DANDYS Y CÍNICOS

Y Halloween en tiempos de El juego del calamar

Duna será un recuerdo de cosas intrascendentes pero majestuosas, que sucedían dentro del rectángulo gigante. Todo mi respeto para ello. Prometo darle una segunda oportunidad nomás por el gusto de tener pesadillas tan espectaculares.

Por José Antonio Monterrosas Figueiras

El juego del calamar.

Vagos recuerdos tengo de la rechazada película Dunas de Lynch, era niño y la vi en televisión en un lugar como Chihuahua donde todo es fronterizo; las dunas de Villeneuve, esa nueva versión del libro de Frank Herbert las vi frente a una pantalla enorme del Cinépolis Xoco, en una sala sin sana butaca de distancia entre personas, viernes por la noche de Halloween.

Bueno, la vi es un decir, porque varias veces me acomodé para dormir. Al abrir lo ojos, preocupado por saber que sucedía con la historia de ese joven llamado a ser un líder que él no quiere ser, me fascinó estar en el mejor sitio para mirar la belleza de paisajes de colores rojos y naranjas realmente hermosos; el sonido monumental de la máxima experiencia pospandémica que no la tuve ni con Michel Franco aquella vez que en semáforo «no salga de su casa porque hay un bicho allá afuera que mata», vi en una pantalla grande su Nuevo Orden, rodeado de una pareja y dos o tres individuos que brillaban como hongos por su sana soledad.

Decía que el sitio donde vi dunas también fue el mejor para dormir porque todo mundo puede darse cuenta de los cabeceos y clavadas de pico —¿cuál será ese sitio?—.

Josė Antonio Monterrosas Figueiras

Decía que el sitio donde vi dunas también fue el mejor para dormir porque todo mundo puede darse cuenta de los cabeceos y clavadas de pico —¿cuál será ese sitio?—.

Me sentí un tanto culpable, porque la película es realmente bella, pero es tan bella que dan ganas de cerrar los ojos y dormir cansado y eternamente (para no pensar en ella). Tuve recuerdos además de la últimas películas de Starwars, que también las vi, —creo que la última— con una cobija incluida por el mismo cine y dispuesto a dormir.

Duna será un recuerdo de cosas intrascendentes pero majestuosas, que sucedían dentro del rectángulo gigante. Todo mi respeto para ello.

Cuando llegaron los créditos finales, la gente escapó de la sala, creo que se perdieron de una excelsa música que me recordó a Vangelis de Blade Runner, esa a la que Villeneuve le hizo otra película que de tan esplendorosa pierde ese sabor de la primera, un tanto oscura y cutre.

El autor, según me entero, es el alemán Hans Zimmer, pero supongo que allá afuera sucedían cosas más interesantes como mirar deambular a personas disfrazadas de El juego del calamar.

El juego del calamar en Coyoacán. Foto: JA Monterrosas.

Prometo darle una segunda oportunidad a Duna de Villeneuve, nomás por el gusto de tener pesadillas tan espectaculares.

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José Antonio Monterrosas Figueiras
 es periodista cultural y cronista de cine. Es editor cínico en Los Cínicos. Ha colaborado en diversas revistas de crítica y periodismo cultural.
 Conduce el programa Cinismo en vivo.