretendió construir y remover edificios conceptuales, sino también “exponer una doctrina, una creencia, una convicción”.
Quizá Steiner fue sólo el ejemplo de un buen ensayista, un escritor a secas que está más allá de cualquier discusión banal por ser etiquetado en un género —seguro no le quitó el sueño saber si en algún momento le iban o no a dar el Nobel de Literatura.
Fue un pensador que logró combinar la escritura académica, ésta que es mar y da hondura para submarinos de alto nivel, y la escritura literaria, una oportunidad para los más creativos, un talento de pocos, que se escapa del estilo tedioso que la mayoría de la redacción escolar posee.
El estilo confesional del ensayo apropósito de la muerte de Steiner
El ensayo consta de ciertas virtudes que a la narrativa no se le podrían exigir, una de ellas es la toma y defensa de ciertas posturas, la exposición de ideas y el afrontar un compromiso con dichas ideas. Mientras que una novela, un cuento o un poema pueden o no estar ideologizados, el ensayo es siempre la defensa de una causa: buena, mala, inmoral, ética… ya el escritor juzgará cual sostener.
En lo personal, y regresando al estilo confesional que el ensayo generalmente tiene, prefiero a los ensayistas que aportan un mensaje comprometido, que develan una postura crítica en sus palabras, a los hipócritas que se siguen escondiendo en la neutralidad, en la moral de esclavo, sí, una moral subordinada a la moda, a defender lo que todos defienden, a repudiar lo que todos repudian, y a leer lo que todos leen. Una moral castrada que sólo se desenvuelve a partir de una escritura cobarde.
Estoy harta de la escritura diplomática, del ensayo que no tiene valor para tomar una posición clara, que se mantiene en las apariencias y en juzgar por encima, sin meter las manos al fuego. Gottfried Benn, por ejemplo, que es un poeta y ensayista rebelde, diría que en sus años de juventud —cuando era un psiquiatra del montón— llegó a hartarse de los diagnósticos y las patologías mentales, porque ninguna respetaba la individualidad, reduciendo las distintas personalidades, sentimientos, traumas y genialidades en una sola esquizotimia. ¿Cómo seguir viviendo en una comunidad en donde la medicina ortodoxa aniquila al yo, considerando que la incapacidad del individuo para adaptarse y aceptar el mundo, es uno más de tantos desordenes psíquicos? Benn abandona su carrera de médico para dedicarse a la escritura.
El buen ensayista no puede ser políticamente correcto, o al menos no siempre, porque toda escritura se enraíza en este yo individualizado.
El buen ensayista no puede ser políticamente correcto, o al menos no siempre, porque toda escritura se enraíza en este yo individualizado, un yo que afortunadamente puede desprenderse de la opinión pública, enlodarse en sus dogmatismos, hundirse en el dilema y salir airoso a la superficie, con una nueva interpretación: una escritura desesperada, intempestiva, que logre abrir una hendidura en un antiguo concepto, una llaga aunque sea pequeña, desde la cual se pueda mirar otra superficie.
El ensayo es también una forma de expresar la fuerza y potencia del yo, de abrirnos a la tolerancia y al compromiso hacia el otro. Gottfried Benn habla del «yo» como “la estructura que refuerza un estado particular con una fuerza equiparable a la gravedad del soplo sobre un copo de nieve”.
En el ensayo pasa algo parecido, asistimos al lector, dialogamos con él, venciéndolo con palabras, derrumbando sus prejuicios con un soplo de elocuencia, persuadiéndolo a tomar una creencia o poniendo a prueba sus convicciones.
Lo anterior sólo se da, si el ensayista que escribe, logra desarrollar un yo enérgico: que nos haga sentir la carne expuesta, “la creación bajo la violencia de la nada”, y si se puede, por un momento, la disolución de nosotros mismos, de nuestro propio yo. Todo esto con la exigencia de una regla básica: el ensayista ejerciendo un constante compromiso con su lector.
Escribir ensayo es también una forma de comparecencia ética, de diálogo compartido, de consideración del prójimo.
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Julieta Lomelí Balver es estudiante en doctorado en Filosofía en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, escribe en el suplemento cultural Laberinto-Milenio la columna quincenal “Filosofía de altamar”, colabora en Revista 360° y en Filosofía&Co-Herder. Ama la lectura y la cultura —también el cine de autor.