A VECES ME DESPRECIO
Demasiado joven para morir
A veces me siento como el vagabundo harapiento que personifica Ian Anderson en la rola «Aqualung», o también como ese elegante famoso rockero en decadencia, viviendo de glorias pasadas para mantenerse vivo en su mundo, como el personaje de «Too Old to Rock ‘n’ Roll: Too Young to Die!”, motivo de esta columna.
Por Félix Morriña
“Controlado, no contenido”
Helen Artemisa

A veces me siento como el vagabundo harapiento que personifica Ian Anderson en la rola «Aqualung», o también como ese elegante famoso rockero en decadencia, viviendo de glorias pasadas para mantenerse vivo en su mundo, como el personaje de «Too Old to Rock ‘n’ Roll: Too Young to Die!”, motivo musical de esta columna.
Me refiero a Jethro Tull, una de las bandas más longevas de la historia del rock mundial, quienes interpretan estas melodías mencionadas y es lidereada desde 1967 por ese cantante, compositor y flautista escocés ya mencionado, Ian Anderson, quien es un juglar mago de la lírica profunda, con voz determinante, contando historias salidas del excelso imaginario colectivo cultural británico medieval, con reminiscencias celtas, musicalidad pagana con ropas harapientas, barba de pirata y mallas ajustadas, cual oloroso gitano en constante evolución, yendo de pueblo en pueblo, de cultura en cultura, creando conciencia cósmica entre la humanidad.
Su legado consta de un bagaje sonoro que va del folclore al hard rock, pasando por el rock progresivo, el blues y el rock duro, como la música barroca y el jazz. Lo podemos escuchar en sus discos con los que ha pasado a la historia musical de la raza humana —que son una veintena grabados en medio siglo de existencia. Los álbumes conceptuales Aqualung (1971), Thick as a Brick (1972) y Too Old to Rock ‘n’ Roll: Too Young to Die! (1976), son los materiales con los que se dieron a conocer en el mundo, quedando en la culta memoria colectiva.
Llega la evocación de la mirada fotográfica, la observación fílmica de ese memorable concierto celebrado en el primer lustro de la década de los años 90 en el Auditorio Nacional, cuando era la época MTV, esa cadena de videos rockeros que determinaba los cánones a seguir en el mercado, pero Jethro Tull era para los mexicanos exigentes. Para mí, un oasis que marcaba sabiduría y experiencia en ese desierto comercial ambiguo. Luego, como siempre, volvieron en el 2005, dejando satisfechos a todos.
Nada debe acongojarte, nada debe interrumpir tu camino, tu destino, tu vida, tu existencia. Hasta lograrlo sabremos agradecer al nuevo y último día, pero ahora, como cantara Jethro Tull: «Demasiado viejo para el rocanrol, demasiado joven para morir».
Me gustaría de nuevo volver a verlos en vivo para agradecer en directo a todos y cada uno de mis tutores que me enseñaron la magia de Jethro Tull. Al supervisar novedades del grupo, me doy cuenta que el martes 3 y jueves 5 de noviembre del presente año, a las 21:00 horas, Jethro Tull tocará en el Teatro Gallería de Legnano, Italia, ante un aforo bien delimitado.
La banda integrada actualmente por el nuevo guitarrista Joe Parrish; el baterista Scott Hammond; el tecladista John O’Hara; el bajista David Goodler y el mencionado “frontman”, Ian Anderson, en la flauta, guitarra, mandolina, armónica, composición y voz, estarán interpretando el contenido de su reciente disco Stormwatch 2 (2020). Habrá que ver qué tanto afecta la pandemia por el coronavirus la agenda del grupo.
50 años bien acompañados de la música de Jethro Tull

Muchos recuerdos artístico-culturales llegan a este entidad corpórea, mental y espiritual, para celebrar media centuria de existencia, el próximo 20 de noviembre. Tendré en breve 50 años de vida terrenal, de vida física, pero tengo la edad de la humanidad, esa que con poco más de dos mil años, 20 siglos y que en pleno 2020 enfrenta y asume el proceso de adaptación en la reconstrucción de la individualidad en la era pandémica, para tener mejor salud general.
Con eso confirmaré el amor propio, soltando lo que debo, controlando, pero no conteniendo, para que mi final terrenal sea modificado, como la historia del escritor de la película La ventana secreta de David Koepp, basada en la obra de Stephen King, Secret Window, Secret Garden (1990), contando con la magistral actuación de Johnny Deep y John Turturro. Yo tengo el control de mi existencia, pero estoy consciente que sólo los imperfectos viven en la tierra, en este planeta al que venimos a crecer y evolucionar para llegar a otro plano energético cosmogónico.
Esos desdoblamientos de personalidad con trastorno de identidad disociativa del personaje principal de esa película, quedan ad hoc para mí en este proceso en el que estoy inmerso dentro de la psicología analítica holística, que bien acompañados de la música de Jethro Tull, me harán llegar a buen puerto, en paz, tranquilo, con mirada cinematográfica, porque sé que “la muerte es un misterio, incluso para mí (el escritor)”, tal y como termina la película salida al mercado en 2004 en la Unión Americana. Por cierto, la banda sonora del maestro Philip Glass es muy recomendable apreciarla por separado.
Tras (de) liberar, asumo que todo lo vivido ha sido parte de una gran obra teatral dirigida por este interlocutor, donde soy parte de la transición que todo humano debe vivir para fluir, flotar e irse tan efímero como profundo en el último respiro llamado estertor.
Nada debe acongojarte, nada debe interrumpir tu camino, tu destino, tu vida, tu existencia. Hasta lograrlo sabremos agradecer al nuevo y último día, pero ahora, como cantara Jethro Tull: «Demasiado viejo para el rocanrol, demasiado joven para morir».
©

Félix Morriña es periodista y promotor ex etílico-neo canábico cultural. Columnista en Impulso, Semanario Punto y Revista Ágora. “Este oficio sí es para cínicos”, podría ser el título de su libro de crónicas culturales.Anuncios