A VECES ME DESPRECIO

Una serie en la que hay tiempo hasta para morir

En esta serie que se disfruta de un tirón en un solo día, que yo lo hice en dos partes, con sus tiempos de descanso y varios días para disfrutarla en plenitud, el tiempo cronológico fue evitado por sus productores para atrapar al posible espectador y persuadirlo a entender la importancia del tiempo en esta época de cuarentena por el coronavirus. En esta serie hay tiempo hasta para morir.

Por Félix Morriña

“No podemos discutirlo todo, son nuevos tiempos y ellos nos humillan con la verdad. ¿A dónde iremos, donde la muerte no exista? Escribir para contar la historia. Hay cosas que es mejor no recordar. Puede que hoy no importe nada, mañana sí. Si Dios perdona, porque tú no. No hagan de cuenta, hagan cuentas. Todo a su debido tiempo. Las manos lo dicen todo. Algo bueno debes tener para seguir vivo. Es tan sólo un hombre como nosotros, sólo que diferentes. No es ningún Dios. Son hombres de fe. Nadie está con Dios bajo tortura. Ojos de nadie, es el destino. Salud por los que ya no están. ¿Lo crees o lo sabes?”.

Todas estas expresiones están inmersas en los ocho capítulos de una serie que vi en estos tiempos aciagos, en el que todos llegamos a sentirnos con altibajos emocionales, y que nos sirven mucho para analizar y crear conciencia del porqué somos de tal o cual forma los mexicanos: la parte mexicana que tienen los criollos, gachupines y la forma y fondo de la cosmogonía indígena mexica.

Me refiero a Hernán, el nombre de la Conquista, la serie de drama histórico mexicana, creada por Amaya Muruzabal, con música de Federico Jusid, ambientada en 1520, hablada en español, maya y náhuatl, con las actuaciones de Óscar Jaenada (Hernán Cortés), Michael Brown (Pedro de Alvarado), Isabel Bautista (Malinche/Malitzin/Marina), Jorge Antonio Guerrero (Xicotencatl), Mitzi Mabel Cadena (Doña Luisa), Víctor Clavijo (Cristóbal de Olid), Dagoberto Gama (Moctezuma) y Miguel Ángel Amor (Bernal Díaz del Castillo), entre otros, quienes tienen un desempeño escénico de vital importancia. Esta serie empezó a darse a conocer en noviembre del año pasado en México.

Aunque hace mucho dejé de apreciar muchas series televisivas —por razones diversas que en otra ocasión podría explicar—, en esta serie que se disfruta de un tirón en un solo día, que yo lo hice en dos partes, con sus tiempos de descanso y varios días para disfrutarla en plenitud, el tiempo cronológico fue evitado por sus productores para atrapar al posible espectador y persuadirlo a entender la importancia del tiempo en esta época de cuarentena por el coronavirus (COVID-19). En Hernán, el nombre de la Conquista hay tiempo para todo, hasta para morir, diría el protagonista, pero de pronto el hartazgo de la guerra llega al extremo de enfatizarse que no todo se resuelve matando.

No podría decir que la serie sea lo mejor que haya visto, pero sí de lo mejor que se haya hecho sobre nuestros orígenes en una especie de rico documental novelado en formato de carísima serie televisiva, por el nivel del reto al que se enfrentaron productores, inversionistas y reparto para no errar en el proceso histórico. Si bien no llega a valer su peso en oro, como se expresa Hernán Cortés cuando algo vale la pena, sí se convierte en la mejor embajadora de nuestra historia, con el ojo noble de las cosas salvajes.

No podría decir que la serie sea lo mejor que haya visto, pero sí de lo mejor que se haya hecho sobre nuestros orígenes en una especie de rico documental novelado.

«Hernán, el nombre de la Conquista».

Llegaron un Viernes Santo a Veracruz. Hernán Cortés cuenta la historia de los vencedores conquistados, mientras que la Malinche le externa con franqueza que ir con él, no es estar a su lado. Desde ese momento Marina, como también le llamaba el capitán español a aquella mujer, recupera su empoderamiento como mujer, como políglota indígena, como la mejor intermediaria y vital herramienta lingüística para la Conquista española sobre los aztecas. Malinche, es para muchos historiadores, la primera mujer indígena empoderada, ejemplo para muchas de su género hoy día.

Una de las partes más profundas y bellas de la serie, es cuando Hernán Cortés mata a Moctezuma como acto sagrado de humanidad, vida y muerte. Él le llamó a este acto: La guerra es una forma de amor. Como podrán darse cuenta, mucho de lo que se observa en esta serie tiene que ver con los usos y costumbres que aún conservamos en México, como también mucho de lo que somos hoy día con el mestizaje heredado. La recomiendo no sólo para sobrepasar la cuarentena, sino porque al verla y apreciarla, uno puede darse cuenta que muchas cosas de las que ahí se (re)aprenden, pueden ponerse en práctica en la actualidad para poder resolver muchas cosas como identidad nacional, cohesión social, reforzamiento sociocultural y trabajo en comunidad para bienestar de todos. Pueden verla en varias plataformas, videos o sistemas de cable.

Recuerda querido lector que no hay vuelta atrás, se vive y se aprende, ese es el sacrifico al que estuvieron sometidos, por ejemplo, los españoles e indígenas en esta serie, donde todos tienen miedo a morir pero asumen con el nivel de conciencia adecuado a sus idiosincrasias y a sus sagradas escrituras por separado, tanto aztecas como soldados españoles, para aceptar el mandato divino de que aquí nadie vivirá para siempre.

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Dandy pero punk.

Félix Morriña es periodista y promotor ex etílico-neo canábico cultural. Columnista en Impulso, Semanario Punto Revista Ágora. “Este oficio sí es para cínicos”, podría ser el título de su libro de crónicas culturales.